En mi mundo, que es mi realidad, el crack del Valencia siempre sería el entrenador. El dinero, y lo que siga menester, para él. Porque un entrenador de nivel es un entrenador que aporta valor añadido a una plantilla. Su sola presencia enchufa a los jugadores
VALENCIA. Los contrastes. Hace un año, a estas alturas, el Valencia visitaba el Camp Nou pendiente de ganar para meterse de lleno en la lucha por el título. Y lo pudo hacer. Ahora visitará el Insular pendiente de evitar la lucha por la permanencia. ¿Lo hará?
Las cosas cambiaron demasiado. Cuando yo era pequeño, hace mucho ya, para entrenar al Valencia tenías que haber ganado previamente una Copa de Europa con el PSV. Un mundial con Brasil. Ligas con el Real Madrid. Ser Luis Aragonés. Haber envejecido en los banquillos de la mejor liga del mundo alzando copas o hacerlo en Sudamérica, llevando al Mallorca a finales europeas al cruzar el charco. Cuando yo era pequeño un cualquiera no podía entrenar al Valencia.
Pero eso cambió tras Benítez. Desde entonces el club se sumió en la locura, en una constante búsqueda del grial, hasta acabar consumido, trastornado. Hay una mentira cruel en toda esa pléyade de jovenets recién salidos de la academia que han chafado Mestalla estos últimos años. Cada vez que uno de ellos nos llega se saca a relucir el "como Benítez" a modo de bautizo con el que dotar de aura mística a ese pipiolo inepto que asume demasiado pronto en un lugar demasiado exigente.
Porque Benítez llegó al Valencia en 2001, empezando a entrenar en 1993. Ninguno de los inéditos llegados tras él, salvo Valverde -oh casualidad, el mejor entrenador que pasó por la ciutat desde 2004 -, tuvo siquiera un tercio de la experiencia que tenía Rafa al chafar Mestalla. Además, La Losa (aka Benítez) incorporó la métrica y el análisis de vídeo en un fútbol dominado por los Kresic, Del Bosque, Griguol o Paco Herrera. Inventó el Money Ball antes que Billy Beane.
Pero eso pasaba cuando yo era pequeño, hace mucho ya. Ahora, tras reducir los requisitos a la nada, ni siquiera hace falta ser entrenador para tomar las riendas del Valencia.
Y es una lástima, porque esa obtusidad nos ha llevado a matar a tipos que podían haber sido muy útiles para el club. Quique, de entrenar al Valencia alguna vez, tenía que haberlo hecho en 2016, no en 2006. Emery, puesto a ser valencianista, lo tendría que haber sido ahora, ya persona. El Pellegrino triunfante de Independiente es el hombre por el que se podría apostar dentro de dos o tres años, y no cuando lo hizo Llorente.
La esquizofrenia que gobierna el club desde el doblete se lee en tales prácticas. Poner entrenadores recién graduados al frente de equipos maduros y resabiados es condenarlos a muerte. Poner entrenadores por aprender a dirigir equipos que están para que les enseñen es del género tonto. Como lo es que para entrenar al Athletic tengas que ser Bielsa o Valverde y para hacerlo en Valencia baste con ser Neville.
En mi mundo, que es mi realidad, el crack del Valencia siempre sería el entrenador. El dinero, y lo que siga menester, para él. Porque un entrenador de nivel es un entrenador que aporta valor añadido a una plantilla. Su sola presencia enchufa a los jugadores. Su valúa da puntos en situaciones complejas y hacen crecer a los jugadores con más proyección; revalorizan a sus equipos haciéndoles rendir al máximo de sus posibilidades porque crece la exigencia; la propia y la colectiva. Y eso es dinero y prestigio para la entidad.
Decir un entrenador de nivel, sirva esto como nota aclaratoria, no es decir Mourinho. En la vida existe el término medio; aunque por estos lares hace mucho que dejamos de catarlo.
Pese a que la historia del Valencia esté por contar y yazca ignorada se puede acudir a ella para advertir sobre lo que no hay que hacer. Y en este club siempre hubieron dos cosas que jamás funcionaron: Tirar de billetera -sinónimo de fracaso- , y los experimentos en los banquillos. El Valencia sólo fue grande cuando fue humilde y trabajador, y sólo tuvo éxito cuando estuvo dirigido por gente capacitada y de trayectoria reconocible.
Entrenar al VCF, que no es un cualquiera, no puede ser tan barato como lo ha sido desde 2005. Si despreciamos así una posición tan vital, cómo ha de funcionar lo demás. Prima que este club comience a exigirse mucho más, porque tenemos una historia que respetar.
Pero claro, todo eso pasaba cuando yo era pequeño.