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LA CANTINA | ANÁLISIS

El regalo para Juan Roig

9/10/2020 - 

A la medianoche, un camarero 'enmascarillado' salió del bar Ricardo con una porción de tarta en la mano, se fue hasta una mesa esquinada en la terraza, a dos pasos del paseo de la Petxina y del Estadio del Turia, y dejó el plato delante de Juan Roig. Poco después había una candela encendida y el empresario, acompañado de su mujer y una de sus hijas y su pareja, sopló la vela. Los dos o tres que vieron la escena, no más, debieron pensar: ¿Qué demonios le regalas a la segunda persona más rica de España? Y yo, después de darle vueltas, caí en que, en realidad, el dueño de Mercadona ya había llegado a la cena con un valioso y escaso presente: los dos récords del mundo que se acababan de batir en València, su ciudad.

Esta fiesta deportiva la ha vuelto a pagar él. Como pagará, en gran parte, el maratón y el medio maratón que también se presumen sobresalientes el próximo 6 de diciembre sin necesidad de que corran Kipchoge o Bekele (aunque ambos, en plena forma, serían bienvenidos). Porque la velada recordó, a pesar de la triste ausencia de público, a una de esas grandes noches de la historia del deporte: a un Celtics-Lakers en un Boston Garden ardiente, o un combate entre Ray Leonard y Marvin Hagler en el Caesar Palace de Las Vegas.

Porque fue una noche histórica con dos récords del mundo en menos de una hora. Y dos plusmarcas 'pata negra': para el gran público no tiene el mismo valor, o al menos el mismo enganche, una gesta de estas en lanzamiento de martillo que en un 5.000. Y porque equivalía a destronar para siempre a Tirunesh Dibaba y a Kenenisa Bekele. Y empujar al etíope hacia el fondo del cajón es como hacerlo, de golpe, con Paavo Nurmi, Viljo Heino, Emil Zatopek, Ron Clarke, Lasse Viren, Henry Rono y Haile Gebrselassie, la aristocracia de la distancia a lo largo de la historia.

Cheptegei, que tiene 24 años, se marcha ahora a Ávila, donde terminará de exprimir la temporada antes de lanzarse, dentro de diez días, a por la medalla de oro -y quién sabe si una marca por debajo de los 58 minutos- en el Mundial de medio maratón de Gdynia (Polonia).

Atrás deja una actuación que da escalofríos. Una carrera desarrollada con la precisión de un arquero: salvo la primera vuelta y la última, las otras 23 las completó entre 62,4 y 63,3 segundos. Está claro que son otros tiempos y que la llamada 'wavelight' (por cierto, propiedad del campeón de Europa de 800 Bram Som), la luz que se va encendiendo a lo largo de la cuerda a la velocidad constante del récord del mundo vigente, parece haber acabado con esas pruebas con altibajos, más épicas.

El policía ugandés hizo los seis primeros kilómetros en 2.37 y unas décimas, el séptimo una décima por debajo de 2.37 y el décimo en solo 2.34, dos segundos más lento que el último de Bekele hace 15 años en los Bislett Games de Oslo.

El otro punto de controversia está en los pies. Ya nadie puede negar que los nuevos clavos, las nuevas zapatillas, han propiciado un gran salto que amenaza con liquidar todos los récords de fondo y medio fondo en unos pocos años. Ahora parece necesario que al lado del tiempo del récord, la fecha o el estadio, figure también, junto a un pequeño asterisco, el modelo de las 'zapas', en este caso las Nike ZoomX Dragonfly.

Y así, entre estas ayudas, un talento descomunal, una gran técnica de carrera y una vida espartana, Cheptegei se ha convertido, en ocho semanas, en el dueño de los récords de 5.000 y 10.000 -además de las plusmarcas en ruta de 5 y 15 kilómetros-, como once hombres hicieron anteriormente. Y en este último lo hizo corriendo la segunda mitad en 13.03, una marca que en España, corriendo solo los 5.000, únicamente han logrado Alemayehu Bezabeh y Alberto García, dos atletas manchados por el dopaje.

Ahora, tras el Mundial de medio maratón, se centrará en los Juegos de Tokio, con la certeza de que irá a por el título olímpico -el último gran honor que le falta- en 10.000 y la duda de si se atreverá con el de 5.000. Pero el aficionado al atletismo, además de esto, también espera que llegue el momento de ir a por dos retos históricos: bajar de 12.30 en los 5.000 y de 26 minutos en los 10.000.

Pero a mí me impresionó más aún la forma de correr de Letesenbet Gidey, la etíope que ocupa ahora el lugar de Tirunesh Dibaba. Una atleta que corre tan rápido que necesitó a otra plusmarquista mundial, la keniana Beatrice Chepkoech -lidera el ranking de los 3.000 m obstáculos-, para encontrar una liebre a la altura de su desafío.

Gidey, que fue una niña a la que expulsaron de la escuela porque no le gustaba correr -luego regresó, se apuntó a una carrera escolar y ahí, al fin, encontró su vocación-, solo tiene 22 años y dos récords del mundo -también posee el de 15 kilómetros. 

Si hiciéramos un juego y mandáramos a la etíope a un viaje al pasado, Gidey, por su marca en València, se convertiría en la plusmarquista mundial (masculina pero mujer) de los 5.000 en 1939 y mantendría ese estatus hasta 1942. O sería capaz de batir al mismísimo Emil Zatopek (y a su 'inseparable' Alain Mimoun) en los Juegos de Helsinki, donde batió el récord olímpico de los 5.000 con una marca que nos resulta muy familiar: 14:06.6 (el récord del mundo de Gidey es 14:06.62).

Ahora solo falta por descubrir si Gidey, además de ser capaz de correr muy rápido, dispone del gen competitivo. Porque hay un dato demoledor en su historial: después de ganar un 5.000 en Barcelona en 2016, la fondista etíope perdió las siguientes trece carreras sobre esta distancia que disputó antes de volver a España.

Y, ya puestos a jugar al atletismo y la máquina del tiempo, si el récord de Cheptegei durara lo mismo que el de Bekele, permanecería intacto hasta 2036. Y yo estaría ya al borde de la jubilación...

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