VALÈNCIA. El Levante ha manifestado su pésame por el fallecimiento de Roberto Álvarez acaecido en la jornada de ayer en Barcelona. Roberto Álvarez estuvo ligado al Levante en condición de entrenador de la primera plantilla del Levante. Dirigió al equipo del barrio de Orriols en dos etapas diferenciadas en el tiempo. Su estancia en las filas de la entidad levantinista germinó en el verano de 1988. El técnico realizó la valija para trasladarse a la capital del Turia después de una notable temporada como instructor del Teruel. Álvarez había adquirido prestigio en el cosmos de la categoría de Bronce desde el arranque de la década de los años ochenta. Tarrasa, Lleida, Poblense o Teruel marcaron su experiencia en el tercer peldaño del fútbol nacional. Aquel decenio fue tortuoso para la sociedad granota. El abismo de la Tercera División se materializó ante los ojos de la entidad blaugrana en diversas ocasiones.
El Levante se reencontró con la Segunda División en el curso 1987-1988. Aquella campaña el Teruel y el Levante fueron enemigos en el ámbito de la Segunda División B. Los dirigentes levantinos anotaron en rojo el nombre del preparador leonés y propiciaron su trasvase en dirección a Valencia en el período estival de 1988. En ese viaje emprendido desde la ciudad turolense en dirección hacia el Ciutat de Valencia Álvarez aterrizó en compañía del defensor Tomeu Ballester. Su cabellera blanca, una seña de identidad personal e intransferible, brillaría en el banquillo granota. El Levante confeccionó un bloque de garantías con el fin de asaltar la categoría de Plata. El rastro de la Segunda División A se había difuminado desde el ejercicio 1981-1982.
El Levante del curso 1988-1989 compitió en el Grupo IV de la Segunda División B. No tardó en exceso en mostrar su solvencia y clarividencia sobre el terreno de juego. La temporada determinó desde los albores de la competición una lucha titánica entre el Levante y el Ceuta. En el imaginario del levantinismo, emerge el duelo entre el Levante y el Ceuta en el feudo de Orriols en febrero de 1989. El desenlace no fue definitivo en la trayectoria final de cada una de las escuadras, pero aquella mítica victoria 5-4 aclaró el panorama en el ático de la clasificación, aunque quizás el paso del tiempo haya dimensionado el valor de aquel triunfo, en términos numéricos toda vez que restaban infinidad de jornadas antes de echar el telón definitivo al curso. No obstante, aquel enfrentamiento estuvo repleto de condicionantes emocionales y también estadísticos.
Nules fue el particular Eldorado de aquel Levante representado desde el terreno de juego por Latorre (0-3). El triunfo en la población castellonense parecía cerrar una herida que supuraba. El Levante logró el tránsito a la Segunda División en la jornada trigésimo quinta. En una Liga que premiaba la victoria con dos puntos alejó al segundo clasificado en once puntos. El hecho resalta la solvencia del grupo. Roberto Álvarez siguió a los mandos del Levante como inquilino de la categoría de Plata, si bien esa relación acabó de manera abrupta en la jornada vigésimo octava. La derrota ante el Castilla (3-1) en tierras madrileñas marcó su ocaso en el foso del banquillo. No obstante, Álvarez regresó a Orriols en el convulso ejercicio 1997-1998 en Segunda A. Dirigió ocho partidos a caballo entre José Enrique Díaz y Aranguren. Fue el tercer técnico en un ejercicio caótico resuelto con el descenso a Segunda B. Emilio Cruz abrió el ejercicio. José Enrique Díaz, Roberto Álvarez, Aranguren y Pepe Balaguer no pudieron enderezar a un colectivo sumido en el caos. Roberto Álvarez falleció en la jornada de ayer en Barcelona.