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opinión

El corredor mediterráneo

21/06/2019 - 

VALÈNCIA. Por una extraña concatenación de hechos, el fútbol ha hecho posible, en los últimos años, lo que los políticos han sido incapaces de llevar a cabo de décadas: la construcción de un corredor mediterráneo. Las relaciones entre el Barcelona y el Valencia, enturbiadas en los 80 por temas de franjas azules, apropiaciones inventadas e inventos filológicos rumiados a la sombra de un naranjo, se normalizaron a finales del siglo pasado, cuando el Madrid se convirtió en el enemigo público número uno de ambos y empezaron las transacciones de futbolistas en uno y otro sentido.

Del comercio generado en ese corredor, el Valencia parece haber salido favorecido. Desde que lo inauguró el traspaso de Gerard López, en el tránsito de siglos, el club de Mestalla ha vendido a precio de oro a futbolistas que, si bien cumplieron con honra su papel en Valencia, han demostrado poca utilidad para la causa culé, si exceptuamos los casos de David Villa y Jordi Alba. Las millonarias compras (y sus consiguientes fracasos) de Jérémy Mathieu, André Gomes o Paco Alcácer por parte del Barça han generado una especie de animadversión hacia el valencianismo en Barcelona provocada más por la incapacidad del club de Les Corts para comprar bueno y barato que por la habilidad del de la Avenida de Suecia para hacer pasar por caro y valioso lo que era mediocre. En estas relaciones comerciales ha pasado como cuando compras algo por internet y, en la foto, tiene una pinta estupenda y un buen precio pero, al llegar a tu casa, se ha convertido en algo cutre y en una adquisición cara. 

Este verano, el trayecto es el contrario. Parece que el Valencia ha decidido dejar de pescar entre el material sobrante del Atlético de Madrid, que ha proporcionado pufos del nivel de Mario Suárez, Siqueira o Vietto, para apuntar a los desechos del Barça. Rafinha y Denis Suárez son el objetivo, jugadores frágiles en los que solo se confía que la mano de Marcelino los haga resucitar. Por su parte, los culés albergan la esperanza de que las relaciones con el Valencia hagan recalar a Parejo y Rodrigo en el Camp Nou, algo bastante poco probable teniendo en cuenta la capacidad del Valencia para venderle paquetes al Barça a precios desorbitados.

Sin embargo, el movimiento más curioso de este verano en el corredor mediterráneo es el del intercambio de porteros. Desde la retirada de Cañizares, el Valencia ha buscado año tras año un guardameta que se consolidara en la portería del equipo, como piedra angular de un proyecto defensivo que le haga crecer. No olvidemos que el puesto de portero es el más singular de cuantos conforman un equipo de fútbol. Viste diferente al resto, se puede pasar gran parte de los encuentros sin intervenir, si le llega un balón ha de hacerlo bien, de un tiempo a esta parte lo han obligado a jugar bien con los pies y, además, es el único futbolista que sabe que tiene un hater en el banquillo, el portero suplente, que, en lo más íntimo de su ser, está esperando que se lesione, que lo expulsen o que la cague para ocupar su puesto. Esta singularidad hace que sea realmente difícil encontrar un guardameta longevo y con garantías, y el Valencia es una buena prueba de ello. Por aquí han pasado, en una docena de años, los brasileños Renan, Diego Alves y Neto, el alemán Hildebrand, el australiano Ryan y los españoles César, Yoel y Moyà, además de los canteranos Guaita y Jaume. Asusta pensar que el Valencia ha buscado sucesor para Cañete entre brasileños (tradicionalmente lo peor del fútbol del país suramericano), australianos (un fútbol más exótico que con pedigrí) o españoles de medio pelo. Ahora se apuesta por un cambio de cromos, utilizando el corredor mediterráneo, para incorporar a Jasper Cillessen y mandar a Neto a chupar banquillo en el Camp Nou, una apuesta que solo el tiempo dirá si es ganadora.

No podemos pedir que el Barça se lleve a Abdennour ni que se quede a Murillo, por mal que estén de centrales, ni que encuentre en Piccini el lateral derecho que le haga olvidar a Dani Alves, ni que Rubén Sobrino pueda ser ese delantero que sabe que solo jugará cuando Messi y Luis Suárez no tengan ganas de hacerlo, pero hay que reconocer que, vendiéndole suplentes al Barça a buen precio hemos construido una relación mercantil estupenda.

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