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Bombeja Agustinet!  / OPINIÓN

¿El Yunque?

22/06/2023 - 

VALÈNCIA. Sé que esperáis un análisis sesudo de la actual situación que invite a la esperanza, un clavo ardiendo al que aferrarse, un ideal por el que luchar, aunque sea utópico. Vivimos un momento de crisis y desconcierto, pero no puedo ofrecer nada de eso. Sigo atenazado por la tristeza, como muchos de vosotros. Cuando el árbitro pitó el final y los jugadores blaugrana se dejaron caer sobre el césped, hundidos, ahí estábamos todos nosotros, los 25.000, con ellos. Había un silencio denso. Se escuchaba, como un eco lejano, la inesperada euforia de los babazorros, con sus banderas, sus cánticos y sus lágrimas de alegría, como el atrezzo impostado de una mala película que, sin embargo, jamás olvidaremos. Sollozamos, nos abrazamos, dejamos ir la mirada perdida. Ni siquiera me apetece escribir del partido, del planteamiento cagón, de la superioridad alavesista hasta la prórroga, de los largueros de De Frutos y Pepelu, del penalti. ¿Para qué?

Muchos decís que el yunque de la adversidad está aquí de nuevo, pero no es cierto. Por cruel que fuese el final, el Llevant no tuvo mala fortuna, ni durante la temporada, ni en el último partido. Al contrario. Llegó al playoff tras una liga mediocre, pese a tener una plantilla que ya hubiesen querido López, Pimienta o García. ¿A qué jugó el Llevant, durante un sinfín de encuentros? A especular y a verlas venir, sin determinación. Y, pese a ello, estuvo a punto de ascender. Sin fútbol y sin ambición. O sea que nada de yunque. El final fue cruel pero llegamos a la prórroga de milagro, gracias a Femenías y a la falta de acierto rival. Y Quico, que no ha dado ni una explicación, ha premiado con la continuidad a los dos responsables directos del fracaso, Miñambres y Calleja. Eso se ha filtrado.

Nada de yunque, por tanto. Una concatenación de desaguisados, más bien: deshacerse de Tito para colocar a unos amigos, echar a Paco López en la jornada 8, traer a Pereira, no dar continuidad a Lisci y fichar a Nafti, no echar a Calleja (y a Miñambres) en marzo y buscar un revulsivo, cuando era obvio que no estaba sacando partido a la plantilla más cara de la categoría.

El levantinismo ha remado por el ascenso y por el futuro del club, sin mirar más que el escudo. Como nunca antes. Jamás hubo tanta gente, tan joven, tan implicada. Qué pena, todo ese caudal, desangrándose de tristeza. Quico ha hecho cosas bien, por supuesto, pero quedan solapadas por su error más grave: aislarse de esa afición, darle la espalda; refugiarse, ensimismarse y, a la postre, empequeñecerse entre su guardia pretoriana de palmeros.

Sus errores de gestión deportiva nos impedirán tener un presupuesto competitivo y llenan de nubarrones nuestro futuro. Ante esta situación, apena ver al presidente, en quien muchos confiamos, tratando de escapar de una realidad hostil en su torre de marfil, huyendo hacia adelante. ¿Qué fue de aquel Quico ilusionante, hoy engolado por el poder, incapaz de hacer autocrítica, gobernando para el pueblo pero sin el pueblo? ¿Qué fue de quien debía liderar esa anomalía de nuestro fútbol que era un club de sus accionistas, humilde, con valores, orgulloso de los logros de la constancia y el ingenio, plural, transparente, transversal, nuestro puto Llevant? ¿Qué fue de ese sueño?

Llama a la puerta un tiempo nuevo de millonarios exóticos y de sus cantores, de inversores, “todos no son Lim”, nos dirán. Hoy por hoy el levantinismo, sin apenas masa crítica, no tiene alternativa plausible a Quico. Es ese contexto de desesperación el que alimentará a iluminados, especuladores y fondos buitres. Incluso Quico, si se ve entre la espada y la pared, podría ser el inspirador.

¿Qué será de nuestro sueño y del anhelo y sacrificio de 114 años de levantinistas? Quico podría haber tenido una estatua de bronce en la tribuna de Orriols y parece haber optado por la senda de Villarroel, aunque éste fuese máximo accionista y él no. Qué triste acabar así la temporada en que por fin vimos reconocida nuestra Copa del 37.

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