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OPINIÓN

Ahora, vascoargentinos

La cantera siempre sirvió para cimentar los buenos equipos del murciélago, pero no para hacerlos competitivos. Esa tarea recayó en vascos o en argentinos. Y ese debe ser otro ingrediente extraviado a recuperar, volver a llenar el XI de vascos y argentinos. De argentinos de verdad

7/06/2017 - 

VALENCIA. Entramos en la etapa más maravillosa del año, el verano. Los meses de los multidramas y los escándalos. Dramita ante las finales de mayo al no verte ahí por mamarracho. Dramita si el Atlético ficha a Kranevitter o Jackson Martínez en lugar de hacerlo el Valencia. Dramita por no fichar a todos los jugadores del mundo mundial, Maradonas ellos. Dramita si el 31 de mayo no has fichado a 20 y vendido a 54. Dramita, dramita, dramita...

Aunque el drama oculto, el verdadero drama, resida en una dolorosa verdad: Mientras no tengas a un Casemiro, o a dos de ellos, sólo aspirarás a ganar el Trofeo Naranja.

Ahora que parece que la normalidad, la simple y austera normalidad, apareció en nuestras vidas aterrándonos ante la falta de costumbre, buscándole con ansiedad el truco por lo poco que nos fiamos de su presencia, abogo por repantigarse en la hamaca y dejar que ella se ocupe de todo. ¿Qué más hacer? Total, el Valencia ya está muerto para el fútbol moderno; esto sólo puede salir bien.

Porque será ella, la normalidad encarnada en Marcelino, en Vicente y sus aristócratas en asuntos de ficherías, o en Mateu, la que se encargue de aniquilar finolis, engañabobos y aislar en el ridículo las exigencias de los avinagrados. Trayendo lo realmente necesario y no lo que desea la sinrazón expulsando todo lo que distorsione los predicamentos de su obra. Sabedores como son que es capital construir un buen sistema defensivo, un bloque severo, y no gastar el dinero en cromos. Porque tu problema está en la manera de trabajar, en exceso de tipos que se quedan mirando obnubilados en el regate mientras el resto naufraga sin apoyos ante las acometidas rivales. En ausencia de jugadores de intensidad y trabajo.

Una de las mayores virtudes de este Valencia decadente fue conseguir lo más difícil del fútbol, democratizar el gol. Ser capaz de tener goleadores en todas las líneas del campo, llevándole sistemáticamente a ser el cuarto o quinto club más anotador de la categoría. El drama ―esto sí es un drama― es haber encajado 200 (198 exactamente) en las últimas temporadas anotado 223; suficientes para alcanzar el cielo.

Los diagnósticos están bien hechos, las primeras medidas insinúan un tratamiento adecuado. En esta evocación orgásmica a los orígenes incluso los hay que salivan viendo el auge de una nueva hornada de canteranos tras una prolongada sequía. Y está fenomenal, porque la cantera siempre sirvió para cimentar los buenos equipos del murciélago, pero no para hacerlos competitivos. Esa tarea recayó en vascos o en argentinos. Y ese debe ser otro ingrediente extraviado a recuperar, volver a llenar el XI de vascos y argentinos. De argentinos de verdad.

Trata de una relación tan vieja como el mismo mundo, iniciada en Algirós con Guerendiain, el primero de su estirpe en dar brincos con la zamarra blanca en los instantes iniciales del Fé-Cé; copando los años 40 con alineaciones de hasta 8 jugadores norteños. Un modelo tan reconocible que Antonio Valencia en 1975 exigía en una editorial de Mundo Deportivo, en idéntica situación a la de estos últimos dos años, recuperar «el estilo vasco-valenciano» para resucitar al equipo de Mestalla.

Aunque la apertura de fronteras trasladó el idilio con el botxo a la Pampa, el molde siguió siendo el mismo en la modernor.

Responde a esa clase de cosas antiguas, sabias, incrustadas en el ADN de la vida que actúan por sí solas moviendo el mundo a costa de la razón, como que el Madrid gane Copas de Europa aun sin saber dar dos pases seguidos, o que el Valencia sólo triunfe cuando se hace bronco y no gasta millonadas, que hay que respetar sin esperar a entenderlas.

Es tan extraña la pátina de normalidad aplicada durante estas últimas semanas, tan revolucionarios los pasos emprendidos para regresar a aquello que siempre funcionó, que lo observas todo escandalizado, gritándole al periódico (porque la tv nos la cerraron y a la radio le cogimos alergia): ¡¡Pero qué hacen regresando de Manchester sin otro Aderllan Santos!!

Realmente, empezaré a creérmelo cuando llenen el equipo de vascos, o argentinos. O de algo mejor, de vascoargentinos. La mezcla definitiva para levantar la Champions.

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