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Historia de un dedazo

A Lim no le condenarán sus errores, sino su incapacidad para corregirlos. El primer paso para evitar la inmolación ha sido echar a Nuno, pero no puede ser el único

2/12/2015 - 

VALENCIA. Con los años, para mí, un libro como Soccernomics se convirtió en una pequeña biblia futbolera. No sólo por lo que cuenta, sino también por aquello que critica. Muchas de sus páginas se convierten en una sátira de lo más divertida contra los dirigentes del fútbol. Lo es, porque al leerlo y contrastarlo con la realidad, sus rajes se tornan en una verdad incuestionable. Desde el "ellos los prefieren rubios" (jamás fiche un jugador rubio, le están engañando), hasta las torpezas más inverosímiles de los dueños de clubes, se dedica a retratar con maestría la industria del balón.

Se podría hacer una obra similar basándose sólo en el Valencia, y alcanzaría el mismo éxito editorial. Porque mucho de lo que sucede es un gran capítulo del libro.

Yo mismo me hice la pregunta el otro día, ¿quién se encargará de buscar/elegir al nuevo entrenador? LayHoon afirmó que Peter Lim estaría implicado en el proceso, como es natural. Esto nos podría escandalizar, de hecho, si tenemos ganas de escandalizarnos, es un buen motivo para hacerlo. Pero haciendo memoria, me hice otra pregunta. ¿Cuántos entrenadores han sido elegidos por un director deportivo? La respuesta es sonrojante: Muy pocos.

Hagamos la lista. Cúper fue un capricho de Pedro Cortés. Benítez fue una elección de Subirats; tras recibir la directiva 20 noes y no saber ya a quién buscar. Ranieri Vol.2 fue ocurrencia de Llorente. Antonio López, un deseo húmedo de Soler. Quique obra de Subirats. Koeman, otra ensoñación de Soler. Unai es cosa de Juan Sánchez. Pellegrino, dedazo de Llorente; y Djukic un mixto de Salvo. Valverde es un asunto de Braulio. Pizzi es a proposición de Ayala con el Ok de Rufete, y de Nuno ya lo sabemos todo.

En el siglo XXI, sólo cinco de doce han salido de un proceso de elección bajo criterios técnicos. Cinco de trece si metemos al nuevo. El resto han sido apuestas personales del mandamás de turno. Tal vez, eso explique porque en apenas cuatro años el Valencia tendrá seis entrenadores. Once en las últimas once temporadas (y eso que me dejo fuera a los Óscar Fernández y Voro). O que desde que se fuera Benítez sólo Unai Emery haya sobrevivido a más de dos temporadas completas al frente del equipo. Ambos dos son los únicos que lo han conseguido en dos décadas de centuria.

Si nos ponemos a sumar directores deportivos y presidentes que han desfilado por aquí en el mismo periodo de tiempo, nos cortamos las venas.

Quiero decir con esto, que el problema de este club es mucho más profundo que el de sentar un rostro en un banquillo. El Valencia perdió el rumbo, su propia identidad. No sabe qué quiere ser, ni el camino a emprender. Se ha instalado en un círculo vicioso desde el que pretende, a lo loco, recuperar el trono perdido en base a discursos grandilocuentes y una grandeza extinguida que jamás volverá por estas vías. Porque el Valencia sólo se hace grande cuando es de espíritu humilde, y trabajador.

El bandazo y la exigencia mal entendida elevados a dogma. Y lo que es peor, a un año de nueva propiedad no ha mejorado la cosa. La presidenta habló de reformular el proyecto, de apostar por jugadores más hechos para no dejarlo todo al púber. ¿Ahora? De sopesar si la estructura (que esto aún lo estén valorando ya es un síntoma preocupante) debe ser redefinida...

La comparecencia de LayHoon, escuchada con tranquilidad, es una sibilina lluvia de críticas al que se va y a lo que hay. Métanse bajo ese agua y verán.

La diferencia actual con los casos expuestos es una, y muy importante. Aunque las injerencias de la directiva fueran evidentes, existía un contrapeso que se encargaba de corregir, en la medida de lo posible, los desmanes del poder. Esa estructura deportiva hoy en día no existe. Quedó desmantelada. Un club como el Valencia, con las urgencias que arrastra y el tallaje que se le supone, no puede ser dirigido con mando a distancia.

Es una humillación a la propia institución que no haya nadie en nómina capaz de viajar a donde haga falta para cerrar cualquier contratación, teniendo que dejar hasta esos detalles en manos de personas ajenas al Valencia. Me embarga la tristor observar que en momentos como estos no hay nadie arraigado en la entidad, sabedor de las demandas y las necesidades que exige el escudo, capaz de participar en una elección tan capital como la del próximo entrenador. Ni hay eso, ni tampoco un rumbo claro en la planificación.

A Lim no le condenarán sus errores, sino su incapacidad para corregirlos. El primer paso para evitar la inmolación ha sido echar a Nuno, pero no puede ser el único. Él decide si el siguiente es el de cambiarlo todo para seguir igual, aunque por otras vías, o si por el contrario es el de la rectificación absoluta, el del hombre que admite su error y desiste de él y de los que le asesoraron. En sus manos está no agotar el crédito de Meriton.

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