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opinión politizada / OPINIÓN

Cuando llueve, diluvia

4/01/2023 - 

VALÈNCIA. Llega un punto, pasados ya unos años trabajando en los medios, en el que acabas haciendo más caso a tu sexto sentido que a lo racional. Me pasa mucho cada semana a la hora de elegir tema para esta columna; en lugar de tirar por el camino del ‘mainstream’ y quizá disertar sobre lo del otro día en Villarreal, la desoladora racha en Liga (un triunfo en los últimos siete partidos, ojocuidao) o el resto de temas ‘mainstream’, ese cosquilleo indescriptible e instintivo te pide centrarte en un detalle, una anécdota, una frase de la que –en teoría- se puede extraer más jugo del que parece a simple vista.

Cuando Miguel Ángel Corona (juro que esta columna no va sobre él, enseguida lo veréis) dijo, allá por mediados de noviembre, que en la posición de pivote defensivo estaban Guillamón y Nico González y que “no había debate”, noté esa punzada de la que hablaba antes. Un fatalismo primal y subconsciente. ‘Ai, mare!’ ¿Y si su rendimiento no mejora? ¿Y si alguno es expulsado? ¿Y si caen lesionados? Fiar la estabilidad de la medular a dos futbolistas post-adolescentes (que son buenísimos, eso sí) jugando fuera de sus demarcaciones naturales durante toda la temporada parecía, siendo generosos, un plan arriesgado. Y, siendo francos, un triple salto mortal con tirabuzón y sin red.

Un pisotón de Albiol al pobre Nico confirmó el viejo axioma valencianí de que, si algo puede salir mal, saldrá mal.

Que lo que no puede ser, no puede ser. Y, además, es imposible.

Y que, como suele decirse, en este Valencia despeluchado de sus señas de identidad año tras año no hay tampoco una pizca de fortuna a la que asirse: cuando llueve, diluvia.

“No creemos que haya ni una sola posición en la que estemos cojos”, dijo Corona. Bien, son opiniones. Otros pensamos que sí había un par de demarcaciones en las que el once cojeaba, metafóricamente. Ahora ya es literalmente. Nico González estará varios meses fuera de combate (todo el ánimo para él) y toca moverse como si tuviéramos prisa, porque la tenemos.

La incidencia con el canterano culé y las súbitas prisas a la hora de encontrar un sustituto entran dentro de ese debate eterno desde hace muchos años y que retrata mucho más a Peter Lim y Meriton que al propio Miguel Ángel Corona, que sólo es la cara visible –y hasta hace poco, ni eso- de una dirección deportiva anómala en su concepción y más extraña todavía en su funcionamiento. “No odies al jugador, odia al juego”. MAC pone la cara, en ocasiones para que se la ‘partan’, pero el que pulsa el botón verde o rojo está a miles de kilómetros de distancia.

Para no desgastar aún más el ejemplo de Monchi –que, además, últimamente también está metiendo el remo con cierta asiduidad-, sacaré a la palestra dos o tres nombres de equipos ‘random’ que tienen un funcionamiento en el mercado bastante coherente. Osasuna, por ejemplo, y su crecimiento lento pero constante año tras año. La Real Sociedad, que vendió a su delantero estrella por una pasta gansa y luego trajo a otro ariete con capacidad anotadora por menos de la mitad (que se lesionase gravemente al tercer partido es otro ejemplo de mala fortuna, como lo de Nico). O el Villarreal de los años de Llaneza, que peinaba los mercados sudamericanos con habilidad cirujana.

Todos esos ejemplos tienen una cosa en común: son aburridos. De una normalidad que asusta. De un perfil tan bajo que haría bostezar a más de un magnate. ¿Lo de tener una amplia nómina de técnicos, analistas y ojeadores en la que se invierte una cifra elevada pero necesaria? Quita, quita, que eso es muy caro. ¿Lo de trabajarse de verdad el mercado y tener tres, cuatro, cinco alternativas para cualquier puesto a reforzar? Un coñazo. ¿Firmar jugadores para la temporada siguiente muchos meses antes de anunciarse su contratación? Un disparate para echarse la siesta.

Todo eso es un rollo patatero que nos roba la emoción de la caza, la incertidumbre de una pirueta de última hora el 31 de agosto o ese impaciente ‘Announce Negredo’ de las 23:59h el día del cierre del mercado.

Nunca sabremos si el rol de Corona y su labor estos años puede cuestionarse en base a sus propios méritos (aciertos y errores), o si la coartada de tener por encima un empresario que ha decidido no gastar ni bromas le ha propiciado un entorno relativamente cómodo para trabajar. Como decía antes, Corona no es el problema aquí. El drama para todos los aficionados es que Peter Lim ha generado, con su incompetencia en unas cosas y su dejadez en otras, un modelo de club que fía todo, absolutamente todo, a gozar siempre de una pizca de suerte sin propiciar el entorno ideal para que esa suerte te acompañe. Es como pretender lanzar la moneda al aire cien veces seguidas jugándote la vida a que salga cara siempre. ¿Podría pasar? Leñe, podría. Pero al final siempre sale cruz.

La temporada 22-23 del Valencia CF, como repetimos en verano, se ha consagrado en su mayoría a que Cavani acabe con 25 ‘pepos’ al final del año y no pille ni un resfriado. A que jugadores muy tiernos a ojos de cualquiera ganen en una temporada el cuajo y experiencia que, normalmente, se obtiene en tres o cuatro campañas. A que Mamardashvili sea el Lev Yashin georgiano partido tras partido. Cuando cualquiera de esas condiciones falla, el plan se va al traste. No hay un suelo competitivo lo suficientemente elevado para pelear por lo que todo un Valencia debería pelear. Y de eso pueden tener parcialmente responsabilidad Corona, Gattuso, staff o jugadores, pero la mente maestra detrás de todo y a la que pedir explicaciones sigue en Singapur, en lo más alto de su más alta torre.

Cuánto más fías todo a la improvisación, el universo tiene formas diabólicas de obligarte a improvisar más de lo esperado. Esta vez ha sido la fractura en el pie de Nico y la necesidad imperiosa de fichar a la carrera. ¿Cuál será la siguiente? Ni idea. La única certeza es que seguro que habrá una siguiente; por desgracia en eso, mientras caminamos lentamente hacia una década completa de Meriton en nuestras vidas, el Valencia se ha convertido también en previsible y aburrido.

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