VALÈNCIA. “Es más divertido pensar en el futuro que cavar en el pasado” (Sara Shepard). Me encantó esta referencia de José Martí en su última columna. Tenía un punto optimista que necesitamos, aunque me cueste horrores creerlo. También me gustó la apostilla de Martí: “aunque la autocrítica ayude a crecer”. Y van a permitirme un giro: sin cavar en el pasado, el futuro puede ser de todo menos divertido. Podemos sacar pecho de reivindicar los ancestros y las lecciones que nos enseña la historia. En general, pero también en el fútbol. Sin historia y sin memoria no hay vida. Vida inteligente, quiero decir.
Llega el Getafe y Sanitat permite volver a llenar Orriols, si somos capaces, algo que no sucede desde el 22 de febrero de 2020, cuando 24.000 granotes presenciaron la victoria ante el Madrid (1-0), con el zurdazo de Morales a pase de Vukcevic.
Para el sábado, el lúcido colega Víctor López ha llamado desde su tribuna a una pitada discrecional. Contra todo y contra todos. Estoy de acuerdo en el diagnóstico pero no en el tratamiento. Me cabreo hasta límites inconfesables en nuestros vetustos y reformados escalones, pero no soy de pitar. No diré que nunca lo haya hecho. Seguramente en alguno de los presuntos biscottos que hemos sufrido. O cuando Villarroel dijo que cualquier día vería los partidos a puerta cerrada con sus amiguetes. Dos o tres veces en toda mi vida, quizás cuatro. De todas formas me escaman las masas clamando algo al alimón, con vehemencia y eslóganes simplistas. Me escama lo blanco y lo negro. El sí o el no. Los malos y los buenos. Podría ser un aliado del voto particular, lo cual no significa que no haga mías unas cuantas buenas causas. Pero la vida son matices. Así lo creo, aunque entienda el hartazgo y las respuestas viscerales de una masa que se siente estafada, aunque no sepa muy bien por qué ni por quién.
Hemos echado la semana con la expectativa de la llegada de Pereira, comprobando qué poco necesita una parte del levantinismo para motivarse y qué gran instrumento es el audiovisual (más redes) para modular los estados de ánimo de esas masas, precisamente, de que hablábamos. Pereira me merece todo el respeto, como ya reivindiqué en la última columna, pero no por ello seré un hipócrita: no tengo una gran confianza en que liderará un cambio sustancial. Estoy seguro que empezaremos a sumar gracias a los futbolistas, a su acierto y al punto de fortuna que ha faltado hasta la fecha. Hay plantilla para revertir la situación. Con que todos empujemos un poco la suma será suficiente para salvar este escollo que amenaza convertirse en falla estructural.
Y permítanme que sugiera una alternativa a los pitos: animar hasta la victoria que tanta falta nos hace y llenar el estadio de pancartas. Se me ocurren un par de sugerencias: “Nosaltres som el Llevant” y sobre todo: “Gràcies, Paco”. Es hora de reaccionar. En todos los sentidos. Con firmeza y, por mi parte, sin pitos.