bombeja agustinet! / OPINIÓN

Enderezar, ganar, seguir

27/11/2020 - 

VALÈNCIA. “El Llevant es como una gran familia”. ¡Cuántas veces lo hemos oído! Lo cierto es que en toda familia hay jerarquía y normas. Tito pretendió ser un profesional sin inmiscuirse en la “familia granota”, un verso libre. Confió en que era lo que deseaba el presidente Catalán, que así lo afirmaba y quería creerlo, aunque no acababa de encajarle una dirección deportiva independiente. Yo, honestamente, tampoco lo veía. Quico y López tenían que decidir en esa parcela tan vinculada al futuro económico del Llevant, por un lado, y a su identidad futbolística, por otro.

El Llevant post-Tito.

Sin embargo siempre defendí a Tito. Hasta el final y aún hoy. Su difícil encaje era lo más deseable, pero era tarde. En Orriols ya se había optado por una dirección deportiva de perfil dócil, de proponer y no disponer; un instrumento para que la planificación deportiva llevara el sello de Catalán y López. En el cambio de modelo influyó que Tito trajese futbolistas que no encajaran en la apuesta futbolística de López. Hubo dudas y matices, claro. A nadie escapa que Tito eligió a López.

Y este es el Llevant post-Tito. Un Frankestein de Tito, López, Salvador-Navarro y Quico. Nada, en realidad, que no suceda en otros lares. En la actual coyuntura muchos apuntan a Salvador-Navarro como culpables, más por lo que no han hecho que por lo que han hecho mal. El problema es más complejo, como ven.

Contratos largos y fichas altas.

El tope de años y euros saltó por los aires. El Llevant creyó que así crecería. Sin embargo lo primero conllevó conformismo y lo segundo desequilibrios salariales, agravios y malestar grupal. Los contratos largos provocan, además, que encallen futbolistas con un rendimiento inesperadamente bajo a los que hay que dar salida. Al final toda Europa sabe que el Llevant, sobre la bocina de los mercados, “regala” futbolistas. El overbooking es también una obstrucción a la cantera: nunca hay hueco para gente de casa. De inyectarles confianza ya ni hablamos.

En todo este maremágnum el problema de Campaña, con una ficha desmesurada y un rendimiento inestable e irregular, es terrible: futbolista mimado por el club, donde renació, que no devuelve el afecto que se le abona en cuenta.

Un entrenador maniático.

Desde que llegó: unos futbolistas necesitan hacer muy poco bien para ser indiscutibles y otros hacer muy poco mal para quedar fuera del once. En algún artículo lo bauticé como “disciplina asimétrica”. Todos los entrenadores tienen manías. Como los directores de cine. El fútbol también es una obra de arte coral. Y a quien lleva la batuta se le consienten cosas. Va con el cargo. Con el oficio de las palabras va criticar estas manías cuando perjudican al equipo, que es cuando afloran. Eso y más cosas: el balón parado, en defensa y ataque; las transiciones defensivas, las coberturas y el equilibrio entre líneas; el sistema. Otra cosa es que el balón no entre o que se falle en el último pase. Hay que saber distinguir. El equipo ha jugado bien con la dupla Malsa-Vukcevic en la medular. López ha optado por otras soluciones, tozudamente, que no han funcionado, y Radoja, que podía ser una alternativa, no cuenta con la confianza del curso pasado.

Madurez y bisoñez.


 El levantinismo vive anclado en la nostalgia de la primera temporada de López, cuando fue capaz de sacar lo mejor de la plantilla y revivir a un equipo muerto. Los que aún creen en López confían en que se recuperará aquel futbol preciosista de tiralíneas capaz de tumbar a cualquiera. Sin embargo, en los tres cursos siguientes sólo ha regresado de forma esporádica.

