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opinión

El señor cangrejo

18/10/2019 - 

VALÈNCIA. Estas casi dos semanas de parón futbolero nos han servido para descubrir algo muy importante: la razón por la que Peter Lim decidió prescindir de Marcelino García Toral el pasado 11 de septiembre. Al parecer, todo empezó el 23 de agosto, víspera del segundo encuentro de liga que el Valencia tenía que disputar en Balaidos contra el Celta. Aquel día, con un Marcelino a punto de entrar en combustión porque no le habían traído a Rafinha y Denis Suárez y porque veía que le van a quitar a Rodrigo Moreno, utilizó una metáfora crustácea para responder a la pregunta de si el club tenía previsto fichar a alguien para sustituir al delantero hispanobrasileño: “Solo los cangrejos corren hacia atrás o hacia un lado”, dijo el técnico, en clara alusión a lo que él interpreta como un paso atrás de Peter Lim en la progresión deportiva del club.

Que le llamaran “cangrejo” no es algo que sentara especialmente bien al dueño del club. Menos si la afirmación venía de un empleado suyo, aunque este no aludiera conscientemente a la condición de especie invasora de algunas familias de dicho decápodo. Desconozco si en Singapur el cangrejo tiene connotaciones negativas, como la pueden tener el burro, el cerdo o la rata en la cultura occidental, pero la alusión crustácea del entonces entrenador al propietario de la entidad fue, según le contó Anil Murthy al presidente de la Asociación de Peñas, la principal causa que terminó con Marcelino en el paro.

Entre el 23 de agosto, fecha que deberíamos instituir como el día nacional del Cangrejo en Valencia, y el 11 de septiembre, jornada en la que Marcelino fue cesado, el club se movió en el mercado en busca de un lateral derecho que solventara el contratiempo que había supuesto la lesión de Piccini, el único jugador de la plantilla específicamente preparado para cubrir esa posición. En las últimas horas del mercado de verano, el club hizo pública la contratación del portugués Thierry Correia, un chico de 20 años que militaba en el Sporting Clube y al que habíamos visto unos días atrás, en el partido que había enfrentado a los lusos con el Valencia en pretemporada, pero nadie se había fijado en él, supongo que oscurecido por el brillo de Jeremy Matthieu en su reencuentro con el valencianismo. A pesar de su alto precio (entre 12 y 15 millones de euros, según las famosas variables que vienen a ser como esos precios de las rebajas que siempre acaban en “coma noventa y nueve”), Correia representaba una apuesta de futuro, muy similar a la que se hizo hace cinco años con Joao Cancelo: compras a un joven con proyección, lo tienes dos o tres años en la plantilla y lo vendes por el doble o el triple de lo que te costó. Por el momento, esa es la única estrategia deportiva que ha demostrado Meriton en un lustro como dueña del club.

El problema de Correia, aparte de que por lo visto hasta el momento no se parece a Cancelo ni en broma, es que su físico era muy similar al de un personaje televisivo de la serie 'Me llamo Earl' al que todos llamaban “el señor Cangrejo”. 'Me llamo Earl' cuenta las aventuras de un hombre que, tras un accidente, se propone restañar todas las tropelías que cometió en el pasado para que el karma no caiga sobre él. En ella, El señor Cangrejo es el novio de la exmujer del protagonista, un tipo de piel tostada, con un peinado modelo brócoli y el aspecto de ser feliz por haber tenido una buena cosecha anual de marihuana. Un tío simpático, al fin y al cabo. 

Aunque Marcelino llegó a afirmar en público que tenía conocimiento del fichaje del lateral luso y que avalaba su contratación, lo cierto es que Correia vino de la mano de Jorge Mendes y Lim, en una de esas operaciones que tanto gustan al agente de Cristiano Ronaldo porque le sirven para embolsarse jugosas comisiones y que tanto satisfacen al empresario singapurés porque dejan contento a su amigo con otro de sus chanchullos, y parecía ser un infiltrado dentro de una plantilla que había cerrado filas alrededor de su jefe. Pero, curiosamente, el infiltrado era el señor Cangrejo, en la mejor venganza crustácea que se le podía ocurrir a Lim para desquiciar a su entrenador. 

Lo más divertido de todo es que Marcelino nunca llegó a entrenar al señor Cangrejo, que se integró en la disciplina del grupo después de aquel parón de selecciones en el que Marcelino fue fulminado. Seguro que por culpa del karma.  

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