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opinión

Estupideces

20/06/2019 - 

VALÈNCIA. Pasó consulta Anil Murthy en “Noranta Minuts” con el maestro Manolo Montalt y después de hablar de lo divino y de lo humano, puso sobre la mesa una declaración de intenciones: “Es una estupidez vender jugadores para acabar un nuevo estadio”. Vino a decir algo así como que la intención del VCF pasa porque no le pase como al incauto del chiste, que vendió el coche para comprar gasolina. Un aviso a navegantes para los altavoces mediáticos y sobre todo, para los aficionados del Valencia, que llevan tiempo haciéndose cruces con el famoso tema del nuevo Mestalla. Sostiene el presidente que el futuro del club no debe pasar por ventas forzosas para acelerar el proceso de mudanza y con la venia, no le falta razón. Y es que, por fortuna para un club que se pasó años desangrándose en una absurda guerra intestina por el poder, los planetas se han alineado y el personal tiene clara la hoja de ruta a seguir, para mantenerse en la elite y seguir creciendo. Dos temporadas consecutivas en la Champions y un título después, ahora la prioridad pasa por seguir escalando hasta la cima, sin prisa, pero sin pausa, teniendo claros los tiempos. No hay que tener miedo a vender, pero ese nunca puede ser el modelo que sostenga el proceso de cambio a una nueva casa. A tres años vista mínimo de ese cambio, el Valencia debe adecuar su paso a la mudanza. Y ese paso entraña una política de actuación consensuada por Anil, Mateu Alemany y Marcelino, con la intención de consolidar todos los cimientos de un proyecto del que muchos dudaban y ha salido plenamente reforzado. La hoja de ruta está definida: potenciar la plantilla, seguir ocupando plaza entre los cuatro primeros para que la tesorería se alivie y luchar en los tres frentes, para poder pelear por títulos, que es lo que hace felices a los valencianistas. Si el club logra estabilizarse, jugar dos temporadas más en Champions y ampliar sus ingresos por competiciones y retransmisiones, tendrá el grado de madurez para poder mudarse sin la necesidad de alargar más el brazo que la manga. Y en eso anda el club, por cierto. 

Que el aficionado del Valencia anhelaba un título y lo tiene en su Centenario, se ha festejado, pero se debe saborear con la perspectiva que merece. Que el aficionado sabe que está en buenas manos, parece haber calado. Y que el hincha empieza a tener la sensación de que el club ya no da palos de ciego y se ha orientado en la dirección correcta, parece que se ha interiorizado. Quizá por eso, será necesario que este verano, cuando llegue alguna venta impopular, cuando salga algún jugador de primera línea o hasta cuando se acometa un fichaje que no le convenza al universo Twitter Valencia, será un buen momento para comprobar la fortaleza de las convicciones del hincha. Ente otras cosas, porque este verano, inmerso en la jungla del mercado futbolístico, inflacionado y espinoso, el hincha del Valencia va a vivir una prueba de estrés, porque habrá decisiones que el club tome que no van a gustar, pero que necesita acometer. Aparecerán los rumores, las ofertas encima de la mesa, los famosos afectos-, los debates – saludables si no son corrosivos-, y sobre todo, las situaciones del mercado donde unos jugarán a colocar papeles de malos y buenos de la película. No lloverá a gusto de todos. Seguro. Sin embargo, sería oportuno que la gente del Valencia, después de una campaña exitosa, tenga a bien comprender que el verano va a ser largo y algunas decisiones, complicadas de poder entender. Eso sí, será este verano cuando el valencianista tenga que elegir: volver a caer en la tentación de criticar a los que han demostrado que saben como tripular el barco o asumir que el club tiene muy claro qué es lo que tiene que hacer para seguir creciendo, gusten sus decisiones o no. El objetivo es consolidarse en la elite. Y para ello, el club debe ser firme, rápido y directo. Sabe lo que busca, está negociando, va a intercambiar piezas y necesitará cierto margen de comprensión. Y después, cuando lleve cinco años seguidos en Champions, entonces será el momento ideal para acometer la mudanza al nuevo estadio. Lo contrario sería aquello de vender el coche para comprar gasolina. Uno, que no es hincha del Valencia ni siente el murciélago como parte de su identidad, lo tiene meridianamente claro: Mateu y Marcelino merecen un voto de confianza. Uno sincero, que no sea de boquilla y que se venga abajo al calor del primer fichaje o la primera venta del verano. Entre otras cosas, porque eso sí que sería una soberana estupidez.

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