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El Valencia de las dos almas

10/03/2022 - 

VALÈNCIA. Decíamos al acabar el Valencia-Athletic que que si alguien acudiera de nuevas al Antic Nou Mestalla (vuelve a parecer más nuevo que los renders del futuro estadio), concluiría que el club está exultante, en un gran momento de forma y con una sociedad bien articulada, conciliada con su equipo, remando a favor.

La cuestión es que no es del todo mentira. Que la militancia, llamada a rebato, acudiera con ese fulgor, dice muchas cosas buenas de una hinchada tantas veces desconsiderada. La afición del Valencia ha sido cuestionada por animar, por no animar, por cuestionar, por no cuestionar, por ser demasiado furiosa, por ser demasiado mustia, por apoyar a quien no debía, por no apoyar a quien debía. 

Muchas veces con razón, muchas voces de forma infundada. Las aficiones son el hilo conductor de las sociedades. Normalmente son el calco exacto de un contexto.

Ante este momento, en cambio, apenas se escucha el reconocimiento a una hinchada que lleva años conviviendo con sus dos propias almas. Es capaz de seguir estando a pesar de que todos los alicientes se le pongan en contra. Es capaz de agarrarse a esperanzas, como la final de Copa, para reconectar con el club. El palabro ‘resiliencia’, tan manoseado, parece hecho a propósito. 

La demostración de júbilo entre equipo y afición en el balcón de Mestalla parecía una repetición de algunos otros instantes que se han podido vivir en los últimos tres años. Y de ahí la paradoja: que en estas temporadas tan grises existan tantos picos de felicidad en abierto. Viendo a lo lejos la comunión equipo-hinchada, parecería que ambas partes han decidido prescindir de intermediarios y que el máximo triunfo de un jugador del Valencia es, precisamente, darse este baño de masas en el que, con todo en contra, se convierten en protagonistas con el favor del público. Ni el griterío por la espalda del presidente podrá alterar ese orden.

La habilidad de la hinchada para no confundir a la propiedad con el club lleva tanto tiempo de puesta en práctica que ya sale bordada. El vestuario, cuando ha tenido entrenadores sólidos, ha sabido aprovechar la circunstancia para dar un paso más en lugar de apacentarse en el limbo en el que ha sido ubicado. 

Nadie sabe bien cuál es el rumbo del club, aunque en ningún caso parece demasiado prometedor. Pero Mestalla ha firmado un pacto tácito consigo misma: todas aquellos momentos que puedan celebrarse, se celebrarán, conscientes de que la mayor de las derrotas es que también nos expropiaran la capacidad de la alegría. 

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