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Ganarse el sitio

12/01/2021 - 

VALÈNCIA. Una de las cosas que más han cambiado en el fútbol actual es aquello de ganarse el puesto de titular a base de rendimiento dentro del campo, tanto en los entrenamientos como en los partidos en los que tengas que salir, aunque sea unos minutos. Existe una suerte de democratización del tiempo de juego, que no va a la par con el mérito del mismo, es decir, que en muchos casos el futbolista acaba jugando mucho más de lo que realmente se merece. 

Apelar a la profesionalidad es fácil cuando todo te sale bien: pides respeto, pides que te valoren como un trabajador y exiges aumentos en consonancia a ese esfuerzo. Pero esa profesionalidad se evapora cuando las cosas ya no van rodadas: jugar en un campo de tercera división, salir diez minutos a ver qué resuelves, fallar balones muy claros, sin oposición, etc. Ahí el fútbol se convierte en arte, en frágil habilidad de artesanos de lo emotivo y de la suerte y no tanto en una cuestión de regularidad profesional o de responsabilidad laboral, traducida en exigencia, al menos mínima. Así, si las cosas salen bien, entonces págame más o me voy a otro sitio, pero si la cosa ya no sale como se esperaba, entonces dame minutos o déjame salir o, peor aún, te conformas con cobrar todos los meses y a esperar a ver qué pasa, porque yo tengo un contrato y soy profesional. Argumentos no faltan, está claro.

No sé qué día podrá ocurrir que vaya un futbolista a las oficinas del club, de la mano de su representante, a pedir que le bajen el salario por bajo rendimiento, pues no juega como debiere, no marca, no asiste, no defiende correctamente o no roba ni un balón en la medular. No se han dado casos, la verdad, al menos que conozcamos, pero no estaría nada mal, porque a poco que un jugador hace cinco partidos buenos ya especula con sus ganancias y el eco de su rendimiento. Si a un futbolista lo fichas para que pase bien el balón y haga buenas transiciones de juego en la medular, y le pones delante de sus narices un contrato acorde a un rendimiento, entonces el hecho de que haga bien esa función es una exigencia contractual, ni más ni menos.

Pero todo esto viene porque hoy en día el futbolista no necesita ganarse su sitio en el campo: o bien lo hace a través de ese mismo contrato que firma y que propone un mínimo de minutos; o bien tiene que jugar para no devaluar su valor, entrar en rotaciones o para no perderlo para la causa deportiva e institucional, por si hay lesiones o sanciones. Así no se puede vivir más cómodo, la verdad. Sin mucho esfuerzo, sé que voy a jugar un mínimo de 17 o 20 partidos en un año en un equipo como el Valencia CF. No necesito nada más que no fallar a los entrenamientos, no quedarme muy atrás en los ejercicios físicos, no declarar públicamente una guerra con mi entrenador, apelar a la unidad del grupo y listo. En su gran mayoría todo esto es muy positivo, salvo si hay dejadez tras ello, es decir, si la indolencia es lo que mueve esa inacción que se resigna a cumplir con lo mínimo y no hacer el esfuerzo de querer ganarse un sitio en el equipo titular.

Voy a poner algún caso que me resulta extraño y llamativo: Jason, por ejemplo, está ofreciendo un rendimiento al equipo lamentable, más allá de su inaceptable expulsión del otro día. Más allá incluso de muchos partidos anteriores, podríamos irnos a su reválida en la copa, contra el Terrasa, y valorar su deplorable partido, indigno de un futbolista profesional. La consecuencia fue que, en la jornada siguiente, volvió a jugar de titular contra el Sevilla, y volvió a hacer un partido desastroso, también indigno de un jugador profesional. Y así, un buen número de minutos acumulados, que tuvo su culminación en el encuentro contra el Granada y su expulsión. Hasta la fecha, ha restado al equipo siempre, pues no ha aportado nada ni en defensa ni en ataque. Podríamos apelar a su profesionalidad en aquellos aspectos extrafutbolísticos, si queremos, pero en lo que es a eso de jugar al fútbol, está muy lejos de cumplir las condiciones de su contrato y de justificar su salario.

Y no pasa nada de nada, porque sabe que, tan pronto se dé el caso, volverá a jugar, lo haga como lo haga, pues le basta con no montar un circo con el entrenador. Supongo que Gracia pensará que, en algún momento, le puede ser útil y que deberá echar mano de él. Pero no ha demostrado serlo en más de una quincena de partidos y no creo que lo demuestre, pues es tan pobre la planificación deportiva del equipo que el entrenador no puede tomar el mando y exigir, sino persuadir al jugador para que aporte algo, que se sacrifique por el equipo, ya que en lo individual no le da. Y digo esto con la esperanza de que el jugador en concreto reaccione y dé un buen rendimiento, que sería lo deseado por todas las partes, así que le deseo toda la suerte del mundo.

Lo mismo pienso de casos como Kang In Lee, que exige minutos, pero poco hace para ganárselos en muchas ocasiones. O Mangala, que está a un nivel de rendimiento exactamente igual que Jason. O Cheryshev, que elige siempre mal la opción. Caso paradigmático es el de Correia, que ves que quiere, pero su deficiente manera de defender no le deja progresar más de lo que él se gana con su esfuerzo: de donde no hay, no se puede sacar y este chico puede ser mejor extremo que lateral, pero no concibo cómo ha llegado a la élite siendo un futbolista de perfil defensivo (lateral). 

Sobre todos estos y algunos más, cae la sospecha de que, hagan lo que hagan, van a seguir jugando, porque no hay más, no hay otra. Y eso sí es matar al fútbol, quitándole el tuétano a sus huesos, porque una máxima de este deporte es ganarse el sitio a base de sudar tinta y sangre en los entrenamientos en los minutos que poco a poco vas ganando: entrega y calidad. Por eso Vallejo tiene mis respetos.

Saber que tu esfuerzo es solo una pequeña porción del argumento que explica por qué juegas o no, es una trampa mortal para los entrenadores, que se convierten casi en gestores de egos más que en estudiosos y estrategas del juego. Hay que entender que buena parte de sus decisiones no son las que ellos quisieran tomar, pero hay imponderables en los clubes que superan la posible acción del comandante al frente del equipo. Lo sabe Gracia y lo sabemos todos y todas. Eso sí, ahora solo podemos ya pedir que los futbolistas entiendan la profesionalidad como una responsabilidad y un deber y no solo como un derecho.

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