Hoy es 6 de octubre
VALÈNCIA. A pesar del condenado coronavirus, del tedioso pero necesario confinamiento y de esta sensación de vacío que se incrementa cada hora que pasa, había “mono” de Plaza Deportiva. Al grano: antes que nada, desear una pronta recuperación a miembros de la plantilla, cuerpo técnico o dirección ejecutiva del club infectados por el maldito virus. En mi humilde opinión, el club acertó en imponer medidas de aislamiento en su día, aunque este tipo de decisiones fuesen impopulares. Dicho eso, conviene reflexionar acerca del estado actual del Valencia CF. Más allá de la maravillosa noticia que ha supuesto la decisión de Luxemburgo de no multar al club con un dinero que habría gravado su economía – bien por la propiedad, lo cortés no quita lo valiente-, este es un momento crucial para el futuro a corto y largo plazo del club. Después de la dolorosa eliminación en Champions – el club dejó escapar una oportunidad histórica -, es hora de que jugadores y cuerpo técnico se unan, cierren filas, remen en una dirección y aprieten los dientes. El objetivo está claro: acabar este campeonato entre los cuatro primeros, si el maldito Covid-19 lo permite, que esa es otra. La meta es ser cuartos.
Si no es así, si el VCF no acaba entre los cuatro primeros, será un fracaso por partida triple. Primero, deportivo, Segundo, económico. Y tercero, institucional. Deportivo, porque si el equipo no acaba entre los cuatro primeros, la plantilla no habrá demostrado con hechos lo que dice con palabras. Económico, porque si el VCF no juega la próxima edición de la Champions, la solución pasará por vender jugadores para cuadrar cuentas. Y por último, si el VCF no está entre los cuatro mejores de LaLiga, supondrá un fracaso institucional: la demostración inopinable de que el capricho de su dueño de prescindir de Mateu y Marcelino fue una decisión ruinosa para el club y para el negocio del propio dueño. Si el VCF no acaba cuarto, no se acabará el mundo, pero sí será un enorme paso atrás para un proyecto que hace dos años parecía coherente y ahora es una huida hacia adelante.
Y cuando acabe la temporada, esté el VCF entre los cuatro primeros o no, será tiempo de debatir sobre el modelo de club que el valencianismo necesita y merece. La gente ha asumido que el actual dueño llegó al club porque los que decían servir al Valencia se sirvieron del Valencia. Correcto. La gente ha procesado que Peter Lim era elegir entre susto o muerte y era mejor sobrevivir que perecer. También correcto. Y la gente, acabe el equipo cuarto o décimo, tendrá que demostrar su grado de madurez para tomar una decisión sobre su club. Una cosa es comprar las acciones y otra, poner precio a los sentimientos. Lo primero es posible, lo segundo no está en venta. Hay quien ha entrado en el Valencia CF y todavía no sabe que el Valencia CF jamás entrará en él. Es lo que hay. Y no se trata de satanizar a la propiedad, sino de reflexionar sobre si el Valencia, como institución, merece una dirección insensible y caprichosa. Acabe cuarto o no, el valencianismo debe mover ficha. El club necesita estabilidad, coherencia y credibilidad. Se puede ganar o perder un título, se puede quedar cuarto o séptimo, pero si el Valencia CF pierde su imagen, lo pierde todo.