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Opinión Politizada / OPINIÓN

El Gattuso de Schrödinger

2/11/2022 - 

VALÈNCIA. Me gusta Gattuso. Quizá por motivos diferentes a los de la mayoría. En estos últimos meses, cada aficionado ha hallado una buena razón para ‘bancar’ al míster. A unos les conmueve lo rápido que ha mostrado su vena tribunera para ganarse al respetable. A otros, el estilo de juego atractivo aunque inconsistente de sus chavales. A los demás les atrae el cambio de mentalidad tras tres temporadas de depresión cíclica, aunque sigo sin entender el desprecio del personal hacia lo que estuvo a punto de lograr José Bordalás con una peor plantilla que la actual.

Lo dicho: un Gattuso para cada aficionado y por motivaciones diversas. En mi caso, me gusta Gattuso porque –hasta la fecha- siempre ha dicho lo que pensaba, y pocas veces se ha parado realmente a pensar en lo que decía.

Entre la bruma de trolas, medias verdades y directamente insultos a la inteligencia que ha supuesto Meriton para el valencianismo en los últimos tiempos, es refrescante la llegada de un tío calabrés sin pelos en la lengua, con mucho pelo en otros lugares de su anatomía y ninguna necesidad de hablar con el freno de mano puesto.

No le recuerdo a Albert Celades ninguna declaración altisonante; en ese sentido, hizo lo que los buenos políticos y por donde pasó no ensució, pero tampoco limpió. Y tanto Gracia como Bordalás experimentaron en primera persona la espiral de decadencia de averiguar en sus carnes, semana a semana, cómo se las gasta una propiedad a la que le dan igual las reglas más elementales de la gestión deportiva.

Al actual entrenador del Valencia todo aquello le da igual. Porque él es Gennaro Gattuso y ellos no lo son. Y, más allá de contar con más poder del que jamás tuvieron los tres técnicos anteriores juntos y de ejercer a efectos prácticos como ‘manager’ del equipo, fichando y desfichando, el tipo ha vivido toda su vida (mal no le ha ido) diciendo lo primero que se le pasaba por la cabeza.

Y esto, queridos lectores, nos va a resultar muy útil como masa social.

Para empezar, porque un Gattuso verídico siempre es preferible a un Gattuso mentiroso. Aunque eso suponga desmontar el andamiaje meticulosamente construido por Meriton y sus trompeteros afines para vender una realidad que no es tal. Las ensoñaciones, máquinas de humo y arcoíris multicolor se desvanecen cuando el entrenador sentencia ante los medios: “El club nunca me ha dicho que tenemos que ir a Europa. El club me ha pedido un estilo de juego, que revalorice jugadores...”.

Sin inmutarse, el técnico: a) vino a decir que está cumpliendo con lo que Peter Lim le encomendó; b) desarmó la tramoya e hizo caer el telón de la cruda realidad. Aunque esto último, en el fondo, vaya a perjudicar la estrategia comunicativa de una propiedad más preocupada en aparentar que hace las cosas bien que en, efectivamente, hacer las cosas bien. Sin más. Ojalá, por higiene deportiva y social, ‘Rino’ siga hablando sin el freno de mano todo el tiempo que esté aquí. Siempre será mejor la verdad cruel que la mentira piadosa.

Mientras Joan Laporta campaba a sus anchas por el palco de Mestalla aprovechando la ausencia de autoestima del remedo de club que nos está quedando, raquítico de valores ante la carcoma de un máximo accionista que hace tiempo se cansó del juguete, los chavales batallaron sobre el césped contra un rival difícil, contra sus propias limitaciones como plantilla y contra una dinámica cada vez más negativa. Perdieron, pero soy incapaz de reprocharles nada. Mi vista mira hacia arriba, y no hacia abajo.

En días de Halloween y Todos los Santos, la zombificación del Valencia transcurre según el plan, plácida y sin sobresaltos. Club vivo o muerto según el momento y el lugar. ¿El homenaje a Villa desde las bases? Síntoma de un club vibrante, pasional y entregado a una de sus leyendas. ¿La directiva ofreciendo a Laporta y al Barcelona el palco como su recreo particular? Más propio de una institución mortecina, carente del amor propio más elemental y que a más de un presidente pasado le habrá hecho revolverse en la tumba. Pero oiga, que Laporta es colega del jefe y hay que cumplir. Cual gato de Schrödinger, ambos estados vitales conviven a diario mientras observamos impotentes desde fuera de la caja esta decadencia nuclear e imparable.

Escribo esto desde Gijón, donde pude sentarme tres horas con Marcelino García Toral a tratar de descubrir todo lo que usted siempre quiso saber y nunca se atrevió a preguntar. La charla se publicará próximamente y no quedó ni un solo tema en el tintero. Una de las cuestiones fue, por motivos obvios, el objetivo que Peter Lim le puso nada más aterrizar en Valencia en 2017. Respuesta cortita y al pie: “Europa”. Lograron ser cuartos. Dos veces. Y una Copa, por si alguno lo ha olvidado. Hace cinco años de eso. Hasta en el proceso tiránico, inexorable e implacable de empequeñecer al Valencia hasta que su grandeza e historia quepan en una calabaza vacía, Meriton también se ha hecho pequeño de rebote.

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