VALÈNCIA. El fútbol son los títulos, leches. Reconozco que con casi 33 años me siento como un extraño en el fútbol moderno. Ya me sentí así hace más de una década con el Valencia CF cuando debatía con uno de mis mejores amigos la mejor opción. Prefiero una final de la Europa League cada año antes que unos cuartos de final de Champions. Seguro que mucho gente pensaba en el hecho de ser pequeño.
La verdad es que la palabra 'final' me pone. Me excita poder ganar y poder vivir regularmente el éxtasis de ganar o de vivir una final. Claro que quiero jugar la Champions y ganar. Si me enfado hasta cuando pierdo al dominó con mi padre, que es el que me enseñó.
Pero... creo que el contexto del fútbol se ha perdido, al menos desde el punto de vista del aficionado. Ingresos de televisión, rendimiento por objetivos independientemente de ser campeón han desvirtuado el encanto de cualquier torneo. Coño, lo mejor es ser campeón de una competición. Sentirlo con tu gente, disfrutarlo. Parece que ser cuarto o quinto en LaLiga es mejor que ser campeón de Copa. La Champions viene y va... pero un título es un título. Y voy a decir más... a un deportista le marca mucho más en la confianza conquistar un trofeo que conseguir un escalón marcado por un club que no se traduzca en un título.
El problema es que se ha generado un estímulo del que está en la competición más poderosa, tiene más privilegios. Lícito, pero ingrato. El fútbol se trata de competir, competir y competir en tu nivel y conseguir el trofeo. ¿Qué tendrá que ver la historia del trofeo? Si fuera por mí, volvería la Recopa que dignificaba a todos los campeones.
Dicho esto, España ha ganado una Liga de Naciones. Contra selecciones de primer nivel. Nadie le ha regalado nada. Un entorno tóxico que hablaba de cepillarse al entrenador antes de empezar y que acaba alzando un título que pocos esperaban. No digo que haya que abalanzarse a la calle para celebrar el título, pero España llevaba once años sin ganar nada ¿Hay mejor punto de partida que este?