VALÈNCIA. En los dos últimos Bombeja Agustinet! poníamos en valor la importancia de lo físico y de lo táctico en el fútbol e, incluso, señalamos a tres selecciones emblemáticas (EEUU, Japón y Marruecos) que, sin grandes individualidades ni un enorme talento, apuntaban maneras para llegar lejos.
Los yanquis poco pudieron hacer frente a (precisamente) la libreta de Van Gaal. Holanda superó a los americanos en el mismo plano en que tanto habían destacado. Los nipones acongojaron a Croacia, ese bloque correoso y fiable que baila al ritmo que marca ese señor de 37 años con cierta semejanza física con Johan Cruyff. Pero tiraron los penalties tan rematadamente mal como España que, con quilates de talento, no fue capaz nunca de mostrarse como un equipo y se vio superada por la ilusión y el empuje magrebí. Portugal, una selección similar a la española, sudará sangre para superar la línea que marca Amrabat en la medular y pasar a semifinales. El mediocentro marroquí es la metáfora perfecta de su equipo: corazón, resistencia, entrega y rigor táctico. Ese fútbol cobra cada vez más peso, a nivel global… y por tanto también a nivel local. Sobre todo si se parte de la asunción realista de las propias limitaciones.
Es obvio que el Mundial (el de Catar y en general, cada cuatro años) consolida tendencias: la forma horizontal de circular el balón se ha universalizado, por ejemplo, para abordar la creación con la posesión, para el “ataque estático”, que dirían los teóricos. Ataque antiestético, añadiríamos algunos. Parece que no existe alternativa a decantar el dominio desde la posesión para acabar generando alguna ocasión. Así lo hizo el Llevant de Calleja el domingo ante un Málaga muy ordenado. Porque cada vez hay más recursos en los rivales (inferiores, a priori) para frenar este fútbol, frente al cual se impone la verticalidad y sobre todo romper una aburrida monotonía en la cual puede llegar a sentirse cómodo quien defiende.
Hay que asumir ciertos riesgos o contentarse con empates y resultados cortos que a veces no se pueden mantener. ¿Qué es preferible para un equipo como el Llevant? El domingo algunos no entendieron la salida de Pubill, pero fue decisiva. Es un futbolista distinto, que busca el desborde, que marea el planteamiento táctico del contrario, con su fútbol errático, pero eléctrico, y que por tanto genera desequilibrios en el entramado defensivo del enemigo. Es lo que se busca de forma permanente con De Frutos que, pese a no estar en su momento más dulce, es uno de los futbolistas más determinantes de Segunda. En estas coordenadas otra variable que rompe esquemas y puede marcar diferencias son los balones interiores. Para ello hace falta quien apunte desmarques y quien los vea y sea capaz de ejecutar los pases con precisión. Cantero se cansó de intentarlo pero nadie le ve, aún. Y aún tuvo que soportar los pitos de algunos, los mismos entendidos que, justo antes de marcharse a Sevilla, aún insistían en que Iborra no valía para esto. Hoy a sus 34 años, como cuando se marchó, a los 25, sigue siendo el metrónomo que marca a sus compañeros qué hacer en cada fase del partido.
Se vislumbran virtudes en este Llevant, sin duda, pero sigue existiendo un margen de mejora notable: el aspecto físico es preocupante, el equipo se cae en los tramos finales de cada partido. Se espera la práctica de un fútbol brillante y efectivo. El equipo debe especular menos, marcar pronto y jugar con el resultado a favor para sentenciar a la contra. No jugárselo todo a la ruleta rusa en los últimos diez minutos. Siempre no sucederá que el delantero rival remate a bocajarro y que el balón va justo donde está Cárdenas. Tenemos talento para no sufrir tanto. Falta trabajar lo físico y lo táctico. Ahí está el margen de mejora.