VALÈNCIA. Una semana más, aquí andamos. En la apasionante aventura de elaborar columnas que puedan resultar entretenidas, didácticas incluso y con la esperanza de arrancar alguna sonrisa en unos meses que están siendo absolutamente terroríficos a todos los niveles para el aficionado medio. Porque, recordad siempre, escribir y leer sobre alegrías es siempre mil veces más satisfactorio que escribir y leer sobre miseria.
Respecto al tema del Camp Nou, ya se ha dicho casi todo. Deportivamente, queda claro que regresar de vacío tras un escandaloso penalti escamoteado no es el resultado óptimo, pero por desgracia nuestro margen de actuación sobre Alberola Rojas y el VAR es limitado. Sí me nace, como a muchos otros, pedirle mucho más al club como institución a la hora de defenderse. Tras muchos años viendo fútbol, llega el día en el que te duele más la inacción a la hora de protestar por un atraco que el atraco en sí mismo. Porque lo segundo no puedes controlarlo, pero lo primero sí que depende de ti.
Recordaréis aquella escena de ‘Jurassic Park’ en la que el tiranosaurio irrumpe en plena carretera, derribando y destruyendo todo a su paso mientras el agua jarrea en mitad de una tormenta tropical. El personaje de Alan Grant tensa todos sus músculos en el interior del jeep y aclara a su acompañante, en voz baja: “Quédese totalmente quieto. Su visión se basa en el movimiento”. Sus conocimientos guían su forma de actuar. Sabe perfectamente lo que tiene que hacer. Maneja la situación. Poco después, ya fuera del vehículo, el paleontólogo enciende una bengala, la ondea unos segundos y consigue distraer y desviar al animal de la zona del conflicto.
En esa misma escena, vemos otros dos ejemplos incorrectos de comportamiento ante una crisis: los niños en el coche delantero, a vueltas con una linterna que provoca que su coche acabe despedazado por el ‘bicho’; y el carismático Ian Malcolm, que acaba medio cadáver tras querer hacerse el héroe y huir presa del pánico. En ambos casos, personajes sin la experiencia ni la preparación necesarias para afrontar la situación. Spoiler: en ambos casos, sale mal.
Andaba el domingo por la noche con esa maldita escena en la cabeza –se cumplen 30 años desde su estreno en cines- mientras rumiaba sobre las infumables declaraciones de Miguel Ángel Corona tras el partido. Blandengues. Timoratas. Pusilánimes. Mojigatas.
“Desafortunadamente en esa última jugada se han inventado un córner”, dijo. “¿Qué si vamos a pedir explicaciones? Creemos que lo mejor que podemos hacer es seguir compitiendo”, remató. Al tiempo que la afición se hacía cruces e incendiaba las redes con el penalti no señalado a Fran Pérez, la cara visible del club –que había solicitado salir ex profeso ante los micros de Movistar para hablar- le enviaba un beso y una flor al Comité Técnico de Árbitros en forma de declaración oficial. Inmovilismo institucional. Don Tancredo. Siguiendo con el símil, el tiranosaurio pasaría de largo si tuviese a Corona delante: objeto inerte, inmóvil y, seguramente, insípido si le dieses un ‘bocao’.
Pero no se trata de demonizar a Corona. Lo dijo Montalt hace tiempo por aquí: el ‘direttore d’sport’ no es el problema, es simplemente un síntoma. El espectacular desguace y purga realizados en los últimos cinco años por Anil Kumar –con el beneplácito del señor Lim- ha vaciado el club de personal cualificado y experto en prácticamente todas las áreas: la social, la institucional, la de mercadotecnia, la de gestión, la de comunicación y la deportiva. Como organización empresarial, el Valencia CF ha sido esquilmado de una parte importante de sus activos valencianistas a base de despidos aleatorios, arbitrarios y vengativos. Gente veterana con trayectorias de diez, quince, veinte años o más en el club, que sabía el terreno que pisaba, que conocía los mecanismos de la trastienda del fútbol y con relaciones fluidas con los organismos competentes (LaLiga, RFEF, Comité Técnico de Árbitros, etc). Todos a la calle mientras Anil y sus compañeros de juergas almorzaban y se deshuevaban a risotadas en ‘La Deportiva’.
¿Quiénes han quedado? Me gusta siempre recalcar la diferencia existente entre los dos subgrupos: una amplia mayoría de trabajadores responsables y cualificados que, ante la hecatombe, han tenido que acaparar más funciones de las adecuadas y se vacían a diario, haciendo todo lo que pueden y llegando hasta donde la vida les da; y otro reducto que dedica más tiempo a conspirar, a malmeter y a buscar culpables externos de todo lo que sucede en lugar de hacer bien su faena. Y ambos colectivos conviven a diario con un miedo atroz a moverse demasiado… por si el tiranosaurio los liquida.
Ni Corona alzó la voz en el palco, ni Baraja lo hizo en rueda de prensa, ni Guillamón lo hizo a pie de campo. En el caso de técnico y jugadores, los cuatro partidos de sanción a Gayà a principios de temporada todavía pesan. Más inmovilismo. Y tampoco hubo comunicado oficial, a pesar de que tuve la osadía de preguntar a la gente del club si iba a publicarse alguna queja más contundente tras lo sucedido. Me remitieron a las explicaciones de Corona y santas Pascuas. Me subía por las paredes. Al día siguiente, Club Atlético Osasuna –rival la próxima jornada- fue capaz de elaborar y publicar un comunicado oficial metiendo un ‘apretón’ a los árbitros una hora después del pitido final de un partido que podría haber ganado si no le llegan a anular un gol dudoso.
Y no es que Osasuna funcione como Los Ángeles Lakers, ni maneje el presupuesto del Manchester City. Osasuna funciona como Osasuna, un club normal con profesionales en todas sus parcelas y modélico en casi todo lo que hace, porque saben de qué va esta vaina. Osasuna es Alan Grant. El problema aquí es que el Valencia funciona como un Chikipark: Meriton ha convertido al club en Timmy y Lex, los niñitos del coche. Y los guantazos, magulladuras y moratones que te estás llevando, mientras voltean el vehículo cada jornada, no hacen más que ir a peor.
Pasan las semanas y la desesperación de un buen número de seguidores crece ante la inacción de un club que cada día les representa menos. Desesperación, hartazgo y frustración, porque ellos mismos –en redes, en protestas, en las calles- y muchos medios de comunicación defienden más al Valencia CF ante robos como el de Barcelona que el propio club. Esa desazón se multiplica en los casos de los aficionados jóvenes, esos en la horquilla de los 15-25 años y que se han acostumbrado a la miseria. Al desastre perpetrado por Lim y sus colegas en la última década. Y que ya sólo piden cosas tan básicas como defenderse ante la injusticia. “No me importan los títulos, ni que los jugadores no sepan controlar un balón, ni tener que pelear por no bajar a Segunda: me importa sentirme identificado con mi club”, me escribió un chaval ayer. Yo, qué queréis que os diga… Cuando leo esto, se me cae el alma a los pies.
Tiranosaurio Rex. “Rey de los lagartos tiranos”. ¿Os viene a la mente alguien que practique la tiranía a diario, que viva como un rey y que se lleve por delante todo lo que se cruce en su camino? Peter Lim: el máximo accionista que emocionó a Spielberg.