Hoy es 7 de octubre
La atleta, recuperada de una grave lesión en la espalda, disputará un heptatlón en el Décastar de Talence, una de las capitales de las pruebas combinadas
VALÈNCIA. El sábado, a las doce menos veinte, sonará un disparo en Talence, en el extrarradio de Burdeos. Claudia Conte se incorporará y saldrá corriendo hacia la primera valla. Sólo pensará en llegar bien, pasarla y seguir a por la siguiente. Luego, a por la otra. Y así, hasta el final. Un resumen en trece segundos de lo que han sido estos últimos trece meses. La atleta del Playas de Castellón reaparecerá este fin de semana, sábado y domingo, en el Décastar, una de las reuniones de pruebas combinadas más importantes del mundo, tras superar una grave lesión en la espalda. “La semana pasada estaba asustadísima, pero esta ya estoy algo más tranquila”, explica días antes de salir hacia Francia.
Conte se retiró después de tres pruebas durante el heptatlón del Europeo de Múnich. No ha olvidado la fecha: 17 de agosto de 2022. Aún recuerda que no podía seguir de tanto dolor en la espalda, que lo dejó durante el lanzamiento de peso, cuando ya era insoportable a pesar de todos los medicamentos que llevaba encima, y que se marchó al hotel, donde se pasó el resto del día llorando de pura frustración. Unas semanas antes, en Eugene, ya había notado que ese problema iba a más. La castellonense, una gran competidora, lo salvó: acabó novena en el Mundial con una nueva marca personal (6.194 puntos). Pero el segundo día fue mucho peor que el primero por las molestias. El problema cree que venía del heptatlón que hizo en Arona, a principios de junio, cuando sintió un fuerte pinchazo en la jabalina que le obligó a ponerse una faja por primera vez. Antes, por mayo, en el Campeonato de España Universitario, ya había notado algo. Después de Arona regresó a Castellón y vio que el dolor iba en aumento. Cada vez que hacía pesas, no lo podía soportar. Así que aparcó el trabajo en el gimnasio hasta el Campeonato de España de Nerja. Después de ese fin de semana, a finales de junio, Manoli Alonso, su entrenadora, le dijo que sólo iban a ir al Mundial si estaba para hacer marca personal. Con la ayuda del fisioterapeuta, Rubén Mateu -el mismo que trabajó un tiempo con Serena Williams-, pudieron volver a trabajar con las pesas y estuvieron en Oregon.
Estuvieron, pero de aquella manera. Conte se tomaba por entonces tres ibuprofeno cada día. “A mí me dolía el lado izquierdo desde el mitin de Arona, pero dos días antes del Mundial empezó a dolerme en el lado derecho. Me pareció raro. Llevaba mucho tiempo tomando antiinflamatorios y el día de la jabalina me tuvieron que pinchar Voltaren. No podía lanzar. Allí ya debía tener un edema en la vértebra pero lo iba enmascarando. Mucha gente me decía que era normal. Nadie le daba importancia”.
Antes de viajar a Múnich le recetaron Diazepam. Ella quería competir en el Europeo y acabó forzando al límite. Cuando acabó, rendida, fue al médico de la selección a pedirle su dosis para el dolor. Christophe Ramírez le dijo que no, que se había acabado, que no podía seguir abusando de todos esos medicamentos. Le tocaba apretar los dientes y aguantar. “Fueron unos días de un dolor horrible”.
Un mes después le hicieron una resonancia. Ahí ya tenía serios problemas para levantarse de una silla, por ejemplo. Luego, un TAC. Le obligaron a llevar un corsé las 24 horas del día. Sólo se lo podía quitar en la ducha. Y por la noche, además, magnoterapia. Así durante tres meses. De octubre a diciembre. Su problema era la vértebra L5. “La vértebra, además del círculo que todos tenemos en la cabeza, tiene unas patitas que se pueden romper en lo que se llama espondilolisis. Lo que pasa es que eso no es tan grave como la fractura por estrés que tenía al otro lado del cuerpo de la vértebra con un edema muy grande”.
