VALÈNCIA. Partamos de la inicial idea de que el Valencia CF hizo el partido que, de momento, puede hacer: es decir, un mal partido si todo no se pone de cara y el rival no tiene un mal día. Nada puede ocultar el atasco de juego que sufre el equipo y la debilidad extrema que tiene en defensa, empezando por un terrible Diakhaby (que no cambia) y acabando con un Paulista que, si no está centrado en lo suyo, tiene cierta propensión a equivocarse con y sin balón. Algo debe fallar sistemáticamente en el equipo para que, año tras año (salvo un pequeño momento con Marcelino) tengamos siempre este problema en defensa. Nos llegan con una facilidad pasmosa y nos cogen la matrícula casi siempre todos los equipos: ya en la segunda parte nos cuesta un poco más y a veces reaccionamos a tiempo y otras no. Tampoco cambia el asunto. Por tanto, no encuentro diferencias aún con respecto a años pasados a la hora de salir al campo, enchufados, concentrados en lo que hay que hacer, imponiendo su propuesta de juego. Quizá, quién sabe, es que todavía no tienes propuesta, con independencia de Javi Gracia, pues es algo sistemático, está en la genética de buena parte de esta plantilla. Así que hablar hoy de los árbitros— como haré— no es por desviar la atención de los problemas auténticos que tiene el equipo y que no cambian.
No cambia tampoco la indolencia de Guedes, que no se moja por el equipo y va a lo suyo: y lo suyo es siempre elegir la peor de las opciones posibles. Realmente, todos sabemos que puede ser la nota diferencial de este equipo, pero rara vez lo es, así que, si vemos su precio, una venta por algo más de la mitad de lo que costó no estaría mal, viendo que, en tres años, solo rindió los primeros doce partidos que jugó. A Rodrigo también le costó entrar, pero su actitud era muy diferente: esto es lo que les diferencia en rendimiento.
Donde sí hay un sutil cambio de esos que tanto nos divierten en las páginas de crucigramas de los periódicos es en la dirección del club y su gestión: antes de Lim teníamos problemas de liquidez y teníamos que vender, pero el equipo competía porque había toda un estructura deportiva bien asentada, que tenía muy claras las directrices que debía seguir para hacer el modelo sostenible. Con Lim pensábamos que esto iba a cambiar, pero, la verdad es que seguimos teniendo falta de liquidez, debemos vender, y falta— y aquí está lo importante del cambio— una estructura deportiva sólida, preparada, que pueda anticiparse al mercado, que de eso se trata. Todo lo que pueda decir yo aquí ya está dicho, así que no nos va a sorprender a nadie.
¿Dónde veo que hay importantes diferencias? El VAR debía corregir esas clases sociales instaladas en una competición muy jerarquizada como es La Liga. Pero se está dando todo lo contrario: sigue evidenciando que la justicia no se reparte por igual dependiendo de cómo te llames y de qué poder adquisitivo dispongas. Que el Valencia CF haya sido el equipo que más veces se haya visto perjudicado por una revisión del VAR es algo que, mira tú por dónde, no me sorprende, ya que al final esto solo les está sirviendo como coartada perfecta para que el club y los jugadores no monten en cólera, pero siguen haciendo las mismas chorizadas de siempre. ¿Dónde está el cambio? Muy fácil: el arbitraje de Gil Manzano fue lamentable, auxiliado (y abandonado) por su colega en la sala correspondiente, donde se ponen, cuando juega el Valencia, seguramente, dibujos animados japoneses, en varias de sus pantallas. Lo cierto es que no es la primera vez que este árbitro hace de las suyas contra los valencianistas, pero bueno, pensemos en la buena fe, que diría aquel. El gol en fuera de juego, o supuesto fuera de juego, quizá merecía algo más de tiempo para revisarse, luego está la falta al borde del área (y yo contabilicé hasta tres en el frontal que fueron muy rigurosas) del segundo gol, que dudo mucho que a Casemiro se la hubiesen pitado, más los penaltis que le hicieron a Vallejo y a Gayá al final del partido, por no contar el bailar pegados es bailar que le hicieron a Paulista en un córner, a dos metros del árbitro, que veía emocionado el baile, como quien ve por segunda vez Dirty Dancing. La diferencia está que esto mismo le ocurre al Real Madrid o al Barcelona y tenemos una semana de repeticiones, polémica, acusaciones de todo tipo, etc. en todos los medios nacionales, que hasta hace que te sienta mal el postre con tanto madridismo casposo y tanto barcelonismo elitista. Le ocurrió al Valencia CF (como le podía haber pasado a cualquier otro equipo de Primera) y la cosa, entonces, no tenía apenas importancia: eran lances del juego interpretables por un buen árbitro. ¡y un mojón para ti, bonico! Ha sido una actuación lamentable, llena de errores de bulto, groseros, que exigirían una temporadita de Gil Manzano en la nevera, pero eso no va a pasar porque los medios de comunicación que mueven el grueso de la opinión nacional, no van a hacer ni un simple apunte (salvo el ecléctico Iturralde González) de la vergonzosa actuación que, atónitos, hemos visto. La teatralidad de los jugadores del Celta tampoco ayudó, la verdad.
Ahí está la diferencia, precisamente (y paradójicamente) cuando en verdad no está cambiando nada de nada: el equipo está mal defensivamente, no tiene ni un duro, Guedes sigue sin aparecer y el VAR sigue aplicando un criterio muy diferente cuando es el Valencia CF el equipo beneficiado. Los árbitros, por su parte, a la suya: tomando la asistencia telemática como coartada, porque a veces deciden cortar una jugada en el origen, aunque luego las imágenes demuestren que no estaba en fuera de juego, por ejemplo, y otras la cortan al final y entonces el melón, dependiendo de cómo salga, se irá a la basura o te lo comerás. Nada nuevo. Y así, con todo: lo que cambia es a qué equipo le sucede, pues el hecho de que suceda no cambia, ni cambiará, porque el Valencia CF tampoco sabe que, estratégicamente, los clubes pueden mover buenos hilos, usar buenos intermediarios, para cambiar las cosas.