Nuno parece otro. Errático, ido, con la soberbia que en contra se convierte en soledad ante el precipicio, y sin nadie que crea realmente en el trabajo. Sí, entrenan. Sí, salen a jugar. Pero no creen
VALENCIA. A esa hora del martes en la que el que más y el que menos andaba bajando la persiana en sus trabajos después de escuchar las noticias de San Petersburgo, la cosa pintaba mal. Y mientras fregábamos los platos de la cena con la mosca tras la oreja y buscando teles para ver el fútbol que Nuno si ve, llegó Coulibaly para marcarse un M'bia y darnos la bajona, convirtiendo de un plumazo el miércoles en otro lunes negro. Y a la herida del resultado, de la imagen y de las posteriores declaraciones en rueda de prensa, le cayo media salina de Torrevieja. Y ahí es cuando empezó a picar de verdad la cosa.
Sería de ilusos pensar que este equipo iba a ganar la Champions. Lejos, mucho, quedan las finales de París y Milán. Incluso la de Goteborg. Pero el planteamiento inicial de 'el año pasado quedamos cuartos, este año iremos más arriba porque tenemos un año más de experiencia' se desmorona como un castillo de naipes al abrir una ventana. Y quisimos mirar hacia otro lado cuando Alcácer nos marcó casi al final para meternos en la previa de Champions pensando en aquello de los medios justificados para obtener el fin. Y nos reafirmamos con aquel golazo de Negredo que nos volvía a las noches europeas con aroma a grande, a pool televisivo, a pasta gansa y a medirse a los mejores porque quizá 'el primer tramo de la temporada estaba diseñado para pasar la previa'.
Pero no quisimos ver las señales. Pasamos por alto aquello de la Copa del Rey 'la liga es lo importante para llegar a la Champions' repetido como credo, dejando pasar la oportunidad de una marea naranja en una hipotética final, con el cuadro por el lado fácil, les recuerdo. Justificamos algunas ausencias del equipo en general por la insultante juventud de la plantilla 'cuando se consoliden en un par de años, con este modelo de juego, llegaremos lejos'. Incluso las prisas de los proyectos se almacenaban en el cajón del olvido con la entrada de Peter Lim en el club 'ahora que hay paz institucional, el modelo no entenderá de urgencias, es un plan a medio/largo plazo'.
Y todo por el bien querer. El valencianista de corazón es capaz de sacrificar pequeños peones para dar jaque al rey. Él sueña con que vuelvan Benitez, Ayala, Baraja y Albelda, con otros nombres y otras caras, pero marcando una línea clara. El valencianista quiere que Rafa Mir sea un nuevo Raúl (perdón) y que marque historia en el club y en la selección. Y sacar pecho de ello, independientemente de su representante. El valencianista quiere que el dueño sienta el dolor en el pecho cuando palpa, desde la tele o desde la grada, que los jugadores de su equipo no lo han dado todo en cada partido, él que daría tres años de su vida por vivir lo que viven estos insolentes millonarios. Y sobre todo, el valencianista escucha la rueda de prensa regada con horchata de Nuno y se enciende, porque él quiere sangre, testiculina y menos postureo con la grada.
Pero quizá este sea el modelo de ahora. Quizá Lim tiene un plan de viabilidad en el que la inmediatez no entre en el vocabulario y la toma de decisiones en caliente menos. Pero Nuno, entrenador que ha demostrado no ser mejor que portero, va a ser incapaz de reflotar esta nave. De hecho, Nuno parece otro. Errático, ido, con la soberbia que en contra se convierte en soledad ante el precipicio, y sin nadie que crea realmente en el trabajo. Sí, entrenan. Sí, salen a jugar. Pero no creen. Y no están Alves ni Otamendi para unir, Gayà parece un recién llegado cuando el año pasado parecía Tendillo y los delanteros sufren para poder tener alguna pica en el Flandes del área rival.
Nuno ha conseguido ser el (in)digno heredero de los partidos de ruleta rusa de anteriores entrenadores, como Emery, Pellegrino o Djukic. Y ha demostrado la misma torpeza en la gestión del vestuario que este último. Nosotros que pensábamos que la solidez del primer Ranieri, Cúper, Rafa, Quique, Valverde e incluso Pizzi iba a tener una continuidad este año, nos hemos encontrado con una involución que nos hace pensar que estamos en el pasado, de no ser por ver el bonito escenario que ahora es Mestalla.
Y si Nuno se marcha mañana, o lo echan, ¿qué? ¿Quién comanda la revolución? ¿Quién dirige la dirección deportiva? ¿Está sondeado el mercado? ¿O es Gestifute? ¿Orban, De Paul, Negredo, Mina seguirán en enero? ¿Danilo es el Felipe Augusto de esta temporada? Cuando se perpetró una revolución parecida, Rufete comandó los pasos y, con más o menos acierto, casi logramos irnos a Turín, que hubiera sido una inflexión después de vagar por el desierto.
Pero me temo, querido lector, que solo nos queda mirar, despotricar, desear una espontaneidad que vuelva cañas las lanzas y seguir animando al escudo, que es perpetuo y abrazarse a la lealtad de los colores, que es innegociable. Los portugueses se han convertido en los nuevos argentinos en esto del fútbol. Se saben vender muy bien. Y Mendes le habrá vendido a Lim que Nuno es el hombre ideal. Y que si estos jugadores no valen, traerán a otros que si hagan funcionar la maquinaria. Que no es el cestero, que son los mimbres.
Y con esas nos vamos a quedar. Aunque podría ser peor. Visualicen por un momento a D'Alessandro de entrenador, con su vehemencia de chiste y su labia chillona de baratillo. Acojona, ¿eh?