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Ganar sí o sí

31/10/2021 - 

VALÈNCIA. González Fuertes, el triste colegiado del Llevant-Atlético, es uno de esos que sobrevive a su propia mediocridad como comodín de los grandes, siempre dispuesto a perpetuar el statu quo; uno de los que supera como puede el retrato a que le expone el VAR. No se atreve a negar cosas revisables que lo dejarían en evidencia –como dos penalties de libro– o excesos que le sacarían los colores en El día después y similares –como los de Simeone­–, pero tergiversa todo aquello que se le antoja en la letra pequeña del partido, permitiendo todo lo que puede al equipo que saca su plusvalía de puntos de jugar al límite y hacerlo con consentimiento arbitral. Es el tipo de agravio fácil de disimular si se perpetra a favor del que tiene la prensa de su lado. Da vergüenza. Desde tiempos ancestrales. La Liga de Tebas y Rubiales no abandonará su inercia decadente mientras no cesen los privilegios de los grandes. En el estamento arbitral y en el reparto de derechos de televisión, fundamentalmente. No existe futuro para nuestro fútbol en la perpetuación de estos vicios.

Tanta desvergüenza, sin embargo, le vino bien al Llevant, el jueves. Hizo olvidar a su hinchada la depresión y la unió contra el árbitro y contra el rival. Es lo que sucede cuando el trencilla deja al débil con diez hasta que el poderoso amenaza la frontal del área y sólo entonces autoriza la entrada del jugador asistido, con una chulería de otro tiempo. O cuando corta un contragolpe para pitar el final de la primera parte y lo repite en la segunda. Cuando consiente al poderoso una algarada de cuatro minutos sin tarjeta y expulsa por una nimiedad a uno de los nuestros. Así fue cómo un árbitro que pitó dos penalties a favor cosechó la bronca más estruendosa de los últimos años. Así consiguió que la afición llevara a los suyos en volandas, liderados por Pepelu y Bardhi, pese a sumar no se ya cuántos partidos sin ganar, once en la actual temporada. Y al final Orriols devino fundamental para sumar un punto que supo a victoria, como todo lo que sea vencer al yunque, resucitado en formato arbitral.

El equipo se vació como siempre hace, en realidad, pero tuvo un plus en la elección y la organización del once. Pepelu fue la clave sobre la que pivotó el equipo, un futbolista superlativo que no quiso Manolo, que no convencía a Paco y que no había debutado con Pereira. Estas cosas sonrojan al aficionado. La fortaleza del Llevant ante el campeón de Liga –que apenas consiguió generar ocasiones– se forjó en el sistema de tres centrales y dos carrileros que era un acordeón cuando el equipo atacó, pero sobre todo en la solidez que ofreció Malsa justo delante de los zaguero, reforzado con el trabajo denodado de Pepelu y Bardhi. Tendrá partidos mejores y peores, como todos, y rachas, como todos, pero el macedonio aporta al equipo una frescura creativa y un balón parado como ningún otro futbolista de la plantilla. Recuperar su mejor versión, tras el carrusel de lesiones, es esencial para la resurrrección del Llevant.

Es una obligación ganar al Granada e iniciar una racha distinta de resultados y sensaciones, aunque los nazaríes lleguen al Ciutat con idéntico propósito, conscientes que quedarían por debajo en caso de derrota. Es una obligación, aún así, ya que es el partido más asequible de todos los que quedan de la primera vuelta.

Hay que ganar sí o sí. Ahuyentar los fantasmas de una vez. Emerger. Cambiar la dinámica. Una victoria, en realidad, lo cambia todo.

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