VALÈNCIA. "Contentos, pero prudentes". Si algo caracteriza al entrenador del Levante, Julián Calero, es el equilibrio. En el césped y en su discurso. Un orden marcial. La euforia por el liderato del que ahora mismo goza el club en Segunda División -clasifica con los mismos 11 puntos que el Eibar pero con mejor average particular, y colidera la tabla con el mismo bagaje exacto que el Racing de Santander- es sostenida. No hay espacio para el exceso de confianza, aunque sí para la autoconvicción de que el equipo marcha por encima de las expectativas. "Si nos dicen que en la jornada 5 estamos así, teniendo en cuenta el calendario y de dónde venimos, lo hubiésemos firmado", dijo el preparador madrileño tras conseguir ante el Eldense la segunda victoria consecutiva este curso.
La situación no deja de ser anecdótica. Restan 37 jornadas por delante y hoy, hace exactamente un año, el Real Oviedo, su Cartagena e incluso el Eibar vivían en puestos de descenso de categoría. Dos de esos clubes jugaron promoción de ascenso y el que comendaba justo una plaza por encima del infierno, el Valladolid, volvió a la élite de forma directa bajo el estruendo de una guerra fría entre grada y entrenador. Sin embargo, en Orriols luce un dato: el Levante no era líder en Segunda desde el 10 de junio de 2017. Entonces, no existía el playoff y el cuadro granota que entrenaba Muñiz había arrasado durante todo el campeonato, con 39 fechas ligueras consecutivas incrustado en la primera posición de la tabla.
Ha llovido mucho. Demasiado. Desde aquello, el Levante ha vivido uno de sus mejores periplos en la élite, ha tocado con los dedos una final de Copa e incluso ha cambiado de máximo accionista. Ni siquiera en las dos últimas temporadas desde el último descenso a Segunda, cuando el club sí ha hablado abierta y públicamente del objetivo del regreso a Primera, el equipo tocó la primera plaza. El coliderato actual puede ser transitorio, pero es una efeméride que no se repetía desde hace demasiado tiempo, a pesar de haber pasado por ser uno de los clubes a batir de la categoría. De hecho, en la campaña 2022/2023, en la que la entidad se fijó el ascenso inmediato como objetivo primordial para su supervivencia económica, solo se tocó la segunda plaza de acceso al ascenso directo en cuatro jornadas.
"Hay que ponerlo todo en perspectiva", comentaba Calero en una entrevista en Plaza Deportiva. Tanto es así que el técnico descartaba que el hecho de subir a Primera llegase a ser siquiera un objetivo difuso. Si la pasada temporada sí se habló de la "ilusión del ascenso" -el club trató de borrar la palabra "obligación" del imaginario social del Ciutat-, esta ha pasado a ser algo completamente añadido. Un premio prácticamente impensable con uno de los márgenes salariales más reducidos de la categoría y una situación límite a la hora de inscribir futbolistas antes del cierre del período establecido. Para Calero, la herida del levantinismo, de la que habla casi en cada rueda de prensa y sobre la que trata de "echar mercromina", no se cura ascendiendo, sino reformulando de nuevo la idiosincradia de una parroquia que, de momento, "más por los resultados que por el discruso", le sigue casi con fe ciega.