Hoy existen problemas que no había entonces. El primero es que este Llevant tiene un buen número de futbolistas con las limitaciones normales de la edad: Morales y Coke (33 años), Postigo (32), Duarte, Toño, Miramón y León (31)… Gestionar esta situación nunca es fácil. En el otro extremo hay otros con escasa experiencia en la élite: Koke y Cárdenas, Son, Malsa, De Frutos y Gómez. A ello hay que sumar la situación complicada de dos jugadores talentosos con los que López contaba a su mejor nivel: Campaña se quiere ir y Rochina no renovará casi seguro. Todo esto junto genera un desequilibrio en la plantilla que se traslada al césped. A lo que ahora mismo se unen, para más inri, las lesiones de Aitor y Bardhi.

El Llevant podría ser quinto.

Aviso ya. Cuando acabe este argumento no me digan aquello de “y si mi abuela tuviera cojones sería mi abuelo”. En los últimos cuatro empates a uno, el Llevant pudo perfectamente haber ganado. En todos. Más allá de los errores y del rendimiento. Con esos puntos extra el Llevant sería quinto con 15 puntos y estaría marcándose una temporada histórica. Unos poco hablarían de los errores y otros los llamarían agoreros. Sólo eso.

Hay un margen amplio para enderezar la situación, siempre que se aborden de frente los problemas: será tan difícil recuperar a Campaña como que Rochina renueve; hay futbolistas que están para 45 minutos; los problemas defensivos exigen la cobertura de un doble pivote; es momento de futbolistas con carácter que impidan que la indolencia de otros se apodere del grupo.

Y si por una de aquellas se pudiese hacer una cuadratura de círculo para el mercado de enero la prioridad absoluta está en el centro de la zaga.

Mucho se ha especulado sobre si la cabeza del míster está en juego. Paco López va a seguir, pase lo que pase en Zorrilla. Por muchos motivos, entre ellos el económico, pero sobre todo porque aún tiene un crédito amplio ante quien firma los finiquitos.

Lo mejor, en todo caso, sería enderezar el equipo, ganar en Valladolid con un buen fútbol, rebajar la tensión existente y poder seguir creciendo sin perder de vista todo aquello que se puede y se debe corregir, que es mucho.

El peso de Orriols.

 

Tebas ha anunciado que en enero podríamos volver al flamante nuevo Orriols. Ojalá. La parroquia levantina hubiese sido esencial como contrapunto al escaso carácter de esta plantilla. La popularidad de Vukcevic, llevada a la hipérbole con el agarrón del cuello a Guardiola, crece como la hiedra entre una afición que detesta a los futbolistas sin sangre, desde siempre. Con la presión en las gradas algunos futbolistas no se hubieran acomodado como lo han hecho. O hubieran acabado en la grada. El regreso de la hinchada a Orriols jugará a favor del Llevant, sin duda alguna.

Maradona, del Cabanyal

Maradona era del Cabanyal. Claro que sí. También. Además. Cada niño que alguna vez se enfundó una blaugrana del Llevant en los años 80 junto al mar quiso ser Maradona. Pasó aquí y en todo el planeta. Maradona era universal. Argentino, napolitano, universal. Su fútbol es patrimonio inmaterial de la Humanidad, aunque se pudiera oler el sudor frío de sus rivales cuando los encaraba, aunque intentaran segar sus tobillos una y otra vez, aunque los balones tuvieran tacto de terciopelo entre su bota y las mallas. Se pueden tocar las portadas de los periódicos y revistas que lo recuerdan; mojan las lágrimas de quienes le lloran, pero su fútbol es patrimonio inmaterial. Y su mito inmortal también.

(*) 

Alguien rugió: «Bombeja Agustinet!». Dicho y hecho llegaron el centro, el gol, la euforia y el abrazo. A Agustí Dolz le arengaron tantas veces que Di Stéfano declaraba en una entrevista que el fútbol que inventó el United a finales de los 60, con dos extremos y un ariete rompedor, era lo que en Valencia llamaban «Bombeja Agustinet!» desde dos décadas atrás.


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