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LA CANTINA | ANÁLISIS

LeBron, por él y por Kobe

Foto: EFE/EPA/ERIK S. LESSER SHUTTERSTOCK OUT
2/10/2020 - 

La primera vez que viajé a Nueva York era tan joven que aún estaban las Torres Gemelas y LeBron James era un chaval que había vuelto loco al país entero por lo bien que jugaba al baloncesto... en el instituto. Sus partidos comenzaron a retransmitirse por televisión y tenían más audiencia que muchos de la NBA. Memoricé su nombre y me pregunté si aquel chico acabaría convirtiéndose en un fenómeno o se quedaría en el camino como tantos y tantos otros deportistas precoces.

LeBron fue elegido tres veces Mr. Basketball en Ohio, fue portada de 'Sports Illustrated' y Nike le firmó un contrato por noventa millones de dólares antes de salir elegido en el número uno del draft de 2003. Entró en la NBA con pies de estrella y ya nunca dejó de serlo. La primera temporada fue coronado como 'Rookie del año' y desde entonces ya no dio ni un paso atrás. Creció y creció hasta convertirse en una leyenda que se ha situado en la línea de sucesión tras Michael Jordan y Kobe Bryant.

Ese camino resumido en un par de párrafos no fue nada sencillo. LeBron nació el penúltimo día de 1984 en Akron (Ohio) para convertirse en el hijo de Gloria James, una adolescente de solo 16 años que vio huir a su pareja, un exconvicto, en cuanto intuyó que aquello iba a llenarse de pañales.

LeBron encontró un gran apoyo en sus tíos, que ayudaron a Gloria a criar al pequeño, al que le cambiaron la vida el día que le regalaron una canasta y un balón de baloncesto.

El resto ya es historia. LeBron acabó convirtiéndose en 'King' James y atesora infinidad de méritos. El versátil jugador -puede actuar de base y de ala pívot- se convirtió en el más joven en alcanzar los 15.000 puntos, los 20.000, los 25.000... Se ha colgado un par de medallas de oro olímpicas y ha ganado tres anillos (2012, 2013 y 2016). Ha jugado tropecientos all stars y ha sido MVP de todo lo habido y por haber.

Pero aquel chaval de instituto que deslumbró a Estados Unidos tiene ya 35 años, una edad que no le ha impedido devolver a los Lakers (nueve temporadas sin títulos) a las finales de la NBA. LeBron, convertido ya en el orgullo de Akron, empezó el miércoles por la noche su décima final -tres triunfos y seis derrotas- y lo hizo sin escatimar una sola de sus virtudes: buen tiro, imparable en la penetración, intimidación... Pero, sobre todo, un dominio del juego casi insultante. En su aro y en el del enemigo. Él hace y deshace. El número 23 exige un rigor defensivo que es el santo y seña de estos Lakers más amigos de fajarse que del 'showtime'.

El equipo de Los Ángeles zarandeó a los Miami Heat de Pat Riley -leyenda laker-, el hombre que ha ganado un anillo como jugador, como entrenador y como general manager, y viejo conocido de LeBron, al que convenció hace diez años para fichar por Miami vaciando sobre la mesa una bolsa de tela repleta de anillos de la NBA. El orgullo de Akron se llevó los dos primeros de su carrera con la camiseta de los Heat -el tercero lo ganó con los Cavs-, pero luego se marchó a Cleveland casi sin despedirse del técnico de sangre irlandesa.

Esta noche llegará el segundo asalto en la burbuja de Orlando, donde ahora mismo parece un milagro que Miami incomode a los Lakers de LeBron, que ha encontrado en Anthony Davis al que muchos dicen que es el mejor compañero que ha tenido nunca en la NBA. Pero eso es un clásico de las Finales y la tendencia, así lo dice la historia, puede cambiar caprichosamente.

No será fácil. La estrella de la barba se ha planteado esta 'post-season', que dicen los estadounidenses, como una misión. De la taquilla de LeBron en Orlando cuelga una camiseta, dorada y púrpura, del difunto Kobe Bryant. Dice el jugador de Ohio que nunca tuvo una gran reunión con el pentacampéon de la NBA, que siempre pensó que ya habría tiempo, pero recuerda con cariño el mensaje que le mandó el 24 cuando fichó por LA: "Bienvenido, hermano. Bienvenido a la familia". El vídeo de la reacción de LeBron cuando se enteró de su muerte es estremecedor y él debe tenerlo guardado en el corazón. Porque este otoño atípico quiere ganar la NBA por él, por sus hermanos negros y por Kobe Bryant.

La leyenda ha llegado pletórico a los 35. Durante el confinamiento montó un gimnasio en su casa mejor que cualquiera de esos 'low cost' que pueblan València. Nada imprevisible en una mansión que incluye un garaje donde descansan un Lamborghini Aventador, un Ferrari 599, el 458 Spider, un Rolls Royce Phantom, un Porsche 911 y alguno más. Con los años también ha ido puliendo una dieta en la que aparecen pancakes de clara de huevo con bayas y yogur desnatado, o bocadillos de harina de trigo integral y crema de cacahuete, y, por supuesto, fruta, verduras y pasta integral.

LeBron James ya es el jugador de la historia que suma más victorias en play off (superó las 162 de Derek Fisher) y con esta décima final iguala a Kareem Abdul Jabbar y ya solo se queda por detrás de Sam Jones (once) y el gran Bill Russell (doce). Su mano merece más anillos y el cuarto puede llegar en Disney World, donde no desentona LeBron.

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