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opinión

Camino de Bakú, la tierra prometida

19/04/2019 - 

VALÈNCIA. El 27 de agosto de 2004. Ese fue el último día que el Valencia CF disputó una final continental, alzándose con el título de Campeón de la Supercopa de Europa, al derrotar al Oporto por 2-1 con goles de Rubén Baraja y Marco Di Vaio. Aquel era el gran Valencia de los Cañizares, Albelda, Baraja, Mista o Aimar. Historia sagrada para el valencianismo que ahora, 18 años después, se encuentra a dos partidos de alcanzar otra finalísima continental. El equipo de Marcelino García Toral ha eliminado al Villarreal y se ha plantado en semis de la Europa League. No está nada mal para un equipo que comenzó el curso con dudas, que tuvo un pie al borde del precipicio y que, lejos de venirse abajo y apostar por un cambio en el banquillo, confió en su proyecto, recompuso la figura, mejoró el rumbo en Liga, se plantó en la final de Copa del Rey y ahora está entre los cuatro mejores clubes de la Europa League, una competición que es el hijo menor de la Champions, pero que proporciona prestigio internacional y además, ingresos vitales para el club. Aún no ha ganado nada, pero la temporada del Valencia, que para algunos se había ido ya a la basura hace meses, está cogiendo un color maravilloso, que premia la paciencia del club y el trabajo del técnico: está peleando por una plaza Champions, jugará la final de Copa y está a dos pasos de disputar una final de competición europea. Todo, en la temporada del Centenario. Poca broma. 

En su camino, el equipo ché, que está a centímetros de recuperar su gloria continental – porque amigos, el VCF es un grande de España y también de Europa, pese a quien pese- y ya tiene rival en el paso previo a la final: el Arsenal de Londres. Sí, el equipo de Unai Emery. Una ilustre superpotencia del Imperio Británico con 417 millones de presupuesto y jugadores del calado de Lacazette, Peter Cech o Aubameyang. Una economía que casi triplica el presupuesto del Valencia CF, que asciende a unos 170 “kilos”. Ahí queda eso. Un rival como la copa de un pino y tres abetos, al que el VCF debe respetar, pero no temer. El curso pasado, sin ir más lejos, el Atlético de Madrid ya apeó al Arsenal en semifinales de Europa League, apelando a la épica en Londres con uno menos y ganando en Madrid. Si el Atleti de Simeone lo hizo, el Valencia de Marcelino lo puede repetir. ¿Por qué? 

Primero, porque el club está en buenas manos con Mateu Alemany. Segundo, porque el entrenador es el mejor que puede tener ahora mismo la entidad, Marcelino García Toral. Y tercero, porque el vestuario está convencido de que, después de sufrir lo indecible, ahora ha sido capaz de subirse a la ola buena y está surfeando con energía en la recta final de la temporada. No, el VCF no ha ganado nada. Es posible que dentro de unos días haya quien tache de fracaso la temporada si el equipo no logra colarse en la final de la Europa League, quien eche pestes del técnico si no se gana la Copa del Rey y quien ponga a parir al vestuario si no se queda cuarto en Liga, pero la realidad es que el Valencia está haciendo lo que se le pide a un club de su capacidad, dimensión y calidad. Pelear hasta el final por las mejores posiciones posibles. Es decir, Marcelino y su tropa están dignificando el escudo. Este club es muy grande, seguro. Pero ni siquiera los que formamos parte de la generación de “hijos de Kempes” podríamos negar que este VCF está haciendo los deberes y recuperando el terreno perdido. 

Este no es el Valencia del gran Mario Alberto, de acuerdo. Y tampoco es aquel Valencia que reinó en España y casi en Europa, aquel gigante de Benítez y Cúper, aquel equipazo histórico con los Cañizares, Albelda, Aimar o Baraja. Este Valencia aún está lejos de aquellos mitos, de acuerdo. Pero está luchando para ponerse en esa estela, para darle al valencianismo lo que tanto reclamaba: la impronta de un equipo que no se arruga ante nadie y tiene espíritu de lucha. Aún no se ha ganado nada, por descontado, pero el fútbol es ilusión y Mestalla, por fin, tiene licencia para soñar. Bakú está a la vista. Es la "tierra prometida" que miles de valencianistas quieren pisar. Tiempo al tiempo. Antes, caprichos del destino, en el camino de este EuroValencia estará un escollo: Unai Emery.

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