VALÈNCIA. La medida de mantener a un entrenador en su puesto cuando pretendió marcharse y no mover ficha cuando, meses más tarde, tiene al equipo en la decimocuarta posición de la tabla y haber salido de Pamplona dejando a su espalda un bochorno inexplicable, no es sino una muestra más del abandono absoluto en el que se encuentra el Valencia CF por parte de un magnate que se ha aburrido del juguete que compró hace unos años.
De su inutilidad para regir el destino de un Club de Fútbol ya ha dejado numerosas muestras desde que se hizo cargo de la entidad pero en ocasiones precedentes sí movió el banquillo cuando los resultados eran insostenibles. No lo hizo con acierto puesto que del negocio del fútbol no sabe nada que vaya más allá del ‘trapicheo’ de fichajes que ha venido haciendo con su socio y amigo a costa del Valencia pero sí tomó decisiones para intentar parar el descalabro. Cuando comprobó que Ayestarán no era capaz de dirigir al equipo contrató a Prandelli y cuando comprobó que el fichaje de Celades se confirmada como un atentado a la razón lo cesó para volver a sentar a Voro en el banquillo. No acertó porque es muy difícil acertar cuando uno no sabe lo que tiene entre manos pero, por lo menos, sí agitó el árbol esperando una reacción del equipo.
Pero ahora no. Ahora mantiene en el cargo a un entrenador que tiró la toalla hace tiempo, que ha estado muy por debajo del nivel de la plantilla siendo esta muy pobre para la transcendencia de la institución y que ni siquiera sabe cuántos puntos le separan de sus rivales: ayer sacó pecho diciendo que sólo le separan cuatro puntos del octavo clasificado. Ni sabe que son siete los puntos que hay de diferencia, ni se le cae la cara de vergüenza teniendo a su equipo a 32 de la Champions que es la aspiración que cada temporada debe tener un entrenador que se enfrenta al honor y la oportunidad de sentarse en el banquillo del Valencia.
Aunque corren tiempos en los que no hay más remedio que apretarse en cinturón, no hay dirigente en el fútbol que anteponga la economía a la necesidad deportiva y aunque la caja esté vacía ninguno de ellos se resiste al recurso último de un cambio de entrenador cuando acecha el peligro salvo que, como en el caso que nos ocupa, no le importe en absoluto. No hay dirigente, con un mínimo de dignidad y respeto a la entidad que dirige, que deje deliberadamente caer a su equipo porque la salud deportiva de un equipo es el motor de la viabilidad económica de la propia entidad y... por respeto a una masa social que llora sangre viendo a su equipo arrastrándose por los campos de fútbol y haciéndose cada día más pequeño.
Resulta paradójico que se hayan subido al carro del ‘Football is for the fans' los responsables de la caída libre del Valencia CF. Los mismos que sacaron de Mestalla a la Curva Nord y a la Agrupación de Peñas. Los mismos cuyo patético capataz hizo callar a Mestalla desde el palco porque protestaba por el desmantelamiento de un proyecto competitivo. Los mismos que bloquean a seguidores en las redes sociales cuando tienen que ver cómo la ‘filla de l’amo’ escupe en las mismas redes que “el Valencia es nuestro y podemos hacer lo que queramos”. Se suben al primer carro oportunista que pasa por la puerta y, como se creen superiores, piensan que el valencianismo nada en la ignorancia.
Ante tal estulticia ya a nadie puede extrañar que ver al Valencia jugar al fútbol se haya convertido en una penitencia insufrible. Que los jugadores no sientan la responsabilidad que supone vestir la camiseta del Valencia CF y que su entrenador sea un absoluto desastre. Al fin y al cabo no son si no el fiel reflejo de una dirigencia tan insolente como catastrófica.