Hoy es 13 de octubre
VALÈNCIA. Cuando se ha consumado ya, de manera absolutamente palpable, el fracaso que ha supuesto para el Valencia CF la colonización a la que ha sido sometido por las huestes de Peter Lim; cuando ya casi nadie conserva fe alguna en que puedan aportar nada positivo a la vida del club; y cuando han acreditado durante siete interminables años su ineptitud pare regir la entidad y, lo que es casi peor, el desprecio absoluto que exhiben sin pudor a la afición valencianista y a la historia del Valencia, muchos seguimos esperando que, quienes fueron sus propagandistas y quienes pusieron en su boca la gran cantidad de beneficios que acarrearía su llegada, se pronuncien con la misma contundencia con la que lo hacían cuando el proceso de venta estaba en marcha.
No es necesario que abran a Mestalla y repartan cartulinas de colores como entonces hicieron y tampoco es menester que vuelvan a generar el clima irrespirable que generaron entonces cuando convirtieron la ‘caza de brujas’ en deporte autóctono. Pero sí que expliquen por qué lo hicieron y qué les movió a aquel proselitismo exagerado al que se sumó de manera ‘desinteresada’ un buen número de funambulistas, palanganeros y repartidores de carnets dispuestos a elevar la presión hasta niveles insospechados. Porque… cabe recordar que la gran mayoría de compromisos que, habitualmente, cargamos en la mochila de Lim, no los escuchamos de su boca sino de las de Amadeo Salvo y Aurelio Martínez que cantaron a los cuatro vientos las bondades del mesías y que no supieron o no quisieron -ellos sabrán- compendiar en los documentos de venta las cautelas necesarias para que Lim se obligase a cumplir ciertos compromisos que lleva eludiendo desde hace siete años.
Cierto es que no es fácil consignar en un contrato el respeto al aficionado y la buena educación, cualidades de las que carecen los dignatarios de Lim, como no es posible baremar si, de verdad, hay una apuesta deportiva para estar en la élite del fútbol europeo e incluirlo en un documento de compra-venta, pero… aquellas ‘bravatas’ referentes al estadio que iba a estar terminado para el Centenario, aquel anuncio del final de la deuda en el plazo de cinco años o el compromiso de comprar la parcela de Mestalla por 150 millones de euros sí podrían haber sido consignados en los contratos y no se hizo.
El silencio de los voceros es atronador. La distancia que ha tomado Amadeo Salvo con todo lo que acontece en el Valencia habiendo sido él quien cogió la bandera de Lim en primera persona como si le fuese la vida en el empeño y, llevándose por delante todo lo que tuviera que llevarse, la plantó en la cima de los escombros del proceso de venta, resulta, cuanto menos, sorprendente. Salvo fomentó el pavor entre los patronos de la Fundación y muchos de ellos, que hoy se arrepienten, se ‘doblaron’ de puro miedo. Aurelio Martínez, haciendo gala de un talante más aterciopelado, paseó su carta de dimisión y la aireó ante la tribuna de Mestalla en una asamblea multitudinaria para explicar las bondades de Lim incluidas las de la deuda y la parcela.
Movilizaron todo lo habido y por haber hasta el punto de sacar a la calle a cuatro o cuatrocientos incautos enarbolando pancartas contra Bankia, manejaron la propaganda populista de una manera que hubiera dejado ‘ojiplático’ al mismísimo Joseph Goebbels y todo para que Peter Lim se hiciera con un club que, al poco tiempo de su llegada, quedó totalmente acreditado que le importaba y le importa un pito. Su silencio sigue siendo sobrecogedor pero esta semana ha saltado la liebre. Obligado a contestar a una de las demandas en curso, la de Barberá, que les impele de manera directa, el dilecto presidente de la Autoridad Portuaria de Valencia condecorado con la insignia de oro y brillantes del Valencia CF por obra y gracia de Amadeo Salvo, dice que él “no vendió las acciones del Valencia, pues las vendió la propia Fundación por acuerdo del Patronato autorizado por el Protectorado”.
Cualquiera podría entender -otorgándoles mayor o menor crédito- que, entonando el ‘mea culpa’, oficiaran una liturgia victimista mostrándose ante la sociedad valencianista como las primeras víctimas del gran engaño. Sin embargo, y a la espera de ver las reacciones del presidente del Ibiza, la argumentación de Don Aurelio consiste en ‘quitarse el muerto de encima’. Hace falta tener la cara de la dureza del titanio.