VALÈNCIA. 1954 fue un año explosivo para los cinéfilos valencianos. El Lys, luz y sonido, abría en Calvo Sotelo donde el antiguo frontón Chiqui y con su apertura el Cinemascope llegaba a la ciutat con la película La túnica sagrada. “Dos grandiosos acontecimientos para el público valenciano”, anunciaba el cartelón. “El espectáculo más esperado y el más inesperado del siglo”, rezaba haciéndose el interesante. “¡Relieve sonoro! Pantalla espejo milagroso”. Y, cuidado, “servicio de ambigú a cargo de Casa Balanzá”. Pues que viva el ambigú.
Mil y un cambios después, incluido el fuego abrasador de la decadencia y la posterior melancolía cinéfila por lo que fue, tan latosa, el pasado miércoles, día del espectador, los cines Lys de València registraron el mayor número de espectadores de toda España.
La inminente apertura del AlbaTexas Cinemes tiene a su responsable, Ventura Pons, entusiasmado y confiado. El antiguo triángulo (“¡más bien una diagonal!”, ríe Pons) del Aragó-Babel-Albatros ha pasado de estar cerca de difuminarse a comandar la búsqueda del nuevo público tras la apertura hace poco más de un año de los Aragó Cinema, cine sin palomitas a cargo del colectivo La Cinemista, con una propuesta mixta con apuesta por los reestrenos cuyo encaje está todavía por resolver.