La versátil australiana, una trotamundos que tiene pendiente jugar la WNBA en Florida, es la gran apuesta del Valencia Basket femenino para la próxima temporada
VALÈNCIA. El 7 de marzo, Rebecca Allen estaba jugando un partido con su equipo polaco, el Arka Gdynia. Tuvo un buen día. Encestó cinco triples de siete intentos. Salió de la ducha con 19 puntos y una victoria. Otra más. Recogió a sus padres, quienes habían viajado desde Australia para pasar unos días junto a su hija en Europa, y se marcharon a comer algo. Los padres tenían billete de vuelta para el domingo 15 de marzo. Cuando Bec vio la que se estaba montando en toda Europa con el coronavirus, compró otro pasaje para el mismo vuelo. Pero todo se complicaba en cuestión de horas y, de repente, supo que las fronteras se iban a cerrar el sábado por la noche. Inmediatamente se puso a hacer unas gestiones, logró cambiar los billetes y el sábado, después de empacar su apartamento, despegaban rumbo a Melbourne.
Bec Allen, una australiana de Wangaratta, una pequeña ciudad de veranos infernales y fríos inviernos en el Estado de Victoria, anunció días después que la próxima temporada iba a jugar en el Valencia Basket. Lo hizo como lo hacen ahora los 'millennials', con un tuit y un post en Instagram junto al emoji de la 'taronja'.
De Polonia salió con el MVP y muy buenos promedios: 17,6 de valoración, 14,1 puntos, 6,2 rebotes, 2,4 asistencias y 1,5 tapones. En la Euroliga no se quedaba atrás: 14,2 puntos, 5,3 rebotes y 1,2 asistencias. Allen también ha jugado en la WNBL (la Liga australiana), donde fue elegida mejor defensora en 2014, Eslovaquia, Francia y Estados Unidos. O sea, que conoce el baloncesto desde todos sus ángulos.
La niña que creció admirando a Penny Taylor (subcampeona olímpica y campeona del mundo, y también la mujer de Diana Taurasi) y Lauren Jackson (exjugadora del Ros Casares con cuatro medallas olímpicas), integrantes de las Opals, la selección australiana que ganó el Mundial en 2006, fue una jugadora precoz que a los 16 años ya estaba formándose en la WNBL.
Después de dos operaciones en el hombro y una lesión en la rodilla, a los 21 años se sorprendía colgándose la medalla de bronce en el Mundial de Estambul, en 2014, y poco después aterrizando en el Madison Square Garden para jugar con los New York Liberty. Lleva seis temporadas en la franquicia de Manhattan y a finales de julio deberá estar en Florida para jugar una temporada condensada de la WNBA en la imponente IMG Academy, donde se encerrarán los doce equipos para disputar 22 partidos. Los play off llegarán en octubre.
Mientras tanto, Allen disfruta de un retiro inesperado. "No iba a encontrar otra oportunidad como esta para darle descanso al cuerpo y la mente", explicó a la ESPN poco después de llegar a Australia. Tras unos días de reposo, de reactivarse con el ciclismo, el boxeo y la gimnasia, regresó a la cancha en Melbourne, donde se juntó con iugadoras como Cambage, O'Hea, Blicavs, Magbegor, Smith o Cole para entrenarse, un privilegio que muchas profesionales de otros países no disfrutaron.
Sabe que el descanso es efímero. Luego toca el viaje a Estados Unidos, su temporada en València y, confía, los Juegos Olímpicos de Tokio, un año antes del Mundial en Australia, su país. No le faltan estímulos.
Allen, que tiene 27 años, mide 1,88 pero tiene una envergadura mayor que le permite jugar de casi todas las posiciones menos de pívot. Su vida se reorientó en 2016, cuando se quedó fuera de los Juegos de Río. En ese momento dejó de lamentarse y mirar atrás para dedicarse únicamente en mirar al frente y mejorar. Por eso, cuando lograron la clasificación en Bourges para los Juegos de Tokio rompió a llorar. Ya tenía la deuda olímpica a tiro. Aunque por el camino ya tuvo tiempo de eliminar a España en las semifinales del Mundial de 2018, en Tenerife, y acabar como subcampeona con las Opals.
El fichaje de Bec Allen es la demostración de que el Valencia Basket sigue construyendo un equipo campeón. El Girona y el Salamanca puede que aún estén un peldaño por encima, pero Rubén Burgos ya ha demostrado que es la fiabilidad hecha entrenador. Lo sabe José Puentes, el hombre llamado a dirigir el club y una de las personas que apostó por el valenciano, que poco a poco va dándole herramientas para acercarse a los dominadores del baloncesto femenino español. Tiempo al tiempo.