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13 de noviembre / OPINIÓN

Alessio, Felipe y el partido a partido

1/03/2022 - 

VALÈNCIA. Lo mejor de la tercera victoria de la temporada fue que el aficionado volvió a casa con una sonrisa, orgulloso de los suyos y deseoso de que llegue cuanto antes el siguiente partido. El Ciutat vio por fin a su equipo, al que quiere, con el que se siente identificado, a una versión dominante, que sabe gestionar las emociones y que logró que los detalles giraran a su favor. Con estos mimbres, esta mentalidad intensa y comprometida, y además jugando al fútbol así, hay matemáticas y tiempo. No sé si dará para obrar el milagro de los milagros, pero dolería menos si se acaba cayendo a Segunda y no sería tan traumático construir un hipotético proyecto de regreso inminente a la máxima categoría. El equipo ha reconectado con el granota de base, con el que más sufre, pero sería inconcebible relajarse. Para evitarlo no hay que mirar más allá del encuentro inminente. Y, como Alessio dejó muy claro, hay que seguir calladitos y trabajando.

El Levante ha resucitado y parece que ahora sí que ha escarmentado de tanta metedura de pata y ya no volverá a tropezar en la misma piedra. Crucemos los dedos. Que así sea. Hay un camino trazado (o eso se atisba), en línea recta y sin atajos. Una combinación de actitud, intensidad y dignidad que ha tenido recompensa con esos siete puntos de los últimos nueve. El desbloqueo mental es un hecho. La lucha siempre tiene recompensa. Cuando se deja la piel en el campo, esa entrega se devuelve con aplausos y todo empieza a fluir. Está aún complicado, pero ahora un poquito menos. Que este segundo ‘sí se puede’ que entonó el Ciutat no se vuelva a dilapidar de una manera incomprensible.

Hace menos de dos semanas, a trece puntos de la permanencia y con el pensamiento  en la División de Plata, no había motivos para creer en lo imposible. Ahora no hay que hacer cuentas ni analizar la clasificación e insisto en la obligación de proyectar únicamente la mirada en la siguiente reválida: la del lunes 7 en San Mamés. Por cierto, lo del Levante con los horarios es de traca, de alzar la voz por mucho que sea el peaje que pagan los clubes al estar tan atados a la televisión. Eso y que lo hemos hecho tan rematadamente mal que nos ha tocado acostumbrarnos a jugar viernes o lunes y, principalmente, a las 14 horas, ya sea sábado o domingo. Hay que sobreponerse a todo y luchar contra todo para pasar de ser el equipo con peor racha de la historia de la competición al que acaba firmando una reacción sobrenatural que también sería recordada para siempre. Y repito que esto se podría conseguir si se mantiene la mentalidad de partido a partido.

Este Levante es una locura. Una montaña rusa de emociones. De la desafección más absoluta y vergonzante a dignificar un escudo por el que vale la pena luchar juntos. Este muerto está muy vivo. Una mutación con muchos nombres propios y con un punto de unión: hay un plan, un engranaje, una estructura. Una transformación necesaria desde la llegada de Felipe Miñambres, que ha dado orden y coherencia. Este cargo es imprescindible. Entiendo que había que esperar para incorporar a una figura con su prestigio y recorrido en el planeta futbolístico, aunque también sigo sin comprender que haya pasado tanto tiempo con este vacío, parcheándolo y dando la sensación de que se estaba desafiando a la suerte, sin apenas dar importancia a los daños colaterales que se sucedieran por el camino al estar sin una dirección deportiva.

Hacía falta una figura de autoridad que enterrara la improvisación, diera tranquilidad y dotara de profesionalidad al Levante. Hay ‘efecto Felipe’, como el propio Alessio asintió el viernes por la noche en rueda de prensa, pero en esta resurrección hay que ser justos y respetuosos con el preparador italiano, que ha dado un paso al frente cuando estaba menos respaldado que nunca. Es la diferencia entre un míster al que esto le vendría grande y hubiera tirado la toalla y otro que ha desafiado a un sinfín de factores externos y está cambiando el guión de una película que iba abocado al desenlace que nadie queremos y con un porrón de jornadas que hubieran supuesto una agonía insufrible.

Me alegro un mogollón por Lisci y el resto de su cuerpo técnico. Reconozco que había asumido que iba a ser una víctima más de todo el esperpento acumulado y que injustamente quedaría en el olvido. Porque lo que era la oportunidad de su vida se transformó muy pronto en un marrón aún más grande que la ilusión de dirigir en Primera División. Porque tuvo que echarse a la espalda responsabilidades que no le venían a cuento, quitándole tiempo en las que sí debía gastarlo. Y ahí ha sido clave Miñambres. Cada uno en su función y en constante comunicación para ayudarse mutuamente. No tiene ningún sentido debatir sobre quién tiene la propiedad de este despegue. Felipe no se apunta ningún tanto y Alessio escucha sus recomendaciones. Ese es el único camino. 

Por favor, no resquebrajemos un binomio que es vital que siga firme para luchar por la salvación.  Ayudemos entre todos a que sea cada vez más fuerte y al final de temporada ya habrá tiempo para extraer conclusiones. Porque hasta la llegada del astorgano, el italiano era entrenador, director deportivo y portavoz del club. Era la única voz a la que el levantinismo se agarraba. Un escudo que estaba desgastado por la exposición constante antes de conquistar el Wanda Metropolitano por segunda campaña seguida y, sobre todo, porque los resultados no estaban acompañando y su discurso perdía fuerza a la misma velocidad que el pozo se hacía más y más profundo. Se merece estas últimas alegrías y las que ojalá lleguen en adelante. Que por fin pueda focalizar sus esfuerzos en su responsabilidad de técnico de la primera plantilla es una enorme noticia.

Fiel a sus ideas y a su creencia en que la reacción podría ser posible, Alessio ha encontrado una base en la que progresar, sobre todo en la estructura defensiva. Parece increíble que el Levante haya encajado solamente una diana en los últimos tres partidos cuando era una autopista atrás y sufría golpes al más mínimo error. Los tres únicos triunfos han sido por dejar la portería a cero. Y en ese paso adelante, con el dibujo de tres centrales, Cáceres ha sido determinante. Está haciendo crecer a sus compañeros. Está inyectando esa agresividad e inteligencia que necesitaba la retaguardia, forzando a no encerrarse tan atrás. Es el primero que sale de la línea a presionar y gracias a su espíritu competitivo está haciendo mejores al resto. Róber Pier y Duarte parecen otros.

El 3-0 dejó más brotes verdes. De Frutos, con gol y asistencia, fue diabólico. Son ha explotado a banda cambiada y subsana sus evidentes carencias con compromiso e implicación. Morales abrió la cuenta en su encuentro 300, en una acción que nació en una recuperación de Roger tras perdida que normalmente era más propia del Levante que del rival de turno. E incluso Dani Gómez, muchas veces señalado por su egoísmo, fue generoso y dio en bandeja la guinda a Melero. Y lo de Pepelu es incuestionable. Otra exhibición del ’8’. No entendería un futuro sin él en la categoría que sea.

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