VALÈNCIA. Todavía le sigo dando vueltas al planteamiento en La Cerámica. Al enterarme de la alineación, antes de que fuera oficial, lo primero que pensé es que a Paco López le había dado un ataque de entrenador. O puerta grande o cornada. Rápidamente intenté encontrarle una explicación, otra cosa bastante diferente es que compartiera su cambio de dibujo, con jugadores fuera de lugar y suplentes llamativos. El desbarajuste ante el Betis, que estuvo a punto de convertirse en tragedia tras ir ganando 4-1, y el escenario condicionado por las ausencias en la retaguardia marcaron la apuesta ante el Villarreal. Ni fue la primera ni será la última ocasión que el Levante desespera por esa bipolaridad y obliga a recomponer piezas. Esa, aunque me resista, es una realidad que no se consigue corregir y se convierte en una normalidad anormal. Lo de ser un equipo atacando y otro defendiendo. La montaña rusa. No hay equilibrio. Es una pena. Ya nos hemos acostumbrado a convivir en esta dualidad. Como sea, con esos picos de frenesí y desesperación, pero que logremos la permanencia. Luego ya habrá tiempo para analizar y afrontar una reconstrucción necesaria, al margen de la obligatoriedad de cuadrar cuentas ya que hay que ingresar 16,5 millones de euros antes del próximo 30 de junio.
Contra los verdiblancos la moneda salió cara. El agónico triunfo minimizó las meteduras de pata de Duarte y, sobre todo, la autoexpulsión de Róber Pier que comprometía la siguiente cita por el positivo de Vezo y la lesión de Postigo. Siete puntos de nueve y la sensación de haber dado con la tecla, de haber encontrado, por lo menos en la vertiente ofensiva, un equipo reconocible y con capacidad para esconder las vergüenzas. Un Levante con doble pivote, extremos y sin Campaña ni Bardhi. La recuperación de ambos es otra película que ya llegará y dará que hablar. Lo más próximo, lo del sábado, fue un frenazo, una apuesta de riesgo que salió rana. Más en una Liga tan igualada y en la que un par de partidos te dan la vida o te meten en un jaleo gordo. Tengo claro que los momentos son para los que se lo ganan, por meritocracia. Lo contrario es una gestión de vestuario errónea. ¿Era necesario cambiar de dibujo por la ausencia de un acompañante natural para Duarte? ¿Era necesario prescindir de inicio de Malsa, Morales y De Frutos? ¿Era necesario descolocar a Clerc (el mejor de la defensa) y perder sus mejores argumentos reubicándolo de tercer central?. Es totalmente legítimo hacerse todas estas preguntas al comprobar que esta versión no era la más genuina. Como que Paco López haga lo que considere oportuno porque para eso es el entrenador.
El triunfo en el primer partido del año se resiste desde 2013 ante el Athletic. Está claro que con la derrota se agrava un planteamiento que sobre el papel invitaba al peor desenlace. Paco se dio un tiro al pie, brindó carnaza en bandeja de plata a sus detractores porque se equivocó al desvirtuar a un Levante que empezaba a cautivar y que estaba consiguiendo resultados pese a las horrores defensivos. Aunque tarde, y ya con 2-0 en el marcador, su reacción pudo surtir efecto. Es que además no me encaja en la mentalidad del míster (siempre ambiciosa, con atrevimiento y muy pocas veces tan condicionada a las bajas) que persiguiera amarrar el 0-0, desgastar al Villarreal (Emery se dio cuenta al descanso que su equipo daba muestras de caerse e hizo dos cambios) y luego meter un par de marchas más y aprovechar la frescura de piernas de Morales y De Frutos para volver a casa con premio. Aún me pregunto qué hubiera sucedido de inicio con los que llegaban enchufados a esa primera reválida de 2021. Suena a lógico, a obviedad y en ningún momento a ventajismo. Posiblemente, el resultado hubiera sido igual de adverso. Quién sabe. El fútbol es indescifrable. Tanto que cuando parecía improbable, el gol de Sergio León hizo creer en el milagro cuando antes no había absolutamente nada a lo que aferrarse.
