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Latorre, Iborra, Roger, Pepelu…

24/09/2021 - 

VALÈNCIA. El día antes de marcharse al Sevilla buena parte de la grada de Orriols aún le negaba el pan y la sal a Vicent Iborra, uno de los más grandes de las últimas décadas. En las escaleras del estadio algunos me afeaban las columnas que ponían en valor su talento. Los argumentos que esgrimían no merecen ni ser reproducidos.

Muchos años antes, en los 80, otro Vicent, Latorre, era puesto en duda, día sí día también, pese a haber sido el estandarte de aquellos años, entre los más difíciles de la historia del club. Otro de nuestros tótems, Roger Martí, resucitó viejas incertidumbres tras fallar el penalti y la ocasión más clara del partido ante el Celta.

Iborra suma 6 años en Orriols; Latorre y Roger entorno a una década. El de Moncada debutó de blaugrana en mitad de un incendio, el de la temporada 2007-08. Entre la desbandada general, De Biasi recurrió él. Su irrupción fue circunstancial.

Latorre era una de las joyas del juvenil que jugaba en la Malva-rosa, pero el club por el que hubiese matado se olvidó de él cuando marchó a hacer la mili a Madrid, tras haber prometido que le buscaría equipo. Al volver a Valencia tuvo que convencer al míster para que le dejase entrenar con el equipo.

Para Roger siempre fue más difícil que para el resto. Tuvo que callar bocas a base de esfuerzo, sacrificio y goles. Hasta el descenso de 2016, no se confió realmente en él… para Segunda. Sin su tozudería por triunfar aquí, se le hubiese dejado marchar.

Iborra fue esencial para el gran Llevant que nacería con el ascenso de 2009-10. Latorre se convirtió en el símbolo del estoicismo levantino. Roger es el gran ariete granota desde 2016. Son tres casos de levantinistas de éxito, a pesar de haber llegado al primer equipo contra pronóstico o por casualidad. A muchos otros se le cerraron las puertas de su casa y se trajo a futbolistas que ya nadie recuerda.

El martes Pepelu confirmó las sensaciones que ya apuntó en Elche y se convirtió en el mejor del partido, mostrando un despliegue de cualidades extraordinario. Está aquí por la presión popular y por el temor de Catalán a que triunfara en otro destino. Sin la plaga de lesiones quizá jamás hubiese tenido una oportunidad.

Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. La actual planificación deportiva es una broma de mal gusto, con las costuras obvias de este equipo y la incapacidad para restañarlas. Más allá de eso el Llevant tiene un problema grave: esa indefinición sobre el modelo deportivo que provoca bandazos y palos de ciego, y que tiene su evidencia más dramática en la falta de cariño, por decirlo suave, con la gente de la casa, ya una rancia tradición. Sacan pecho de alinear canteranos, pero son tan circunstanciales como Iborra, Latorre, Roger, Pepelu. Hacen de la necesidad, virtud. Sin rumbo, sin estrategia. Luego se dan cuenta que los canteranos aportan un plus: compromiso, identificación, conocimiento, sentimiento y plusvalía. Pero siguen a lo suyo, a lo de siempre. Y de ahí no salimos.

La visita a ca’n Barça, mientras, se antoja como una oportunidad única para puntuar por fin allí, algo inédito en Liga. Mal rival, aún así, para soportar cierta obligación de ganar, al fin, y rebajar de esa forma el irrespirable nivel de ansiedad ambiental.

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