VALÈNCIA. A nadie escapa que el Llevant del Sadar es un equipo muerto para la élite, es ya de Segunda. Algunos llevan meses diciendo que ya lo era, pero no es cierto. El equipo ha demostrado en algunos partidos estar muy vivo y con nivel para escapar del callejón. La falta de continuidad ha sido letal. En Navarra volvió a fallar la intensidad de unos cuantos con tendencia a la relajación. Es el talón de Aquiles de este grupo agridulce. Hace mucho. Hay futbolistas con limitaciones obvias (que podrían compensar con un plus de garra que tampoco suelen ofrecer), pero hay otros del once inicial de Pamplona, como Vezo, Bardhi o Malsa (incapaz de aportar nada en clave defensiva), muy por debajo de su capacidad. Es un problema grave que no acabó de resolver Paco López y que Alessio Lisci no siempre ha sido capaz de restañar. Es un problema, en todo caso, distinto si estás en mitad de tabla o hundido y con la imperiosa necesidad de una intensidad regular.
Enfrentamientos como el disputado ante Osasuna muestran que, contra ciertos rivales, el míster romano apenas ha podido poner algunos parches. Y es difícil de digerir que en un partido decisivo y con la lección machacada, el equipo salte a verlas venir, sin ambición ni determinación. Es decepcionante que en una plantilla con tantos jugadores veteranos (como nunca antes había sucedido en este club) eso no genere un compromiso; al contrario. Es un insulto a la hinchada. Y llueve sobre mojado. Que tipos que llevan más de un lustro en Orriols no entiendan la trascendencia del actual momento ni asuman la responsabilidad que ello conlleva deja al descubierto, de forma inequívoca, un problema estructural en la gestión del futbolista, un aspecto esencial en el funcionamiento de cualquier club.
El mantra siempre es igual: cuando todos no están implicados es impossible sumar. Esto es fútbol. Desde la primera victoria contra el Mallorca, ante Cádiz, Celta, Espanyol e incluso Betis se pudo tener mejor suerte; pero ante Getafe, Athletic y Osasuna la actitud fue infame. Regalar nueve puntos por falta de actitud en la actual coyuntura es, digámoslo alto y claro, impropio de gente profesional.
Y luego está Campaña, con la intrascendencia de su fútbol y su irregularidad manifiesta, que actúa a su antojo; un ejemplo nefasto por parte del futbolista que cobra casi el doble que el segundo mejor pagado. Por si faltaba algo, ahora, con el Llevant apurando sus cartuchos para conseguir el milagro, vuelve a alimentarse la rumorología habitual. Los de siempre moviendo el avispero, ajenos e insensibles a un levantinismo que lame el fango. Que la tragedia blaugrana no le estropee al mago la posibilidad de un gran contrato final. Las prioridades son las que son. Nuestro hartazgo también.
Tras la machada de conseguir 7 puntos en tres partidos, el Llevant vuelve a arañar uno solo en los tres últimos y así es imposible. Volvemos a la casilla de salida. Al punto en que estamos, de nuevo, fuera de las quinielas; al punto en que el equipo, inmerso en una montaña rusa suicida, es el único capaz de volver a enganchar (otra vez) a la grada. Ganar a Villarreal y a Barça y viajar a Granada a por todas. No hay otra. Quedan 9 partidos, quizá 6 victorias (que harían un total de 37 puntos) serían suficientes. Ganando los tres próximos sería muy viable, pero claro… Y además sin De Frutos. Quién sabe. Quiza la entrada de Mustafi y Saracchi nos dén otro aire, otro empuje. Quizá alimenten una nueva posibilidad, hoy remotísima.