VALÈNCIA. La reunión de los capitanes con Kondogbia de esta semana fue el primer brote verde que se ha visto en el Valencia desde hacía mucho tiempo. El objetivo del encuentro era saber si el francés estaba por la labor o si, por el contrario, ponía rumbo al Atlético. Al final, fue lo segundo. Sin embargo, lo positivo de esa reunión es que evidenció, por encima de todo, el compromiso del vestuario en unos momentos muy delicados. Con un presidente desacreditado y un entrenador debilitado, la conjura del grupo debe resultar decisiva. Ese todos a una centrará la verdadera realidad del Valencia esta temporada. Si el colectivo tira del carro, estoy seguro de que nadie volverá a hablar del descenso. Porque, aunque el Valencia tenga sus limitaciones, lo bien cierto es que el equipo no es tan malo como para pasar apuros ligueros.
En el fútbol, siempre son los jugadores los que tienen la última palabra. De ellos depende. Por muy buena gestión de la entidad o una impecable dirección desde el banquillo, si los futbolistas no ponen de su parte…. no hay nada que hacer. En Mestalla las hemos vivido de todos los colores. Aunque antagónicas, en alguna de ellas incluso se alcanzó la gloria. Recuerdo, por ejemplo, la Liga 2001-2002. El inicio del campeonato fue más que discreto. Rafa Benítez estuvo cuestionado y a los jugadores les costaba creer en el proyecto. Sin embargo, Benítez supo transmitir su mentalidad ganadora al vestuario y, después de una remontada épica, se logró el título. En este caso, fue el entrenador el que tiró del vestuario. Por el contrario, en el año 2008, asistimos al factor inverso. Con Koeman sin la confianza del grupo, fueron los futbolistas los que cogieron el mando de las operaciones y llevaron al equipo a conquistar la Copa.
En ambos casos hay un nexo común. Los futbolistas tienen la máxima responsabilidad. Y deben ser conscientes de lo que ello conlleva. De lo contrario, continuaremos en caída libre. Los jugadores deben sentir esa presión por parte del club, de la afición y de los medios de comunicación. Saber aguantarla, poner el máximo de su parte, y lograr los resultados exigibles. Eso es lo que yo echo en falta en este Valencia de las últimas jornadas. En este equipo que lleva tres partidos sin lograr la victoria. Pero esa ausencia de presión al vestuario, ese ponerles en marcha antes década entrenamiento, es algo que no solo debe llegar desde el banquillo. Tiene que ser la institución la que obligue a los futbolistas. El club debe exigirles. Exprimirles al máximo. Señalarles el escudo que llevan en el pecho. Y aquí echo muy en falta dirección a pie de obra. Porque Murthy, que estuvo en la charla con Kondogbia, ejerce más de censor que de otra cosa.
Insisto. Falta dirección a pie de obra. Fue muy significativo que Javi Gracia dijera que en varios meses solo había hablado una vez con Anil Murthy. Sucedió cuando aún estaba abierto el mercado de fichajes. Que Kondogbia no tuviera reparos a la hora de publicar en una red social que el presidente le había mentido. O que algunos futbolistas reconozcan, en privado, que si les llega una buena oferta se marcharían del Valencia. Muy triste. Que las decisiones sobre el día a día o el futuro del Valencia se tomen a muchos kilómetros de distancia es una pésima noticia. Para que esto carbure es necesario tocar mare. De lo contrario, entraremos en barrena.