Hoy es 11 de octubre
ALICANTE. Bien haría Enrique Ortiz en encomendar cuanto antes a Carlos Parodi que negocie con el promotor de La Bouche (Adans Peres, exmarido de Carolina de Mónaco, para más señas) el alquiler de las lonas de su teatro de cabaret actualmente instalado en el aparcamiento del fondo norte del estadio José Rico Pérez (sí, en terrenos de la Iglesia).
Después de la penúltima función representada por el vestuario del Hércules, la tangana protagonizada por Benja y Moha la mañana del miércoles, Ortiz podría diversificar aún más su negocio y, si al final el equipo blanquiazul no salva la categoría, aprovechar para darle un uso a las equipaciones de Kelme y demás existencias de la tienda oficial.
Así están las cosas por Foguerer Romeu Zarandieta a cuatro días para recibir al Olot en un partido en el que el técnico Jesús Muñoz se juega el puesto y, en palabras del director deportivo Javier Portillo, el plantel tiene la primera de las cuatro oportunidades ligueras a lo largo de las que habrá de ganarse el indulto.
Como bien venían a decir los capitanes en su comparecencia para pedir perdón en nombre de sus compañeros "por manchar el escudo", ha llegado el momento "de la gente que quiera trabajar, que esté comprometida y tenga amor propio". Ya puede ser así porque de lo contrario serán cómplices de la desaparición de una entidad histórica del fútbol español y de Alicante.
En sus 97 años de historia pero especialmente desde mediados de la década de los 90 hasta ayer mismo (y qué les voy a contar de los últimos 20 años), el Hércules ha protagonizado hechos bochornosos (tanto como entidad como a título individual algunos de sus integrantes) dentro y fuera de los terrenos de juego, pero ahí sigue, lo que puede lleva a pensar erróneamente que es indestructible. Pues no, no nos engañemos; el herculanismo de sus aficionados es a prueba de bombas, pero tanto ellos como el club no son inmortales.