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El Rey Sol

3/09/2021 - 

VALÈNCIA. Hubo pretemporadas, no muchos años atrás, en las que el Valencia competía en fichajes rutilantes con los grandes o colocaba pufos en equipos que intentaban alcanzarlo en la jerarquía del fútbol español. No hace falta remontarse a aquellos tiempos en los que peleaba con el Barça para fichar a Krankl, tenía atado a Platini (traspaso que solo frustró el miedo a gastar una exorbitante suma de dinero en un futbolista de solo 22 años) o reclutó a futbolistas de fama mundial, como Kempes, Bonhof o Morena. En este mismo siglo, fue capaz de arrebatarle a Joaquín al Real Madrid (al que la prensa capitalina pintaba ya de merengue), vender restos de serie el Barça a precio de oro (los inolvidables traspasos de Gerard, Matthieu o André Gomes) y colocar a un jugador problemático y alcoholizado como Banega en el Atlético de Madrid.

Esos recuerdos parecen tan lejanos en el tiempo como los días en que, a finales de agosto, el valencianismo soñaba con temporadas brillantes, títulos, clasificaciones europeas y tardes y noches de gloria. La deriva destructora de Meriton, la inutilidad de las personas que dirigen el club, ha convertido esos momentos no tan lejanos en un álbum de recuerdos que miramos con nostalgia, preocupados porque difícilmente volverán.

En el contexto de una liga española cada vez más devaluada, en la que hasta los más poderosos trapichean con fichajes de medio pelo ante su incapacidad para reclutar grandes estrellas, el Valencia se ha reforzado esta temporada con cierto criterio. No es que las incorporaciones de un defensa cuyo nombre rima con Albacete, un lateral que ha transitado por la clase media-baja de las ligas española y francesa A.M. (antes de Messi), un delantero que nos ayudó involuntariamente ha ganar la copa muy a su pesar, un brasileño casi blanco y un extremo con nombre de delantero torpe y apellido de defensa todavía más torpe, hayan sido rutilantes, ni mucho menos, pero, al menos, la pandilla de vividores con sede en el Bar la Deportiva ha confiado en el criterio del entrenador, por primera vez desde que Marcelino y Mateu Alemany fichaban para elevar el nivel del equipo.

Los que llegan y los que se han quedado son hombres de Bordalás, peticiones expresas, en modo low cost, de un técnico sobre el que recae toda la responsabilidad de la temporada, tanto por lo que se refiere a la propiedad como a la esperanza del aficionado. Bordalás se ha convertido en el Rey Sol de este equipo, el responsable total de lo bueno y de lo malo, la piedra angular de un club sostenido con alfileres después de años de locuras deportivas, políticas erráticas y decisiones absurdas. Suya será la culpa si el equipo supera las expectativas iniciales, que no son otras que no pasar apuros, o incluso alcanza cotas que ahora nos parecen impensables, como meterse en Europa y recuperar el espíritu de un Valencia que muerda en cada campo y sea rocoso como el granito.

Pero no nos llamemos a engaño. Si las cosas no salen bien, si los nuevos fichajes resultan un fiasco como tantos y tantos jugadores que han pasado por el vestuario valencianista durante años, Lim aplicará su implacable espada para decapitar al Rey Sol y contratar a un técnico que convenga a sus intereses, que normalmente no coinciden con los del Valencia, y nos hará despertar de este pequeño sueño esperanzador que sentimos antes de que esta nueva temporada, que preveíamos catastrófica, eche a andar.

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