Hoy es 6 de octubre
VALÈNCIA. El Llevant jugará este domingo a las 19 h. frente al líder Eibar, en Orriols. Si la final del Mundial entre Argentina y Francia tiene prórroga y penalties muchos aficionados levantinos que quieran verla llegarán probablemente tarde al partido más importante de la temporada hasta la fecha, el que puede aupar a la escuadra granota al liderato de Segunda, por primera vez. Tres días después jugará Copa, un miércoles a las 19 h. contra el Andorra y ya no volveremos a tener fútbol hasta el 6 de enero. Diecinueve días después del último partido liguero, tras un parón difícil de justificar, el día de Reyes a las 18:30 horas han programado el duelo frente al Sporting.
Viernes y lunes a las 21 horas, domingos a las 14 o las 21 h, viernes a las 18:30, jueves a las 19 h, etcétera. De los 24 primeros encuentros de este curso (2 de ellos de Copa) el Llevant sólo ha jugado ocho a una hora más o menos decente (incluyo como decente un sábado de agosto a las 22 h.). Es obvio que nuestro fútbol está gobernado por gente zafia e inepta que cobra millonadas y que jamás piensa en el aficionado, que lo desprecia sistemáticamente, que odia a las familias y a los niños, que nos viene alejando de los estadios desde hace años y que está apartando poco a poco, desprecio tras desprecio, a nuestra Liga de las mejores del fútbol mundial.
Habrá quien argumente que para mantener la burbuja del balompié patrio (que desde luego poco interesa a los auténticos amantes del fútbol) la premisa fundamental es que puedan ver un Lugo-Ponferradina en Singapur. ¡Venga ya! Hay formas de mantener los ingresos sin espantar a los hinchas, como demuestran en otros lares una y otra vez. Ya sucedió durante la pandemia que a nadie le interesaba en exceso un fútbol sin la tensión de unas gradas que vibraran. Pero los zoquetes que mandan en nuestro circo no son capaces ni siquiera de ver cosas tan obvias. Y así nos va.
••• Oídos sordos también en Orriols. El lunes habrá Junta general de accionistas del Llevant y Quico Catalán, arropado de momento por la buena marcha del equipo, se muestra cada vez más alejado del sentir de los que le examinamos, en evaluación continua; del sentir mayoritario del levantinismo. Todas las buenas palabras, durante estos trece años de mandato, para construir un Llevant cada vez más sólido estructuralmente y, por ello o gracias a ello, más de todo el levantinismo son sólo eso, palabras. La falta de hechos que las refrenden deja el crédito del presidente supeditado a que la pelotita entre, cuando no debería ser así, ni haría ninguna falta. El Llevant también es de la gente, como el fútbol. No olvidemos que pertenece, accionarialmente, a sus aficionados de base, a unos cuantos medianos accionistas y, en un porcentaje mayoritario, a una fundación pública. Pública, no les pase por alto. Pública. Algo que debería estar grabado a fuego en todas las oficinas de Orriols.