Cómo cuesta resistirse a la comida de casa. Acostumbrado a vivir en Madrid, centrando el tiempo en los entrenamientos y el trabajo de cara a cada competición, y con el sueño de volver a unos Juegos Olímpicos, y cumpliendo a rajatabla la dieta correspondiente, cuando uno vuelve a casa eso se complica con los platos de casa. Los cuidados de los padres, por años que cumplas, no cambian y a la hora de comer, menos. Pero resisto; es difícil, pero resisto e intento bajar la ingesta de calorías lo posible para mantenerme. Y es que la vuelta a casa en este caso, además, ha sido por una situación complicadísima, que nadie hubiésemos pensado vivir. Y nos ha tocado durante muchas semanas estar confinados, sin poder salir, procurando entrenar como buenamente pudiéramos. Como digo, me vine a casa, a Onil, y desde luego se pasa más tranquilo cuando es en casa, rodeado de la familia, que por suerte no ha sufrido contagios por coronavirus.
He estado entrenando todo lo posible y de una manera bastante seria para perder lo menos posible; ganar no iba a ganar, pero al menos perder poco. Hasta que llegó la fase 0, me dedicaba a hacer escaleras y pasillos en momentos que no molestara, y en la cochera, cuando se podía, hacía multisaltos. Además, hacía core e incluso bici estática, que la odio mucho, se me hace muy largo cada vez que la uso, se ha convertido en una herramienta fundamental en estos tiempos.
Desde que hemos podido empezar a salir a entrenar, con el cambio de rutina, han llegado las agujetas, muchísimas agujetas. Pero al empezar ya pudiendo salir es muy complicado, la rutina vuelve cambiar, te encuentras con muchísimas agujetas. En mi caso es difícil porque necesito mucho de trabajo de fuerza y her perdido mucho de esa fuerza que me ha salvado en estos años por el tema de las lesiones. Ya con la fase 1, tendremos ese permiso para entrenar en instalaciones, en pista, y mi idea es hacer una pre-pretemporada para apretar de cara al año que viene, en el que quiero empezar desde un punto más alto.
Miro hacia atrás, y recuerdo que el principio fue caótico, una situación rara, que no habíamos vivido y pensaba que no iba a ser como ha sido, que iba a ser algo pasajero y que volveríamos pronto. Pero cada vez se fue poniendo la cosa más difícil. Además, llegó el nerviosismo en cuanto a qué podía pasar con Tokio 2020. Cuando se aplazaron los Juegos, la verdad es que encontré cierta tranquilidad. Dos semanas en mi deporte son mucho y en ningún caso hubiera llegado en situación óptima a un nivel alto para preparar los Juegos y más con las lesiones que había tenido en los últimos años. Pero a la vez esto se ha convertido en una oportunidad y quiero trabajar para alcanzar una plenitud y superar los límites para afrontar el objetivo del año que viene sin estar nervios. De momento, tranquilidad. No hay prisa. La idea es ir trabajando, ir preparándose bien, cuidarse mucho hasta que se pueda utilizar lo máximo posible para entrenar y buscar esa plenitud. Tengo la suerte de vivir en un pueblo pequeño en cuanto a las restricciones, hay una pista, tengo la posibilidad de utilizar las instalaciones y no hay prisa. Fui a los Juegos de 2012 y mi objetivo es regresar a unos Juegos y ahora la mirada la pongo en Tokio (2021).
Mi reflexiones en estos tiempos me llevan a reivindicar el ser solidarios, el entender la situación y cumplir las medidas a rajatabla y en estar unidos para hacer más fácil la vuelta a la normalidad.