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análisis | la cantina

Volvic y su singular carrera

Foto: David Gonthier.
26/05/2023 - 

VALÈNCIA. La mesa donde trabajo en casa está llena de pequeños fetiches que he ido recopilando con el tiempo. Hay de todo. Desde uno de esos gatos que mueven el brazo a dos pequeñas cacas de plástico, una rosa y otra azul petróleo, que me regaló un entrevistado que hace un taller para niños en el que, entre otras cosas, construyen con una impresora 3D estos zurullos con ojos. Pero también tengo una púa de mi amigo Iraitz Cordero (famoso en el mundo entero), un incipiente músico de Zarautz, tengo también un dinosaurio amarillo chiquitito, un trozo del ‘trencadís’ blanco que se desprendió del Palau de les Arts hace años, un pin del Mundial de atletismo de Osaka 2007, dos del Mundial de Valencia 2008, un pedazo de tartán del Estadio del Túria y otro del Palau Luis Puig. Al otro lado tengo el calendario de mi amiga Marta Hortelano.

Esta semana he incorporado dos nuevas piezas: un par de piedras, dos cubos de unos dos centímetros de ancho por dos de alto que me he traído de Volvic, un pueblecito de Francia rodeado de bosques exuberantes y volcanes dormidos. La piedra es negra y porosa porque está compuesta de roca volcánica. Me he aficionado rápidamente a cogerla y manosearla porque me gusta su tacto, lo que se siente al rozarla con la yema de los dedos. Cuando la cojo, me da la sensación de que cojo un pedazo de Volvic y que ahí dentro, condensado, está todo lo bueno que disfruté en este viaje.

Las piedras de lava me las regaló Thierry Courtadon, que es un hombre que hace unas esculturas impresionantes -algunas de gran tamaño lucen en Japón, Inglaterra o Estados Unidos- en su taller de Volvic. Thierry también es uno de los fundadores de la VVX, la Volvic Volcanic Experience. La VVX es un trail que discurre por el Parque Natural de los Volcanes de Auvernia y que se desgaja en seis distancias diferentes: 15, 25, 43, 80, 110 y 224 kilómetros.

El artista fundó la carrera con Jean-Michel Chopin, un hombre de 72 años que trabajó como alto ejecutivo en España, México, Irán, Dinamarca, Polonia, Singapur, India y China. Los últimos años fue el presidente de Volvic, la empresa que comercializa el agua mineral que proviene de una de las reservas naturales más grandes de Europa en la región de Auvernia y que se nutre del agua de lluvia que cae sobre la montaña y se filtra durante cinco años a través de seis capas de roca volcánica.

Chopin y Courtadon se definen como dos locos que no quisieron hacer una carrera de montaña sin más, otra más, sino que se propusieron crear un concepto que se basa en el respeto por la naturaleza y la educación medioambiental, la solidaridad, las relaciones entre los corredores y el entretenimiento de los niños y otros familiares que acompañan al corredor. Y el plan es el siguiente: corren el viernes durante todo el día, festejan por la noche y el sábado lo dedican a conocer el territorio. “No queremos élites que vengan, corran y se vayan sin haber visto nada. Correr y regresar sin saber lo que pasa aquí no tiene sentido. Eso es correr sin comprender. Y cuando empezamos a comprender, entonces podemos respetar las cosas”.

Lo primero que hacen es organizar variadas y entretenidas actividades para los niños que viajan hasta Volvic con los corredores. Porque cuando Chopin iba a correr un trail, veía que su mujer y sus hijos se aburrían soberanamente. Así que la organización les tiene preparados varios juegos desde primera hora de la mañana: una especie de rápel por las cuerdas que cuelgan de los árboles a diez metros de altura, un biatlón sin nieve ni esquís donde los niños corren y disparan con rifles de juguete, pruebas de orientación dentro de un laberinto… Y para las parejas de los corredores hay caminatas con guías de montaña que explican a los visitantes las peculiaridades del terreno.

Cuando el corredor alcanza la meta no se encuentra un lugar desangelado donde los corredores más rápidos ya están conduciendo hacia sus casas. La meta es una fiesta. Allí se topan con música en directo y una zona de ocio donde reponer las fuerzas con cervezas y mucho ambiente. La cena se organiza en mesas corridas que tienen la función de juntar y mezclar a los corredores para que, al final, se estrechen los lazos y acabe formándose lo que Jean-Michel Chopin define como “la familia de la VVX”. En México aprendió que una barra con bebidas favorece las relaciones entre las personas. Y eso hace: poner una barra y un concierto en directo.

Volvic está a veinte minutos de Clermont-Ferrand, donde hay un aeropuerto que conecta con València con vuelos de hora y media de duración. Pero el requisito, para disfrutar de Volvic como pergeñaron los fundadores de la VVX, es quedarse también el sábado, el día destinado a dar un paseo de catorce kilómetros en los que ver la naturaleza que rodea al pueblo y probar algunos de los platos típicos de la zona.

A mí me gustó la experiencia y cada día la saboreo y la recuerdo cuando toqueteo los dos trocitos de lava solidificada que tengo en mi mesa, que está lejos de aquellos bosques preciosos, de aquellos cráteres cubiertos de vegetación y de la cabaña donde dormí y donde cada mañana me sorprendía admirando la campiña a través del enorme ventanal que tenía delante de la cama.

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