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opinión

Adaptarse o morir

10/11/2018 - 

VALÈNCIA. La mochila de partidos no ganados pesa como una losa en la espalda del Valencia. Pesa en la espada de equipo y cuerpo técnico por ver dificultada la consecución de los objetivos establecidos, pesa en la afición por ver mermado el nivel de felicidad alcanzado la temporada pasada que había dado paso a un fe inusitada en la temporada del Centenario y… pesa también en la entidad porque las complicaciones financieras se verían multiplicadas de manera exponencial de no hacerse un hueco en la Champions 19-20. Y con esa mochila debe afrontar el equipo el partido de  esta tarde en Getafe, una vez más, como si de una Gran Final se tratase. Aunque suene ya un tanto vacío por tantas veces repetido, nada que no sea la victoria servirá para mejorar la salud clasificatoria del enfermo que necesita puntos como el comer y hay que hacerlo en el Alfonso Pérez, con Bordalás en el banquillo y frente un equipo aguerrido y expeditivo que sabe aprovechar hasta el extremo el margen de maniobra que el árbitro le pueda conceder. La presencia del VAR, como nos recuerda Santi Mina, por aquellos ‘detalles’ que se le puedan escapar a De Burgos Bengoechea pueden resultar determinantes en el proceder del equipo madrileño aunque, más allá de su dureza en el juego, habrá que reconocerle que –con el VAR vigente desde que arrancó la temporada- la campaña del Getafe hace presagiar que el choque de esta tarde será cualquier cosa menos fácil. La temporada pasada corrieron ríos de tinta acerca de la contundencia con la que- sobre todo- Damián Suárez se empleó en el partido que supuso para los de Marcelino el final de la impresionante racha inicial de temporada y… no faltaban razones para la protesta pero, más allá, del derecho al pataleo, quedó bastante patente que el Valencia no fue capaz de adaptarse al tipo de fútbol que propone Bordalás y quizá sea por ello que Marcelino se haya encargado estos últimos días de recordar a su plantilla que hay que saber contrarrestar ese tipo de argucias para salir airosos de Getafe. El conjunto de Bordalás es correoso, incómodo, antipático en su fútbol y contraproducente para los problemas que el Valencia exhibe cuando le invitan a manejar el partido pero… en esa plaza toca torear y es más necesario que nunca hacerlo bien o… hacerlo mal siempre que sirva para ganar.

Esta tarde se presenta la oportunidad perfecta para mostrar que lo avanzado en Mestalla ante el Girona y la victoria de Champions ha obrado en la plantilla el cambio que todo el mundo demandaba. Y el cambio lo ha oficiado Marcelino sin tocar el sistema y perseverando en la presencia de Soler por la derecha porque el cambio ha consistido, fundamentalmente, en aparcar el Excel, olvidar la necesidad de poner en el escaparate a los recién llegados para justificar su fichaje y hacer que jueguen aquellos que transiten por un buen momento y quienes, de verdad, estén comprometidos en la urgencia de ganar. De ganar desde la humildad y ganar anteponiendo el concepto de equipo al del lucimiento particular y el gesto más significativo en ese sentido es, sin ningún lugar a dudas haberse dejado en casa a Michy Bathsuayi tras sus reiteradas muestras de individualismo. Dicha decisión supone una seria advertencia al futbolista y, al mismo tiempo, un guiño al vestuario que vivía de manera algo incómoda la anárquica actitud del futbolista belga.

A ver si hoy se persevera en dicho espíritu y el equipo es capaz de adaptarse a las peculiaridades que propone el rival regalando a la afición valencianista un motivo sólido para seguir confiando en la mejora de su equipo.

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