Tres meses con la espalda parcialmente inmovilizada la debilitó mucho. Era la hora del trabajo de core -en la zona central del cuerpo- y las abdominales. Luego, el primer gran avance, correr con un flotador dentro de una piscina. Eso daría paso a la bicicleta estática y alguna máquina de fuerza asistida. Siempre sentada y con la espalda fija. Esos fueron los meses en los que, aprovechando el parón, se fue a Zaragoza para hacer unas prácticas -ella estudia Diseño y solo le falta aprobar una asignatura y hacer el TFG- en Mondo. Suyos fueron los diseños de las colchonetas del Mundial de Budapest.
La atleta de Benicàssim estaba clasificada para el Mundial, pero no estaba lista. Su vuelta a los entrenamientos, muchos días sola, a un ritmo muy inferior al de sus compañeros, con los ánimos por los suelos, trajeron nuevas molestias en los gemelos y en los pies. Tuvo que hacerse unas plantillas y muchas semanas, después de un avance, tocaba retroceder. Como en los 100 metros vallas, un obstáculo tras otro. Trece meses de sufrimiento. Algunos días, si tenía la regla o algo de fiebre, la espalda le dolía. Volvían los miedos, las dudas. “Me puse nerviosa porque pensaba que era volver y competir. Pero no”.
En verano se junto con varios de sus compañeros y se fue durante el Mundial a Budapest. Como espectadores. Solo que al final del día, cuando salían del estadio, todos se iban de cena y luego de fiesta, y ella se marchaba a la cama para entrenar a la mañana siguiente. Mucha disciplina, muchas ganas por volver a ser una de las mejores atletas españolas del momento. Claudia Conte, que en septiembre pensaba que igual podía competir en el Mundial, fue rebajando y retrasando sus nuevos objetivos. El último de todos era el Décastar de Talance. “Y aquí estoy, a punto de reaparecer. El único problema es que este año hay un nivel altísimo y temo no estar a la altura. Aún no estoy súper bien. Ahora mismo estoy como suelo estar en mayo en una temporada normal. Yo noto que me falta confianza y hacer muchas más técnicas. Realmente tengo dudas y miedo de volver a hacerme daño, pero hay que dar este paso”.
La atleta preparada por Manoli Alonso no quería cerrar el año sin hacer un heptatlón. Esta prueba, además, suma puntos para la clasificación para los Juegos de París, ahora sí, un objetivo real y ambicioso. Es la hora de resurgir. Las últimas semanas ha visitado con frecuencia a su fisio y en Talence viajará con Claudia su mejor amiga, Sara Gil, que ha estudiado el doble grado de Nutrición y Fisioterapia. Son dos de las variables que más ha trabajado estos trece meses. Jesús Lavanda, su nutricionista, adaptó la dieta a sus nuevas necesidades. Engordar podía ser un problema añadido que Conte no quiso permitirse. También convenía evitar los alimentos inflamatorios. Había que afinar. Sí descartó la ayuda psicológica. “He tenido a mucha gente que me ha apoyado estos meses. Cada uno afronta las cosas a su manera y mi manera fue esa. Igual me apetecía sacarlo yo hacia adelante. Ha habido momentos malos pero tenía que pasarlo mal. No sentía que necesitara la ayuda de un especialista, yo sentía que tenía que salir de esta remando. Y he remado mucho”.
Ella prefirió el hombro de su gente, el rap atronador en sus oídos, lecturas intrascendentes y las conversaciones con su amiga María Vicente, otra heptatleta en recuperación. Ellas se entendían, sabían de qué hablaba la otra, las penas compartidas… Las dos ya están listas, con París en el horizonte. Claudia pegará primero. Antes, un disparo en Talance, diez vallas y siete pruebas por delante.