VALÈNCIA. Una de las principales recomendaciones que recoge el informe Draghi titulado The future of European competitiveness (El futuro de la competitividad europea), de 2024, apunta a la necesidad de incrementar las inversiones en investigación y desarrollo, a la vez que se impulsa la creación de instituciones académicas que alcancen los más altos niveles de excelencia. El objetivo es robustecer la cadena que va de la innovación a la comercialización y propiciar la aparición de nuevos sectores y competidores, que reduzcan nuestra dependencia de terceros mercados.
En España sí se innova. Solo en 2023 se presentaron en la OPEM (Oficina Española de Patentes y Marcas) un total de 1.455 solicitudes de patentes, un 10,4% más que el año anterior. Madrid, seguida de la Comunitat Valenciana, lidera el ranking de solicitudes presentadas, a la vez que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) repite como la institución más activa en esta materia.
La clave, sin embargo, no está en saber cuánto se patenta, sino en cuántas de esas solicitudes terminan cubiertas de polvo en las estanterías o los cajones de la universidad. No existe una estadística precisa y pública que indique el porcentaje exacto de patentes solicitadas en España que no llegan a comercializarse, pero expertos, como el director del Congreso Nacional de Científicos Emprendedores de la Fundación DRO Carlos Cosculluela, aseguran que «son muchas».
La comunidad universitaria
La fórmula habitual que aplica la comunidad universitaria para transferir el conocimiento generado por sus investigadores a la sociedad son las spin-off, iniciativas empresariales de nueva creación promovidas desde el seno de un centro universitario.