VALÈNCIA. El palo de Raúl García en el 96’ en Los Cármenes, justo después del 2-0 correctamente anulado, fue para el Llevant la pelota que salta caprichosamente sobre la red en Match point de Woody Allen. Ha habido muchos otros palos este año para la parroquia levantina, está claro. Muchos. De todos los colores. Ha sido así desde el primer partido de la temporada en la tácita de plata, donde Morales marró el 0-2 en el 85’, solo ante Ledesma, tras un recital de fútbol y ocasiones. El Cádiz empataría en el 96’, cómo no, desde el corazón del área, en el primero de las docenas de despistes y errores defensivos que tanto han lastrado al equipo. Más recientemente sucedió el balón al travesaño de Bardhi en Mestalla, aunque aquel día el problema fue que algunos futbolistas (demasiados) no mostraron la actitud necesaria, el otro gran drama del curso.
Pese a todos los errores, que han sido numerosos, el Llevant, si vence en el Bernabéu, llegará con un hilo de vida a la penúltima jornada, algo que no podían ni soñar los que desde noviembre vienen vaticinando el descenso. Sin embargo donde un día sale cruz, al siguiente puede salir cara. Sabemos que así es, en el fútbol y en la vida. Y lo sabe la gran mayoría de Orriols, que vibró con la victoria ante la Real Sociedad. Y valga como ejemplo de salir cara ese partido: tras dos palos, el árbitro nos pitó un rigoroso penalti a favor al final del encuentro que permitió ganar, después de anularnos, por milímetros, un gol.
El palo de Raúl ha frustrado, definitivamente, una cuantas esperanzas. Si aquel balón entra, ahora las cosas serían muy diferentes y el ánimo, que mueve montañas, estaría por las nubes entre el levantinismo, aunque ni siquiera ese enésimo escollo ha detenido a la hinchada granota que ha agotado las entradas disponibles para el Bernabeu. ¿Cómo es posible?, se preguntan muchos, admirados. Pues es puro estoicismo, entre la esperanza, remota; el ritual de acompañar fielmente al escudo en la penúltima batalla, o la despedida de la élite con honores.
El Llevant –el equipo, el club, el presidente, los entrenadores– ha cometido un sinfín de errores este año pero, tras el chasco de Mestalla, quedaban cuatro finales y la más difícil era ante los donostiarras; el reto del Bernabeu es el siguiente más complejo, aún con el Madrid ya campeón de Liga y pensando en el Liverpool. Alavés en Orriols y la visita a Vallecas parecen más asequibles. En todo caso, no queda otra que ganar al Madrid y meter presión en los partidos Betis-Granada y Cádiz-Madrid de la siguiente jornada, ya con horario unificado (siempre que el Cádiz no gane en Anoeta, claro). No sería tan extraño que perdieran los dos… ¿Y si el Llevant, además, gana al Alavés y todo se decide en la última?
Aún así sería complicado: debería sumar de tres la escuadra valenciana, que el Mallorca, tras empatar en Sevilla, no ganase los dos partidos que le restan (Rayo y Osasuna) y que no lo hiciera el Cádiz en Mendizorrotza y/o que no venciera el Granada al Espanyol en casa (un empate podría servirle; habría que ver la diferencia de goles respecto al Llevant). Con el Alavés no contamos, ya que todas las opciones pasan por ganarlo todo y eso siempre dejaría atrás a los babazorros.
Honestamente: lo normal sería que los blaugrana no lo ganaran todo, pero quien sabe. Si lo hace tendrán opciones de salvarse pese al palo de Raúl. Algunas. También era complicado que el Cádiz ganara al Barça, empatara en el Pizjuán o goleara al Elx de Badia y Ezequiel Ponce. Que el Granada ganara 2-6 en Mallorca y 1-0 al Athletic, tras el consabido palo. Y sucedió. Ganemos al Madrid y ja vorem.