ANÁLISIS | LA CANTINA

El misterioso vuelo de Misha

La mascota de Moscú 80 fue despedida hace cuarenta años con un globo de helio que alimentó varias leyendas en Rusia

24/07/2020 - 

Esta semana murió Victor Chizhikov, un nombre que dejará indiferente al 95 por ciento de la población. Salvo a unos pocos frikis que saben que fue el ilustrador que concibió a Misha, la mascota de los Juegos Olímpicos de Moscú 80. Fue la primera mascota que se hizo universal y está considerada, en dura pugna con Cobi, la rompedora creación de Javier Mariscal para Barcelona 92, la mejor mascota de todos los tiempos.

Chizhikov era un ilustrador moscovita dedicado a la literatura infantil que ganó el concurso público que convocó el Partido Comunista en 1977 en vista de que no paraban de llegar al Kremlin cartas de la población pidiendo que la mascota fuera un oso, un oso pardo.

Misha, un oso regordete sin más adorno que un cinturón con los aros y los colores olímpicos, fue la primera mascota que se hizo popular en todo el mundo. Los organizadores, gracias al merchandising, recaudaron unos buenos rublos que aliviaron un poco la afrenta que supuso el boicot por parte de 65 países. Y se hizo hasta una serie animada -en España, 'El osito Misha'-, un modelo que luego se fue imitando, como sucedió en la Copa del Mundo de fútbol de 1982 con los dibujos de Naranjito y sus amigos Citronio y Clementina.

Los de Moscú 80 fueron mis primeros Juegos. El vago recuerdo en blanco y negro, Sebastian Coe y la entrada triunfal al estadio Lenin de Jordi Llopart, la primera medalla olímpica de nuestro atletismo, resisten en mi memoria. Y Misha, claro. Porque yo también tenía un osito.

Misha pasó a la posteridad gracias a la ceremonia de clausura. Aquel 3 de agosto de 1980 -en dos semanas se cumplirán cuarenta años-, el Politburó sabía que era su última oportunidad de deslumbrar al mundo. Sesenta y cinco delegaciones les habían dado la espalda, pero esos 65 países podían mirar a Moscú gracias a la televisión.

Por eso se esmeraron en hacer una despedida a lo grande, un adiós que vieron 2.000 millones de espectadores. Llegado el momento, sonaron los primeros acordes de 'Da svidania Moskva' y 500 soldados del Ejército Rojo formaron en la grada un enorme mosaico con la mascota y la frase 'Buen viaje'. Y, jugando con los cartones, lograron que hasta le cayera una lágrima. Entonces llevaron hasta el césped una mascota de ocho metros de alto de la que colgaban 24 globos de colores.

El gigantesco globo de Misha fue realizado con una goma especial desarrollada por el Instituto Soviético de Investigación de la Industria del Caucho. Se llenaba de helio y cuando la ceremonia llegó a su cenit, con el público emocionado después de ver la lágrima en el tifo, Misha se elevó y, después de coger altura, salió en horizontal hasta perderse en el cielo de Moscú.

Aquella imagen se grabó a fuego en la memoria colectiva de los soviéticos. Y la escena de Misha alejándose del estadio en un vuelo tranquilo alimentó todo tipo de leyendas. La más fascinante, reproducida en la Wikipedia, es que el globo fue visto años después en Siberia y hasta en Alaska. No tiene ninguna base, sobre todo porque el globo acabó apareciendo poco después en la Exposición de Logros de la Economía de la URSS, según cuenta el autor del blog 'Moscú de la Revolución'. Y expone algunas de las tesis que han desarrollado los rusos, antes soviéticos, en estos cuarenta años.

La más sólida asegura que el globo se estrelló minutos después en las colinas Lenin (hoy de los Gorriones). Pero hay algunas otras apasionantes que intentan explicar, además, que el globo se elevó y sorteó el pebetero y los focos sin chocarse. Y dicen que eso fue posible gracias a un proyecto que se puso en marcha un año antes, en 1979, y que consistía en introducir a un piloto dentro de la mascota para dirigir el vuelo gracias a la ayuda de los globos de helio. Y hasta se habla de los ensayos en el aeródromo militar Kubinka-2 y que Trusov, el ideólogo, se subió al globo y acabó desapareciendo sin que nadie supiera nada más de él nunca más. O que otro piloto, de nombre I. K. Artemonov, sufrió un accidente en el que se incendió el globo y murió en la ambulancia.

La teorías son infinitas. Una de ellas contempla que se abrió un 'corredor del oso' en el cielo de Moscú para proteger del tráfico aéreo el vuelo de aquel Misha de goma. Y que el día de la ceremonia un tal Tuslan Surov se metió en una de las patas de Misha y elevó el globo. Todo fue perfecto y la salida del estadio Lenin fue memorable. Hasta que, sigue la leyenda, el viento empezó a soplar con más fuerza de lo previsto. Surov pronunció por la radio varias veces 'Antorcha', la palabra clave por si algo iba mal, y que a las dos de la noche, en vista de que nadie le ayudaba, accionó la válvula de seguridad y se precipitó al suelo saliendo vivo de milagro... a 125 kilómetros de Moscú.

Noticias relacionadas