Intento siempre ponerme en la mente de todo el mundo y no soy amante del ‘buenismo’, aunque muchas veces se perciba (reconozco que puede que haya dado motivos) que en estas líneas se defiende más de la cuenta a Paco López. También os digo que no me leeréis argumentos que no sienta ni piense. Siempre son persiguiendo la construcción en la crítica tanto en las victorias como en las derrotas. Lo que me quedó tras caer frente al Villarreal fue una sensación de paso atrás por una apuesta sujeta con alfileres. Una oportunidad perdida para haber dado el estirón y abrir un poco más de brecha con el descenso donde más de la mitad de los 20 equipos no pueden despistarse. Como si el colchón de puntos tras encadenar tres victorias seguidas en el Ciutat sirviera para jugársela de esa forma.
No me valen las buenas sensaciones por esos quince minutos de arreón con los que deberían haber jugado desde el pitido inicial. Ni me voy a escudar y argumentar el disgusto en la falta de Rubén Peña sobre Toño, que fue el preludio del 1-0 y que el colegiado resolvió con un bote neutral. Ni tampoco voy a señalar a Dani Gómez tras fallar incomprensiblemente el que hubiera supuesto el 1-1. Estos puntos ya no vuelven. A Paco no le queda otra que aguantar el chaparrón. Hace tiempo que es inmune a todo, sobre todo a situaciones que le caen sin venir a cuento. Se equivocó, se dice y no hay más historia. Un plan fallido. Ni eres más o menos levantinista por mostrar lo que piensas. Que este traspiés sirva de aprendizaje para lo que se avecina: los duelos contra el Eibar en Orriols y en el Ramón de Carranza de Cádiz. Y entre medias (mañana) aparece en el calendario la segunda ronda de la Copa del Rey en Portugalete como regalo de Reyes. Como en la primera eliminatoria, solamente pido que no haya peajes en forma de lesiones. Que lo verdaderamente importante está cuatro días después ante Mendilibar, Bryan Gil y compañía.
Paco cree en el 4-4-2 y todo lo que no sea eso suele salir defectuoso y provoca un montón de debates que ahora con las consecuencias de la pandemia no se pueden analizar como nos gustaría. Y las ruedas de prensa se convierten en una sesión de ‘baño y masaje’, sin meter el bisturí, sin profundizar en detalles ante el solar que ha dejado una realidad periodística preocupante. Sin un once tipo, y a la espera de ver cuál será el rol de Campaña y Bardhi cuando abandonen la enfermería, repito que el Levante más equilibrado es con doble pivote (la aparición de Radoja es una buena noticia) y extremos naturales. Un esquema en el que no encajaría a Rochina. Es un error priorizar el protagonismo de un futbolista que no quiere renovar por encima de cualquier otro. Un talento intermitente, proclive a las lesiones, que desde el 1 de enero ya puede firmar por otro club ya que es uno de los acaba contrato. También finaliza Morales (y alguno más), pero lo del ‘Comandante’ es un capítulo al margen, sin paralelismos con el futuro del centrocampista de Sagunto.
Lo que también tengo claro es que movería cielo tierra para reforzar la retaguardia en el mercado de invierno, donde entre laterales y centrales (visto además que cuando hay falta de efectivos no se cree en el filial salvo para rellenar convocatorias y se opta por reconvertir) solamente estoy tranquilo con Clerc, pero en el carril zurdo, por favor. Además que no tiene competencia porque Toño no está para jugar. «Tenemos una plantilla muy competitiva, igualada, de diferentes características, pero en cuanto a nivel muy pareja. Si ellos (la dirección deportiva) consideran o localizan algo que nos pueda ayudar, bienvenido sea, es una cuestión de la dirección deportiva», declaró el técnico, que sin entrar en demarcaciones sí que dejó la puerta abierta a pulir la plantilla en esta ventana de incorporaciones. «No se trata de ver en qué posiciones podemos tener carencias. Que lo que pueda venir, dentro de nuestras posibilidades, estemos seguros de que nos vaya a ayudar a sumar», añadió el técnico antes del partido de hace una semana contra el Betis.