VALÈNCIA. Los que nacimos a mediados de los ochenta (y ya no digo los que nacieron antes o mucho antes) vivimos el valencianismo con una pasión resabiada. Esa mirada por encima del hombre al club. El desdén paternalista de quien ha vivido un amplio historial de hitos. Los que nacimos a mediados de los ochenta, además, navegamos entre las dos aguas. Tuvimos un inicio de militancia gris oscuro casi negro, repentinamente nos pusimos a ver ganar -tras una remontada lisérgica hasta el 3-4 en el Camp Nou-, nos volvimos adictos perdidos al resultadismo… y sin solución de continuidad estuvimos a punto de ver desaparecer al VCF. Andamos buscando un reencuentro. Una nueva vía. Debe ir desligada de los resultados, pero son las emociones las que catalizan los sentimientos.
Hace unas semanas Gayà recordó como una de las mejores citas de su propia historia la remontada contra el Basilea, abril de 2014. Curioso, para los de nuestra generación y las generaciones previas es un recuerdo eléctrico que no tenemos en el ranking de nuestros hechos favoritos. Es la distancia entre la consideración del club frente a la realidad más inmediata.
Cuando el Valencia ganaba su último título, Gayà tenía 13 años, Soler 11, Ferran tenía 8 y Kang In 7. Se produce una simbiosis entre una afición nueva que lleva toda una década de desconcierto y un nuevo entramado del equipo que aspira a retomar el pulso del grupo. Esta noche se encuentran unos y otros. El partido es el partido de todos, pero fundamentalmente es de ellos, los nacidos desde mediados de los noventa.
Épica o control. Claro que es urgente, claro que hay una necesidad punzante. Competir es esto. En lugar de verlo como una presión, démosle la vuelta. Es la fuerza añadida que lleva Mestalla.
Este Valencia es un equipo demostrando amplias contradicciones. Ha aprendido a defender, cerrados y ordenados, pero no es capaz de controlar un partido a su antojo, sino que hay una dependencia del rival, con más resistencia que dominio. Es un equipo con poco gol y, sin embargo, con el arrojo épico de endosar el castigo en cualquier momento, hasta el último instante. Puestos a verlo en conjunto, no parece una ventaja menor saber que el grupo no se viene abajo ni palmando 2-0 en la ida de una semifinal. Permanecer de frente hasta el final es una pequeña gran garantía. Volem!
A Lim se le puede recriminar por unos cuantos motivos, pero no parece un propietario especialmente oportunista. Que se ausente de un partido como el de la noche es una enseñanza de la escasa necesidad por sacar pecho. Eso, o la escasa comprensión del momento.