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Ya nadie se ríe del Valencia CF

30/08/2021 - 

VALÈNCIA. Queda un mundo, es pronto para sacar conclusiones y en esta selva del fútbol, con perdón, se pasa de puta a monja por un simple resultado. Y viceversa. Sin embargo, desde la cautela y la prudencia, tres partidos sí son suficientes para sacar una gran conclusión. 

El valencianismo, que gracias a Peter Lim y Meritonia - coypright Pascu Calabuig- han sido mortificados durante estos años con la peor gestión de la historia del fútbol europeo, por fin reconoce un equipo capaz de representar el 'sentiment' en el campo. El valencianismo, que no pretende que su equipo,con cuatro cañas, pase a ser el Milán de Sacchi o el Ajax de Cruyff, por fin se siente pagado por un equipo que destila identidad, ilusión y empuje. 

Y el valencianismo, que durante dos largos años se ha sentido el chiste fácil en la oficina cada lunes, ahora siente que algo ha cambiado. Durante estos dos tristes años, todo Dios se reía del Valencia. Ahora, con José Bordalás en el banquillo, ya no se ríe nadie.

Nada como para enamorarse, como para partirse la camisa o como para lanzar las campanas al vuelo, pero más que suficiente para comprender, procesar y asumir que, de una vez por todas, ha llegado un entrenador capaz de hacer creer a esos jugadores que son mejores de lo que creían. Como dice Simeone, el campo no engaña. Y ahí se ve lo que está pasando. Los mismos jugadores que durante meses se arrastraron dando una imagen impropia del Valencia son los que ahora están convencidos de que deben y pueden dar más.

Este Valencia transmite seriedad, organización, fortaleza, rocosidad y despliegue. Orden, rigor y presión. Si tiene que protegerse, se aplica en el repliegue. Si tiene que correr, sale al espacio poseído por una furia. Y si tiene que sufrir, disfruta con el castigo para crecerse Queda un largo camino por recorrer, vendrán los malos resultados, asomará la cara de la derrota y quizá durante algún mes las cosas no salgan como todos desearían. Está por ver. Lo que nadie puede negar es que el salto de calidad del grupo es evidente. Tanto, como que el entrenador necesita que le den armas para poder perseguir todos los objetivos que el escudo demanda, la camiseta exige y la afición merece.

Que nadie pase de cien a cero, ni de cero a cien. Que nadie en la fiesta de Blas se tome una copa de más. Y que nadie crea que el Valencia está para lo que todavía no está. Y aunque sea difícil minorar esta ilusión creciente, que el personal siga con los pies en la tierra. Queda mucha tela que cortar y mucho por demostrar. Eso sí, que nadie pretenda ignorar lo que sí está ocurriendo, porque negarlo sería de necios. Hay química entre el entrenador y el grupo. Hay confianza en lo que se está haciendo y hay hambre de triunfo.

Antes de Bordalás, el verbo favorito del grupo era perder. Ahora, en apenas tres partidos con el nuevo entrenador, el verbo favorito del Valencia CF es competir. Eso nadie podría negarlo. Sería del género idiota. Este VCF compite hasta el tuétano. Y eso es un pequeño paso para la historia centenaria del club, pero un paso gigante para la ilusión del valencianismo.

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