¿Quién quiere un delantero?

VALÈNCIA. No toda la gente mayor –segmento social al que estoy a un paso de incorporarme– sabe de qué habla ni tiene razón, de la misma forma que la experiencia no puede ser nunca el principal argumento de análisis. Rotundamente no. Pese a ello me sorprende que personas de edad a las que tengo por razonables coincidan en que el Llevant lo que necesita es un delantero que meta goles para marcar diferencias y conseguir el ascenso directo. Creen que es realmente lo que nos falta. Para mí es un argumento equivocado, pero a base de escucharlo he reflexionado y he consultado datos. En el primer ascenso del 63 no hubo un gran pichichi de referencia: Wanderley marcó 11 goles; Domínguez y Torrents, 10; Haro, 9; Serafín, 8. Tampoco en el mítico de Preciado en 2004: Reggi, 12; Rivera, 11; Aganzo, 9; Congo, 8. Menos aún en el de Mané de 2006: Riga, 11; Harte, 9; Manchev, 6. Ni en el inesperado de 2010, con Luis García: Suárez 13 goles; Guerra, 12; Juanlu, 10; Xisco, 8. 

La anomalía, en realidad, la firmó el Llevant de Muñiz en 2017, cuando Roger (22) y Jason (10) firmaron el 56% de los goles de aquel ascenso. Con esta excepción, los tantos estuvieron siempre repartidos, pero el año que hubo un goleador de referencia, el Llevant consiguió el ascenso más plácido de su historia. Este curso se esperaba algo similar, con grandes futbolistas y el presupuesto más elevado. Muchos, sin embargo, ya se muestran resignados a la promoción de ascenso y confían, en todo caso, en un milagro para alcanzar el ascenso directo.

El Llevant de Calleja mete goles, aunque genera menos ocasiones y peligro de las que se esperan, dado el potencial que se le presupone. En todo caso le penalizan las mismas carencias defensivas que lo abocaron al descenso el curso anterior, sin que se haya puesto remedio. Se repiten errores groseros que cuestan puntos, truncan la ilusión de auparse arriba del todo, minimizan el trabajo del resto y hunden el ánimo colectivo. 

Aunque de vez en cuando, como en Leganés, se apunte Vezo, siempre son los mismos protagonistas: Son, Pier y Postigo. Sin embargo, Calleja persiste en ellos, descartando la opción para el centro de Muñoz (y Saracchi en la izquierda), siendo que el alicantino es hoy por hoy el mejor central de la plantilla. Lo de Son es punto y aparte: incapaz de centrar un balón en condiciones, una vez tras otra, en sus subidas por banda, huye de encarar defensivamente a los rivales, dejándoles espacios y desplazándose al centro de la zaga para que otros queden retratados en su posición. Son, Pier y Postigo alternan partidos decentes con errores garrafales. Probablemente el principal motivo por el cual el Llevant está a 5 y 4 puntos de Eibar y Las Palmas y sin sensaciones de mejorar clasificatoriamente, es que tiene la peor defensa de entre los equipos de arriba. Y eso sin menoscabo de que Calleja haya mejorado notablemente las prestaciones del equipo al enfrentarse al balón parado, uno de los dramas del pasado. En definitiva, los hay que sueñan con que llegue un goleador. Yo, sin embargo, cruzo los dedos para que venga un central (o dos) y que a Pubill, al fin, se le dé la confianza que merece para mejorar la banda derecha.

Hasta aquí el análisis futbolístico. Si vamos más allá hay muchos factores que influirán en las posibilidades de ascenso del Llevant, además del estrictamente deportivo. Uno fundamental es la convicción de la hinchada de que su participación y entusiasmo gana partidos y de que, en cierta medida, su aliento puede y debe compensar las carencias del equipo. Si miramos hacia atrás o escuchamos a la gente mayor (más mayor, vaya) comprenderemos que a veces se consiguen grandes objetivos aunque las cosas no funcionen del todo bien. El Burgos debe caer en Orriols. Y el levantinismo debe tomarse el partido (seguro que lo hará) como lo que es: una final ante un rival directo para no desengancharse de la parte alta.