Aves disecadas, un meteorito... y poco más
Respecto a las piezas salvaguardadas, la gran mayoría fueron animales disecados, “sobre todo aves, algunos mamíferos y reptiles, pero, por ejemplo, no se logró rescatar ningún ejemplar de peces ni anfibios”, explica Javier Lluch, Director del Departamento de Zoología de la UV y Delegado para la conservación de colecciones de Historia Natural. Los estudiantes voluntarios iban rompiendo vitrinas entre las llamas “y sacando de allí lo que podían. Si a una zona era imposible acceder por el fuego, se hacía imposible recuperar nada de allí”. Las pocas muestras que no sucumbieron al incendio quedaron disgregadas en diferentes departamentos de la Universitat. Fueron los profesores e investigadores de la institución quienes, de manera voluntaria, se encargaron de conservarlas durante las últimas ocho décadas “es imprescindible valorar no solamente que se lograran rescatar, sino que hayan llegado hasta nuestros días”, apunta Garcia-Forner. Y ahí se han mantenido, esperando su momento para poder volver a la vida pública. Sí sobrevivió el meteorito València -de 33,5 kilos y uno de los escasos ejemplares españoles autentificados en los últimos 100 años- pero no lo hicieron los documentos que estudiaban la ubicación exacta o la fecha de su caída. De hecho, actualmente sigue sin conocerse la procedencia de este objeto espacial.
En cuanto al observatorio astronómico, promovido por Ignacio Tarazona, su cúpula de cartón piedra fue pasto de las llamas y la mayoría de instrumentos con los que contaba el enclave quedaron inutilizados, excepto el telescopio Grubb. Mejor suerte corrieron los fondos de la biblioteca, primer espacio al que acudieron los equipos de rescate y donde se logró tanto controlar el fuego como salvar gran parte de los fondos impresos. La caótica gestión del suceso provocó varios días de protestas estudiantiles que fueron disueltas por la Guardia de Asalto y se saldaron con decenas de detenidos y la llamada a la dimisión del alcalde, quien, tras la crisis de legitimidad sufrida durante esos días, acabaría dimitiendo varias semanas mas tarde.
Casi un siglo después del desastre, las causas concretas del incendio no están del todo claras: todo indica que la combustión se originó en el laboratorio de Química, “aunque no se sabe muy bien qué sucedió allí”, sostiene Garcia-Forner. Pero la destrucción de los fondos museísticos no se debió únicamente a la acción del fuego. Como explica la conservadora, muchas piezas no se quemaron sino que se perdieron durante el desescombro de los días siguientes “que fue tan caótico como las mismas labores de extinción”, a pesar de que docentes y alumnos volvieron al lugar del suceso para intentar recuperar lo que fuera posible. “Suponemos que, como el suceso había causado tanta polémica, las autoridades del momento decidieron que había que dejar la zona limpia cuanto antes para no seguir recibiendo críticas”, señala Lluch. Así, huesos de incalculable valor científico o muestras geológicas de gran importancia fueron retiradas del enclave junto con los cascotes del edificio que había quedado en ruinas. “Se lo llevaron todo por delante como si se tratara de piedras cualquiera”, apunta el zoólogo.