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LA CANTINA

Gasol, Popovich y el ego

18/08/2023 - 

VALÈNCIA. Me gustan los discursos. Bueno, en realidad, me gustan los buenos discursos. Me gusta la gente que tiene la personalidad suficiente para decir algo interesante en la ceremonia de los Goya. Me encanta cómo divagan algunos de los protagonistas de los Premios Princesa de Asturias. Y me gustaron mucho los discursos de las leyendas que entraban en el Naismith Memorial Hall of Fame. Alguno fue muy impactante, como el de Becky Hammon, cuando se dirigió a Gregg Popovich. “Pop, no te voy a mirar”, empezó, como adelantando que iba a decir algo emotivo que iba a sacudirle a ambos. Y luego abrió su corazón y soltó: “Cuando me contrataste (como asistente, un hecho insólito) sé que no estabas tratando de ser valiente, pero hiciste algo que nadie había hecho antes en el deporte profesional. Has cambiado mi vida y la de muchas chicas”.

Fue un día emocionante para los amantes del baloncesto. Allí estaba Pau Gasol, estelar un día más. Sus discursos siempre son certeros y no iba a ser una excepción el día que sus padres, Marisa y Agustí, le pusieron la chaqueta naranja de las leyendas. Se acordó de todo el mundo. Desde aquel entrenador del Cornellà que le hizo jugar un día de base hasta aquellos jugadores europeos que hicieron de pioneros en la NBA: Fernando Martín, Drazen Petrovic, Sarunas Marciulonis, Arvydas Sabonis, Vlado Divac, Dino Radja, Rick Smits… Y Tony Kukoc, claro, que estas sentado a su lado en el escenario ante un auditorio repleto de estrellas del baloncesto.

Pau también tuvo su momento emotivo cuando se acordó del difunto Kobe Bryant. “No estaría aquí sin ti, hermano. Desearía más que nada que estuvieras aquí con Gigi (su hija, que también falleció en el accidente de helicóptero). Te quiero y te echo de menos”. El ala-pívot de Sant Boi aseguró que Kobe fue la persona que elevó su juego como ninguna otra. Y recordó el día que se incorporó a la expedición de los Los Angeles Lakers. Fue a las tantas, pero Kobe insistió en saber a qué hora iba a llegar porque quería ir y darle la bienvenida. “Él sólo quería asegurarse de que recibiera cuanto antes, de primera mano, el mensaje: ‘Bienvenido al equipo, estoy feliz de que estés aquí. Ahora vamos a ganar un campeonato juntos’. Eso fue todo”.

Pero creo que lo más emocionante fue el reconocimiento generalizado a un entrenador incomparable como Gregg Popovich. No sólo por parte de Hammon, también de aquel triángulo mágico que nos enamoró: Tony Parker, Manu Ginóbili y Tim Duncan. “¿Quién diría que el pequeño francés, un joven de Argentina y un nadador de las Islas (Vírgenes) ganaríamos cuatro campeonatos juntos?”, como resumió el base francés, de quien Coach Pop dijo que si ahora le entrenara como entonces acabaría esposado.

Popovich encarna el lado del baloncesto -el deporte de equipo, en general- que a mí más me ha gustado, el que antepone el grupo a las individualidades. No nos pongamos exquisitos: claro que hay estrellas que casi por sí solas han ganado y ganarán títulos. Pero me emociona más cuando un equipo es tan homogéneo, está tan compenetrado y es tan solidario que puede dominar a la mayor de las estrellas, como LeBron James.

El técnico, hijo de padre serbio y madre croata, fue el líder de una dinastía inolvidable en la que fue introduciendo a jugadores de diferentes países porque siempre fue un hombre de mente abierta, como demostró también al incorporar a Beck Hammon a su equipo de entrenadores. Popovich hizo suya la filosofía del hombre y la roca, que lo importante no es quien da un golpe y la parte sino los cien anteriores que la golpearon y que hicieron posible que este último lo lograra. Él demostró que el juego de equipo siempre tiene posibilidades de éxito. Suya es una frase definitoria: “Los buenos equipos se vuelven grandes cuando los integrantes confían entre sí lo suficiente para cambiar el yo por el nosotros”.

Popovich le ha hablado mucho a sus jugadores de la importancia de tirar el ego por la ventana. ¿Cuántas veces hemos visto equipos de baloncesto que lo que les ha separado del éxito ha sido el ego? Yo, muchas.

Coach Pop escuchó todas las alabanzas con el rostro serio. Es probable que mientras le regalaban los oídos, él, fiel a su estilo, a su filosofía de vida, estuviera librando una pelea interna contra su ego. Este es un ejercicio que recomiendo practicar a diario, añado yo. El ego, creo, es el gran problema del siglo XXI. El ego lo pudre y lo arruina todo. Por eso conviene recordarse cada día que no somos más que nadie, que no hacemos nada realmente especial y que es más importante ser humilde y empatizo que sentirse un divo estúpido.

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