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Viachers

Ha sido una lección bella leer tantas reacciones tras la muerte de Jorge Iranzo. Viciados a la flagelación, todo el día dándonos azotes como estamos y buscando relatos (argh) en el vecino de al lado, de repente, zas, lo teníamos ahí, ante nosotros...

18/11/2016 - 

VALENCIA. Ha sido una lección bella leer tantas reacciones tras la muerte de Jorge Iranzo. Viciados a la flagelación, todo el día dándonos azotes como estamos y buscando relatos (argh) en el vecino de al lado, de repente, zas, lo teníamos ahí, ante nosotros. “Todo el mundo levantaba la bandera.. y yo también lo hacía. Era emocionante ver a todo el mundo feliz. (...) Cuando peor está el equipo, más siento que tengo que estar ahí”, decía Iranzo en aquel vídeo corporativo de hace algunos años. Y aquí podría acabar el artículo. 

En lugar de inventar recursos que ni nos van ni nos vienen y espots televisivos de plástico, solo había que escuchar a Iranzo. Bastaba, al fin, con eso. Su enseñanza -la persistencia, aunque sea silenciosa, acaba dejando una huella- muestra una manera sobresaliente de entender el Valencia; es la manera: hay unas barricadas diarias, el resultado y el marcador, poner a parir al medio centro de turno, acordarse de la madre del falso nueve, desear una revolución (otra, otra más) en la directiva, mirar la clasificación y darle la vuelta… Pero por encima de eso, sobrevolando firme y contundente hay una convicción más poderosa, la de que uno es del Valencia por raigambre, afinidad, por una pasión irracional, pero lo es sobre el resto de las cosas. 

Por ello es tan absurdo atender a los que abjuran de su condición por cualquier mala década repleta de resultados horribles. La lección Iranzo muestra que no va de eso, va de algo bastante más trascendente.

Por eso, también por eso, cada vez que en el timeline de Twitter veo aparecer una foto de la cuenta Viachers (o sea, @viachers) retumba el mismo espíritu. Viajeros de aquí y de allá ataviados con distintivos propios. Residentes por el mundo, o solo visitantes. La Habana, Praga, Patagonia, Irlanda, Las Vegas, Nueva York e incluso Leganés. Un proyecto de un jóvenes valencianistas para catalogar las imágenes del valencianismo en plan nómada. Deberían aumentar la intensidad de su proyecto; hace más bien que decenas y decenas de ruedas de prensa. 

Son solo fotos, pero el mensaje vuelve a ser el mismo: hay algo que va más allá de la clasificación, del acierto o el fallo, la convicción que se sobrepone a los varapalos y las crisis más insospechadas. Es una alarma sonando sin poder posponerla, señalando que lo importante no es la coyuntura, es lo otro.

En lugar de seguir dedicados al peor seguidismo, a querer parecernos a los que no somos y diluir la personalidad en una torpe imitación de los clubes más tecnificados, deberíamos recordarnos lo que sí somos. Iranzo, tantos ‘viachers’, son toda una llamada al orden. Déjemonos de chorradas. 

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